Jerusalén: celebrada la fiesta de la Asunción de María | Custodia Terrae Sanctae

Jerusalén: celebrada la fiesta de la Asunción de María

Los evangelios apócrifos de los siglos III y IV relatan que el cuerpo de la Madre de Dios, María, fue enterrado en el huerto de Getsemaní, al pie del Monte de los Olivos en Jerusalén. Respetando esta tradición, el 14 de agosto comenzaron, precisamente en el jardín frente a la entrada de la basílica de Getsemaní, las celebraciones por la fiesta de la Asunción de María. A través de la lectura de pasajes del Evangelio y de una narración apócrifa, los frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa conmemoraron la vida de la bienaventurada Virgen María hasta su “tránsito”, es decir, su muerte terrenal, aunque el lugar concreto donde se conmemora este momento es el santuario de la “Dormitio Mariae” en el Monte Sion. Presidió la liturgia fray Dobromir Jasztal, vicario custodial, en presencia del obispo monseñor Giacinto Boulos Marcuzzo y de monseñor Tomasz Grysa, secretario de la delegación apostólica.

Entre antorchas encendidas y cantos entonados a la Virgen, una imagen de María dormida fue llevada en procesión hasta la basílica de la Agonía en Getsemaní.

En la misma iglesia de Getsemaní, la mañana del día siguiente, domingo 15 de agosto, se celebró la misa solemne de la fiesta de la Asunción de María, presidida por el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton. “Cuando contemplamos la asunción de la Santísima Virgen María al cielo en cuerpo y alma, contemplamos el hecho de que María participa ya plena y personalmente en la nueva creación iniciada por su hijo Jesús con su propia resurrección”, dijo el Custodio en la homilía. De hecho, María, después de dormirse en el sueño de la muerte, permanece en el sepulcro tres días, velada y venerada por los apóstoles, hasta que su cuerpo es llevado al cielo por los ángeles.

“De esta forma, María se convierte – por usar el lenguaje del Apocalipsis – en una señal puesta en el cielo para nosotros. María en un signo al que somos invitados a dirigir nuestra mirada para poder, también nosotros, realizar la peregrinación de la vida con el corazón lleno de esperanza – dijo el Custodio. [..] La Asunción de María es un signo para la humanidad angustiada por el miedo a la muerte, es un signo para la Iglesia que está llamada a participar plenamente en la gloria de Cristo, su Cabeza; es un signo que también nos recuerda, a cada uno de nosotros, que no estamos destinados simplemente a caminar hacia la muerte, sino que a través de la muerte estamos destinados a participar en la nueva creación, en la resurrección, a vivir en Dios junto a Jesús Resucitado, su Madre y todos los santos del cielo” (Aquí la homilía completa).

Fray Benito José Choque, guardián del convento franciscano de Getsemaní, concluyó la celebración con una oración: “Hoy, volvamos nuestra mirada hacia María asunta al cielo en cuerpo y alma para que nos acerque a todos hacia su hijo para que nos salve y caminar en santidad y paz hacia la meta del cielo”.

Al final de la misa, la imagen de la Virgen María fue llevada en procesión al jardín de Getsemaní, entre el recogimiento y el canto de las letanías lauretanas.

Un momento importante de la fiesta de la Asunción celebrada en Jerusalén es el de las segundas vísperas en la gruta de Getsemaní. Esta gruta – llamada “Gruta de la Traición” o “Gruta de los Apóstoles” – se considera la parte más antigua del Getsemaní, a la que se accede por la derecha de la entrada de la iglesia de la Tumba de María.

Los franciscanos, tras la oración de vísperas, se dirigieron en peregrinación a la iglesia de la tumba de María, donde fueron recibidos por representantes de la comunidad greco-ortodoxa y armenia, según establece el Status Quo, que regula la vida de los Lugares Santos más importantes. Cantando himnos a la Virgen, los frailes de la Custodia de Tierra Santa se arrodillaron uno a uno delante del sepulcro, para rendir homenaje a María, madre de Jesús.

 

Beatrice Guarrera