En el cuarto domingo de Pascua, llamado “del Buen Pastor”, los frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa van a Jericó para celebrar en la iglesia dedicada al “Buen Pastor”. Según el relato evangélico, en Jericó Jesús devolvió la vista al ciego Bartimeo y convirtió a Zaqueo, el publicano, desempeñando para ellos su ministerio de Buen Pastor.
Este año, la tradicional peregrinación se vio enriquecida por la celebración del centenario de la dedicación de la iglesia y también fue una oportunidad de acercamiento especial al “pequeño rebaño” cristiano de Jericó, 500 fieles entre católicos y ortodoxos, muy afectado por la guerra en curso.
Iglesia en fiesta
Fray Mario Hadchiti es párroco de esta iglesia desde 2012 además de superior del convento franciscano y director de la escuela Terra Sancta, que cuenta con unos mil alumnos (de 3 a 18 años) y es la única escuela de la ciudad a la que asisten cristianos y musulmanes. Siempre está dispuesto para acoger y abrir sus puertas. Hoy, con motivo de la fiesta del “Buen Pastor”, adornó con especial cuidado la iglesia y la plaza frente a ella, y junto con los fieles de la parroquia recibió al Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, que presidió la misa, y a los frailes procedentes de Jerusalén.
El Buen Pastor y el mercenario
En su homilía, el Custodio subrayó la profunda diferencia entre el “Buen Pastor” y el “mercenario” del pasaje evangélico. A diferencia del segundo, que solo actúa por propio interés, “el buen pastor actúa impulsado por el amor a su rebaño, a cada uno de los corderos y cada una de las ovejas del rebaño. El buen pastor es aquel que está dispuesto incluso a dar la vida por sus ovejas y se sacrifica a sí mismo por ellas”. Fray Francesco recordó que este domingo está dedicado también a la oración por las vocaciones. “Jesús nos conoce uno a uno y llama a cada uno por su nombre. Pidamos al Espíritu Santo que abra el corazón de muchos jóvenes para que escuchen la palabra de Dios y respondan a su llamada”.
Tras las huellas del Buen Pastor
En una entrevista para el sitio web de la Custodia, fray Mario habla de su experiencia como sacerdote tras las huellas del Buen Pastor: “He aprendido a ser pastor siguiendo el ejemplo de Jesús, a dar el primer paso hacia los demás. Jesús, el Buen Pastor, me dio el valor para afrontar las muchas dificultades que encontré al comienzo de mi misión en Jericó. Me pregunto cómo logró resistir 40 días en este desierto, en este lugar tan caluroso, lleno de polvo… En los últimos años he celebrado siete bodas, algo muy raro en Jericó, ya que los cristianos son muy pocos, he celebrado algunos bautismos y he visto crecer a estos niños. He conseguido crear buenas relaciones con el mundo musulmán, especialmente con el imán, y esta amistad se ha convertido en un hemoso testimonio para todos”.
Pastor en tiempo de guerra
Fray Mario ha vivido junto a sus fieles muchos retos, el último el de la pandemia del Covid. Hoy está llamado a acompañar y cuidar a su “rebaño” afectado por la guerra. “En este momento tan delicado, mis parroquianos viven con mucha preocupación” – afirma. Muchos de ellos están desempleados porque ya no tienen permiso de trabajo en Israel. Quienes tienen alguna actividad comercial están en crisis porque Jericó lleva mucho tiempo cerrada: además de la falta de peregrinos, también se ha limitado enormemente el acceso a personas procedentes de Jerusalén o de Galilea, por lo que las actividades comerciales han quedado casi completamente bloqueadas. Los niños, en particular, se han resentido mucho por este ambiente y algunos de ellos están muy asustados”.
Buscar a Jesús
Ante todos los desafíos, fray Mario intenta mantener siempre las puertas abiertas para acoger y consolar, pero también ayudar a sus fieles a no rendirse. “Jericó está vinculada a la memoria del ciego Bartimeo y del publicado Zaqueo. Jesús curó sus heridas, físicas y morales. También nuestra vida – dice – está llena de soledad y ceguera sin Jesús. Bartimeo y Zaqueo nos enseñan que los hombres debemos hacer nuestra parte: buscar a Jesús, no dejar nunca de buscar a Jesús, la alegría verdadera”.
Marinella Bandini