Los Magos llegan a Belén (esperando a los peregrinos)

Los Magos llegan a Belén (esperando a los peregrinos)

Con la Epifanía concluyen las celebraciones de Navidad en Belén. Si bien las fiestas se vivieron en un tono menor en todas sus manifestaciones externas, en cambio la oración se intensificó, sobre todo la oración por la paz. El 6 de enero, día de la Epifanía y 60 aniversario de la visita del papa San Pablo VI a Belén, el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, hizo suyas las palabras que el papa Montini pronunció en aquella ocasión. Fray Patton renovó así “a los jefes de Estado y a todos los que tienen responsabilidad sobre los pueblos del mundo, nuestro llamamiento urgente en favor de la paz mundial”.

Peregrinos de la paz

El Custodio llegó a Belén, la ciudad del “Príncipe de la paz”, la mañana del 5 de enero para su ingreso solemne. Le esperaban las calles vacías, tanto de peregrinos como de fieles locales, que han abandonado los eventos “al aire libre”, priorizando su asistencia a las celebraciones religiosas. “Este año, lamentablemente, no hay peregrinos, pero el corazón de todo el mundo está en Belén para la Epifanía”, afirmó fray Patton en su saludo tras el ingreso.

“Al ver que faltan los Magos, es decir, los peregrinos en Belén, invito a todos los que quieran venir en peregrinación a que hagan un esfuerzo y vengan de todas formas. Los Santos Lugares pueden visitarse y la gente necesita encontrarse con los peregrinos, también para superar la tentación de abandonar esta tierra. Rezamos, esperamos e insistimos para que regresen los peregrinos, para lograr la paz”.

Bajo el signo de Pablo VI

El día de la Epifanía, el Custodio presidió la misa solemne en la iglesia latina de Santa Catalina, vistiendo la casulla que el papa Pablo VI utilizó en la celebración en la gruta de la Natividad hace 60 años. Sobre el altar, también el mismo cáliz. El pontífice fue el primer sucesor del apóstol Pedro en volver como peregrino a Tierra Santa.

En su homilía, el Custodio invitó a los fieles a adoptar en sus vidas la misma actitud que los Reyes Magos, que “se postran en adoración y ofrecen oro, incienso y mirra. Son dos gestos que nos enseñan cómo debería ser nuestra relación con Dios que se manifiesta en el Niño Jesús. Pongamos a Jesucristo en el centro de nuestra vida como nuestro Dios, como nuestro rey, como Aquel que comparte nuestra vida, como príncipe de la paz, que inspira opciones de paz, palabras de paz, actitudes y sentimientos de paz”.

La Navidad de otros

Mientras los católicos celebraban las liturgias de la Epifanía, llegaron a la Plaza del Pesebre y a la gruta de la Natividad los patriarcas ortodoxos, en el día que para ellos es la víspera de Navidad (las Iglesias que siguen el calendario juliano celebran la Navidad el 7 de enero, junto con la Epifanía). El Custodio de Tierra Santa pudo saludar al patriarca greco-ortodoxo, Teófilo III, poco antes de su entrada en la basílica de la Natividad.

La llegada de los Magos

La tarde del 6 de enero, las segundas vísperas de la Epifanía destacaron las figuras de los Reyes Magos. Tres frailes franciscanos dieron vida a estos sabios “procedentes de Oriente”, llevando un regalo al Niño Jesús: oro, incienso y mirra. Fray Luis Enrique Segovia, guardián del convento franciscano de Belén, llevó una rosa de oro, donada por Pablo VI a la basílica de la Natividad. Fray Alberto J. Pari, secretario de la Custodia de Tierra Santa, llevó incienso, que alimentó el turífero con el que se incensaron los lugares santos de la manifestación de Jesús, en la gruta de la Natividad. Fray Jad Sara, responsable de la enfermería de los frailes, llevó la mirra, el aceite perfumado que se usaba antiguamente para los entierros.

Después de la adoración en la gruta, los frailes, con los Reyes Magos y el Custodio con la imagen del Niño Jesús en trono recorrieron en procesión tres veces el claustro de la iglesia de Santa Catalina, repartiendo entre los fieles granos de incienso y gotas de mirra, antes de la bendición final con la imagen del Niño Jesús.

Marinella Bandini