Entrada solemne y primera santa misa del Patriarca Latino de Jerusalén | Custodia Terrae Sanctae

Entrada solemne y primera santa misa del Patriarca Latino de Jerusalén

El viernes 4 y el sábado 5 de diciembre, Su Beatitud Pierbattista Pizzaballa, recientemente nombrado Patriarca Latino de Jerusalén, respetando la tradición, realizó su ingreso solemne en la basílica del Santo Sepulcro y la posterior misa solemne.

Saliendo del Patriarcado Latino, la delegación de frailes franciscanos, junto con la del Patriarcado, llegó a la puerta de Jaffa, una de las entradas de la ciudad vieja de Jerusalén: es desde esta puerta desde donde las personalidades a las que está reservado este derecho comienzan habitualmente el recorrido que les llevará a la puerta frente al Santo Sepulcro para el ingreso. Siguiendo la tradición, también Su Beatitud el Patriarca Latino, precedido de un pequeño número de sacerdotes y religiosos, llegó frente al portón del Santo Sepulcro que se abrió para la ocasión y se volvió a cerrar tras él.

Después de besar la piedra de la unción, de la incensación y la aspersión con agua bendita, el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, pronunció su discurso de bienvenida. “Por nuestra parte, como sus hermanos de la Custodia de Tierra Santa, guardianes de este y de los demás Santos Lugares por la divina providencia y por voluntad de la Iglesia desde el mandato del papa Clemente VI en 1342, le acompañaremos y le apoyaremos con la oración, que es parte de la tarea que la Iglesia nos ha confiado”, concluyó el Custodio. “Lo haremos no solo aquí sino en todos los lugares santos. Estaremos permanentemente abiertos a la colaboración pastoral por el bien de la Iglesia local y universal. Trataremos de poner nuestra internacionalidad al servicio de la Iglesia local precisamente para que crezca el sentimiento de fraternidad entre todos y la Iglesia de Jerusalén pueda ser madre de todos sus hijos”.

Al son del “Te Deum” el recorrido del Patriarca continuó hasta el Edículo de la Anástasis, donde entró para tener un momento de oración junto al Custodio de Tierra Santa. A este momento siguió la lectura del Evangelio y de la Bula Apostólica del nombramiento del Patriarca por monseñor Leopoldo Girelli, nuncio apostólico en Israel y Chipre y delegado apostólico en Jerusalén y Palestina. Después de traducir la bula al árabe y al italiano, S.E. mons. Giacinto-Boulos Marcuzzo, obispo emérito del Patriarcado Latino de Jerusalén tomó la palabra para pronunciar un breve discurso en árabe e italiano. “Ahora, se le pide que sea no solo un buen administrador, sino un obispo diocesano, es decir, un verdadero ‘padre’ de esta Iglesia Madre de Jerusalén”, dijo en su discurso S.E. mons. Marcuzzo. “Ahora su ministerio de padre tendrá un tono más pastoral, cultural y espiritual; quizá no menos exigente que el de Administrador Apostólico, pero con un sabor especial mucho más consolador y más acorde con el alma de un pastor”. Al finalizar, el obispo entregó la Pastoral al Patriarca, que cambió su sitio, trasladándose a la sede, en el centro entre los religiosos reunidos.

Sé que no estoy solo”, subrayó el Patriarca Pizaballa desde la sede durante su intervención. “Sin la colaboración de su presbiterio, de los religiosos y de sus fieles, el obispo no podría guiar a su rebaño, y no sería imagen del Buen Pastor. Hoy vosotros estáis conmigo, quizá no tan numerosos como sería necesario, pero sé que desde distintas partes de la diócesis y del mundo, muchos fieles y peregrinos de nuestra diócesis y de otras, se unen en torno a mí en oración, y es con este espíritu con el que podemos reencontrarnos como Iglesia, la Iglesia Madre de Jerusalén”.  Para concluir su discurso, el Patriarca bendijo a los presentes, dirigiéndose después – siguiendo a la delegación – hacia el Patriarcado para finalizar este primer momento.

Al día siguiente, sábado 5 de diciembre por la mañana, el Patriarca presidió su primera misa solemne en el Santo Sepulcro. Una misa también restringida y a puerta cerrada debido a las restricciones impuestas por las autoridades locales para combatir la pandemia. “Somos la Iglesia del Calvario, es cierto. Pero precisamente en el Calvario, del corazón traspasado de Cristo, nace la Iglesia”, señaló el Patriarca en su comentario al Evangelio. “Cristo en la cruz no es solo sufrimiento redentor, sino sobre todo amor y perdón. Por eso también somos la Iglesia del amor, que no duerme nunca, que vela continuamente, que sabe perdonar y dar la vida, siempre, sin condiciones”.

Encomendamos este nuevo ministerio a la Virgen Santísima”, concluyó Su Beatitud Pizzaballa. “Mujer fuerte e íntegra, que está al pie de la Cruz, pero también Virgen de la alegría por el encuentro con Cristo resucitado. Siguiendo su ejemplo podemos resistir las pruebas y, gracias a la acción del Espíritu, vivir plenamente la alegría de sentirnos siempre amados por Dios”.

 

Unos días antes de su ingreso, una delegación de los medios de comunicación de la Custodia se reunió con el Patriarca para plantearle algunas preguntas. Entre ellas:

 

¿Qué significan para su vida los años transcurridos aquí?

Treinta años en Jerusalén cambian la vida. La mitad de la mía la he pasado aquí, digamos que la parte constructiva de la vida, después de los 25 años. Es evidente que estos 30 años me han modelado: la cultura de Jerusalén, la gente, las relaciones, las dificultades; está claro que empiezo este nuevo servicio teniendo presente cuál ha sido mi historia personal aquí, lo que he aprendido, para bien y para mal, y aporto lo que soy.

 

¿Cuáles son sus sentimientos ahora?

Por un lado estoy sereno, en paz; también hay un poco de inquietud por lo que me espera, porque una cosa, como administrador, es apagar fuegos, y otra es sembrar, plantar y hacer crecer: otra responsabilidad y perspectiva. 

Ya me pregunto cómo hacerlo, si estaré a la altura, cuáles son los tiempos. Son muchas las cosas que me preocupan pero cada problema a su tiempo; por ahora empecemos.

 

¿Por qué piensa que le han escogido?

Es muy difícil responder: habría que preguntar a quien me ha elegido, no a mí. Digamos que es una elección de continuidad: yo soy extranjero pero también llevo aquí treinta años, soy extranjero pero, al mismo tiempo, no lo soy.  Conozco esta realidad bastante bien, con sus límites y también con mis límites. Y aquí la comunidad me conoce, en mis aspectos positivos y también mis límites.  Por eso digo que se trata de una elección de continuidad. También creo que el elemento local de la Iglesia es obvio y claro: es una Iglesia que tiene una identidad árabe evidente. Por eso, también nombrar una persona no árabe ya no se lee como podría leerse hace cuarenta años: es también una invitación a pensar en la vocación universal de esta Iglesia.

 

En su opinión, ¿qué distingue esta Iglesia local de la de otras zonas?

Nosotros somos la Iglesia que custodia concretamente la historia de la Redención: es el lugar donde se escribió la Palabra de Dios. Hay que partir de estos dos elementos: la Palabra de Dios, que debe acompañarnos verdaderamente en nuestra vida – acompaña a toda la Iglesia en todo el mundo, pero aquí de una manera especial. Después, deberíamos trabajar mucho sobre qué es la identidad cristiana aquí, qué significa ser cristiano aquí, cuáles son nuestras raíces, dónde se fundamentan, porque de este sentimiento de pertenencia nace todo lo demás.

 

¿Qué mensaje quiere trasmitir en este momento particular?

En primer lugar, esta crisis del Covid-19 ha creado mucha desorientación en nuestras comunidades: nuestra diócesis abarca cuatro países civiles, que tienen 4 legislaciones diferentes al respecto y situaciones distintas. Por tanto, no podemos tener una misma ley para todos.

Además, ha causado mucha confusión. No hemos podido celebrar la Pascua de la manera habitual y probablemente la Navidad no se celebrará adecuadamente, y esto desconcierta a la comunidad porque la celebración de estos misterios es el eje en torno al que vive la comunidad.

Las consecuencias económicas son catastróficas, especialmente en Palestina y Jordania, sobre todo por la falta de peregrinos y turistas. Hay más de cien familias cristianas que desde marzo no tienen trabajo y por ello, no consiguen literalmente llegar a fin de mes.

El sistema escolar está en crisis: estamos en una fase de desorientación profunda.

Lo que siento que debo decir a mi comunidad es que no es la primera vez que estamos en crisis: hemos tenido muchas intifadas que han bloqueado todo. Me gustaría decirles que no vivan esta situación como el final, como un drama, es un momento difícil pero no es el fin. Tenemos los elementos para mantenernos en comunidad: no podemos tener a los peregrinos, pero es el momento en que la comunidad puede reencontrarse a sí misma.

 

Giovanni Malaspina