Mientras las luces del alba se disipaban en el cielo nuboso, el patriarca latino de Jerusalén, Su Beatitud Fuad Twal, hacía su ingreso solemne en la basílica del Santo Sepulcro. Son las 6.30 de esta mañana de domingo y la atmósfera es todavía tranquila.
Ante la tumba de Cristo, los fieles reciben del patriarca los ramos que acaba de bendecir. Terminada la distribución, la procesión puede empezar: tres giros en torno al edículo. Fieles y clérigos -franciscanos, sacerdotes o seminaristas- agitan las palmas. El zumbido de las palmas expresa la alegría de los fieles de entrar finalmente en la Semana Santa. La procesión, al canto del «Hosanna, o Hijo de David», es majestuosa. Empieza después la misa en el altar de la Aparición a María Magdalena. En el transcurso de la celebración, tres franciscanos, a capella, cantan la Pasión. Es difícil escucharles entre las campanas armenias y los cantos coptos. Por suerte, los libros litúrgicos permiten a los fieles seguir el desarrollo de la celebración, que concluye mientras los griegos ortodoxos en el Catolicón siguen cantando la divina liturgia de su primer domingo de Cuaresma. De hecho, este año el cálculo de las fechas de la Pascua tienen una diferencia de cinco semanas.
Por la tarde, la procesión tradicional sale de Betfagé a las 14.30. Aunque había banderas filipinas, polacas, checas y alguna palestina, la asamblea era sensiblemente menos numerosa que en los últimos años. Las primeras en faltar han sido las parroquias de Palestina; los segundos, los peregrinos. Se podría pensar que el cielo amenazando lluvia ha impedido la asistencia de muchos, pero la tensa situación del país y la crisis económica en el mundo han causado, desde hace meses, una caída en picado de las peregrinaciones.
A pesar de ello, todo se ha desarrollado de la mejor manera, bajando por la cuesta del monte de los Olivos. El sol jugaba entre las nubes y el viento lo hacía alegremente entre las túnicas y vestidos, velos y hábitos de todos los colores. La asamblea agitaba alegremente las palmas al ritmo de cánticos entonados en todas las lenguas.
Yiries Yina, un cristiano venido desde Belén que no falta nunca a la procesión, ha querido destacar este domingo que, como palestino, «las dificultades son más evidentes este año para asistir al Domingo de Ramos». Dice que cada año, este acontecimiento supone para él una etapa muy importante.
Cristianos de todas las confesiones han participado en esta marcha: ortodoxos, algo frecuente en las familias palestinas que son mixtas entre las confesiones cristianas, pero también mormones como David, un americano sorprendido por este su primera peregrinación «sensacional». La atmósfera era alegre por doquier, porque forma parte ya del folclore, pero para Elías, un palestino de rito siríaco, es un tiempo fuerte que se resume así: «Me siento más cerca de Dios durante la procesión».
La asamblea ha llegado a Santa Ana en un tiempo récord y el párroco, fray Firás Hiyazin, ha dado nuevo brío a la alegría haciendo a la multitud multicolor bailar al ritmo de canciones árabes.
El patriarca ha puesto punto final a la jornada con la oración, dando su bendición, y ha empezado entonces el desfile de los exploradores.
La noche ha ido cayendo mientras el barrio cristiano volvía de nuevo al silencio, antes de entrar en la gran semana.
T.D y S.C
Ante la tumba de Cristo, los fieles reciben del patriarca los ramos que acaba de bendecir. Terminada la distribución, la procesión puede empezar: tres giros en torno al edículo. Fieles y clérigos -franciscanos, sacerdotes o seminaristas- agitan las palmas. El zumbido de las palmas expresa la alegría de los fieles de entrar finalmente en la Semana Santa. La procesión, al canto del «Hosanna, o Hijo de David», es majestuosa. Empieza después la misa en el altar de la Aparición a María Magdalena. En el transcurso de la celebración, tres franciscanos, a capella, cantan la Pasión. Es difícil escucharles entre las campanas armenias y los cantos coptos. Por suerte, los libros litúrgicos permiten a los fieles seguir el desarrollo de la celebración, que concluye mientras los griegos ortodoxos en el Catolicón siguen cantando la divina liturgia de su primer domingo de Cuaresma. De hecho, este año el cálculo de las fechas de la Pascua tienen una diferencia de cinco semanas.
Por la tarde, la procesión tradicional sale de Betfagé a las 14.30. Aunque había banderas filipinas, polacas, checas y alguna palestina, la asamblea era sensiblemente menos numerosa que en los últimos años. Las primeras en faltar han sido las parroquias de Palestina; los segundos, los peregrinos. Se podría pensar que el cielo amenazando lluvia ha impedido la asistencia de muchos, pero la tensa situación del país y la crisis económica en el mundo han causado, desde hace meses, una caída en picado de las peregrinaciones.
A pesar de ello, todo se ha desarrollado de la mejor manera, bajando por la cuesta del monte de los Olivos. El sol jugaba entre las nubes y el viento lo hacía alegremente entre las túnicas y vestidos, velos y hábitos de todos los colores. La asamblea agitaba alegremente las palmas al ritmo de cánticos entonados en todas las lenguas.
Yiries Yina, un cristiano venido desde Belén que no falta nunca a la procesión, ha querido destacar este domingo que, como palestino, «las dificultades son más evidentes este año para asistir al Domingo de Ramos». Dice que cada año, este acontecimiento supone para él una etapa muy importante.
Cristianos de todas las confesiones han participado en esta marcha: ortodoxos, algo frecuente en las familias palestinas que son mixtas entre las confesiones cristianas, pero también mormones como David, un americano sorprendido por este su primera peregrinación «sensacional». La atmósfera era alegre por doquier, porque forma parte ya del folclore, pero para Elías, un palestino de rito siríaco, es un tiempo fuerte que se resume así: «Me siento más cerca de Dios durante la procesión».
La asamblea ha llegado a Santa Ana en un tiempo récord y el párroco, fray Firás Hiyazin, ha dado nuevo brío a la alegría haciendo a la multitud multicolor bailar al ritmo de canciones árabes.
El patriarca ha puesto punto final a la jornada con la oración, dando su bendición, y ha empezado entonces el desfile de los exploradores.
La noche ha ido cayendo mientras el barrio cristiano volvía de nuevo al silencio, antes de entrar en la gran semana.
T.D y S.C