2Sam 7,4-5.12-14.16; Sal 88; Rm 4,13.16-18.22; Mt 1,16.18-21.24
1. ¡Queridos hermanos y hermanas, que el Señor os dé la paz!
Este año la celebración de la solemnidad de hoy cobra especial relevancia porque el pasado 8 de diciembre el papa Francisco convocó el año de San José, para conmemorar el 150 aniversario de su proclamación como patrón de la Iglesia universal. Por eso aquí, en Nazaret, queremos celebrar esta fiesta de manera particularmente solemne y durante todo el año propondremos iniciativas especiales de oración, aquí y también en Belén, para dejarnos inspirar por la forma en que el humilde carpintero de Nazaret respondió a la llamada del Señor para tomar a María como esposa y acoger y educar al Hijo de Dios, Jesús, introduciéndolo en la casa o estirpe de David.
2. El papa Francisco ha escrito a toda la Iglesia y, por tanto, a cada uno de nosotros, una carta muy bella, titulada “Patris corde”, que significa “con corazón de padre”, pero también puede significar “con el corazón del Padre”. Os invito a leerla personalmente porque propone una profunda meditación sobre San José y nos lo presenta como una figura especial para comprender la paternidad humana como reflejo e imagen de la paternidad divina. De hecho, como dice San Pablo a los Efesios, es de la paternidad de Dios “de quien toma nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra” (Ef 3,15). Y el pasaje de la Carta a los Romanos que hemos leído como segunda lectura, nos recuerda que solo no existe la paternidad natural, sino también una paternidad que deriva de saber confiar en Dios, de saber obedecer su llamada, de saber buscar la justicia que emana de la fe, es decir, la justicia que deriva de buscar siempre la voluntad de Dios en lugar de la afirmación de nosotros mismos.
Así, viendo cómo José vivió su vocación, podemos comprender algo sobre la paternidad de Dios y al mismo tiempo algo sobre la paternidad a la que también nosotros estamos llamados.
3. Indudablemente, San José es un auténtico modelo de paternidad para cada uno de nosotros, tanto para los que viven la paternidad natural dentro de sus familias como para quienes viven una forma de paternidad espiritual dentro de la comunidad cristiana.
De hecho, para ser padres no basta el acto físico de engendrar, sino que se requiere algo mucho más profundo y exigente. Para engendrar físicamente basta un instante, pero para engendrar en sentido auténticamente humano hace falta toda una vida. Es necesario saber suscitar, promover, cuidar y acompañar la vida y el crecimiento de las personas que Dios nos entrega y nos confía, hasta que las personas que nos han sido confiadas, a su vez, sean capaces de abrirse a la voluntad de Dios, a su llamada.
En esto San José es verdaderamente ejemplar, de hecho, él sabe expresar la humildad del servicio a la vida y el amor gratuito por la vida. José acoge la vida naciente del Hijo de Dios que se hace carne en María por obra del Espíritu Santo, no con el orgullo de quien ve continuar su estirpe o de quien desea planear un futuro de éxito para sus hijos, sino con la disponibilidad de quien abre al Hijo de Dios las puertas de su propio hogar y, desde luego, también la línea genealógica de su linaje para que el Hijo de Dios pueda entrar en nuestra historia, hacerse hombre, recibir un nombre y ofrecernos la salvación que lleva en su nombre.
José acompaña a Jesús, el Hijo de Dios encarnado, en su crecimiento. Lo protege cuando su vida está en peligro. Lo cuida en su condición de refugiado en Egipto. Le educa en la obediencia y el trabajo, en la oración, la lectura de la Palabra de Dios y en la peregrinación y la atención a los pobres y enfermos.
Y, finalmente, José desaparece y Jesús puede asumir su vocación y comenzar su misión, y todos lo reconocen como hijo de José el carpintero, señal de que la educación recibida de él dejó una huella imborrable en la humanidad de Jesús.
4. José sabe educar porque conoce el registro de la firmeza, pero también el de la ternura, y sabe educar de manera especial en la obediencia porque la practica con fe. En esto, José es un modelo de paternidad educativa precisamente porque es un hombre justo, es decir, siempre en busca de la voluntad de Dios, incluso cuando no comprende totalmente por qué caminos pasa esta voluntad.
José no es alguien que trata de afirmarse a sí mismo y sus propios proyectos, al contrario, es alguien que está dispuesto a dejar de lado a sí mismo y sus proyectos para que se realice la voluntad de Dios, para que se cumpla la historia de la salvación, para que Dios entre en nuestro mundo tan necesitado de Él y, al mismo tiempo, incapaz de recibirlo.
5. José también nos da ejemplo al enseñarnos a no dejarnos abrumar por problemas concretos, ya sean grandes o pequeños, sino a afrontarlos con fe y valentía. Ante el inesperado embarazo de María, cuya honestidad conoce y de la que seguramente llega a saber que el Hijo que espera es fruto del Espíritu Santo, José no se pregunta cómo dejar a María, sino cómo no dañar a María y al niño que lleva en su vientre, y se deja iluminar por la acción misteriosa de Dios, que le habla en sueños. No se preocupa por sí mismo, sino por María y el niño recién concebido. Y cuando el Señor lo ilumina y le hace saber cuál es su lugar y su vocación en el plan de la salvación, acoge a ambos en su vida y en su hogar. Cuando va a Belén con María, se nos cuenta lo que hace María, pero no lo que hace José. Sin embargo, el papel de José fue realmente activo y atento para encontrar un lugar adecuado para el nacimiento del Hijo de Dios. Cuando surge el peligro, José no duda en elegir el camino del exilio y convertirse en refugiado con tal de proteger a María y Jesús, y lo imaginamos buscando trabajo en Egipto, para garantizar una vida digna a la Sagrada Familia. Así es cuando llega el momento de regresar a Nazaret y enseñar al niño Jesús la disciplina del trabajo e introducirlo en la fe y la tradición religiosa de su pueblo
José – según los evangelios de Lucas y Mateo – no se queja de los problemas y las dificultades de la vida, simplemente los afronta uno a uno con fe y con valentía, con amor por las personas a las que quiere y que se le han confiado.
6. Finalmente, José nos resulta particularmente actual por su empeño en permanecer oculto en el silencio, en lugar de buscar las luces de la fama, porque nos ayuda a superar la cultura narcisista en la que estamos inmersos y también cualquier forma de ambición.
José nos enseña que no es importante tener millones de followers y de likes en Facebook. Lo que es importante es que aprendamos a ser followers, es decir, seguidores de la voluntad de Dios. Y el único like importante en nuestra vida es el de gustar a Dios y encontrar en Dios nuestro gusto.
7. Concluyo haciendo mía la oración que el papa Francisco dirige a San José al final de su carta, una oración que también os invito a recitar personalmente:
Dios te salve, custodio del Redentor / y esposo de la Virgen María. / A ti confió Dios a su Hijo; / en ti María depositó su fe; / contigo Cristo se hizo hombre.
¡Oh, bendito José!, muéstrate como padre también para nosotros, / y guíanos en el camino de la vida. / Danos la gracia, la misericordia y el valor, / y defiéndenos de todo mal.
¡Qué el Señor, por intercesión de San José, nos bendiga y nos guarde a todos!