Dedicación del Santo Sepulcro: belleza desfigurada y transfigurada | Custodia Terrae Sanctae

Dedicación del Santo Sepulcro: belleza desfigurada y transfigurada

El miércoles 15 de julio, siguiendo la tradición en Tierra Santa, se recordó y celebró la solemnidad de la Dedicación de la basílica del Santo Sepulcro, que se remonta al 15 de julio de 1149.

Consagrado en septiembre del 355, el complejo de edificios que mandó construir el emperador Constantino y su madre santa Elena, llamado basílica del Anástasis o Santo Sepulcro, ha sufrido diferentes transformaciones a lo largo de las distintas etapas de la Historia.  La basílica actual es una síntesis de lo que queda de los edificios constantinianos y del edificio construido por los cruzados, y reúne bajo el mismo techo los lugares del Calvario y la Tumba vacía, como si quisiera significar la indivisibilidad de la muerte y la resurrección del Redentor.

El Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, que presidió la celebración, en su comentario al Evangelio se centró en la belleza desfigurada y transfigurada, como posible resumen de la fiesta celebrada.  “Estos dos aspectos”, afirmó fray Patton, “se refieren a Jesús de Nazaret crucificado y resucitado, se refieren a la Iglesia, se refieren a cada uno de nosotros”. La belleza desfigurada se encuentra en la primera lectura (Is 53,2-5), la transfigurada y atribuible al Resucitado se menciona en los versos del salmo (Sal 15[16],10) y en el Evangelio (Lc 24,5-7).  “Este lugar y la fiesta de hoy, nos recuerda que hay una belleza desfigurada y transfigurada también en la Iglesia”, subrayó fray Patton. “Si celebramos la dedicación ocurrida en época cruzada es porque la basílica constantiniana fue destruida y restaurada en gran parte y repetidamente. Es como si este lugar llevase dentro de sí, físicamente, no solo la memoria de la pasión y resurrección del Señor, sino también de la pasión y resurrección de la Iglesia: la pasión y resurrección que el Cuerpo de Cristo vive en la historia como prolongación y extensión de la pasión y resurrección de su Cabeza”.

Antes de finalizar, fray Sinisa Srebrenovic, primer sacristán del Santo Sepulcro y discreto de Tierra Santa, tomó la palabra para dar las gracias a los pocos fieles presentes y al Custodio. “En los 800 años de presencia franciscana recién transcurridos, las últimas décadas han visto una gran afluencia de peregrinos pero la mayoría de nuestros predecesores vivieron una situación similar a la actual, rezando y custodiando los lugares santos en nombre de la Iglesia católica. Como comunidad franciscana nos unimos a ellos, y seguimos rezando por todos los que están aquí y por aquellos que no pueden estar presentes físicamente en estos lugares”.


 

Giovanni Malaspina