Las hermanas clarisas de Jerusalén, cuando hablan sobre ellas, parecen iluminarse de alegría. Santa Clara de Asís es su ejemplo de vida y la chispa que enciendesu amor por el esposo Jesús. Por eso, el día de la fiesta de la santa, el 11 de agosto, las hermanas estaban aún más felices por poder recibir a tantos fieles llegados de toda Jerusalén para celebrarla. Canonizada en 1255, Santa Clara estuvo muy cercana a San Francisco durante toda su vida, compartiendo el mismo tipo de entrega radical a Jesús. Por eso, todavía hoy franciscanos y clarisas son como hermanos y hermanas. «Nuestra comunidad está unida espiritualmente a la Custodia de Tierra Santa – declara sor María Clara, abadesa del convento -. Nuestra misión está en sintonía con la suya, pero más dedicada a la pura oración».
LAS VÍSPERAS. Las celebraciones por la fiesta de Santa Clara se iniciaron con las vísperas del 10 de agosto, presididas por el vicario de la Custodia, fray DobromirJazstal. «Para vosotras, hermanas, y para todo el mundo franciscano, Santa Clara es una figura de reclamo», decía el vicario. Tras el Evangelio, se leía la historia del tránsito de Clara de Asís al cielo. «Es nuestra hermana y nos invita a no renunciar nunca a nuestro camino y a nuestra vocación», afirmaba en la homilía fray Dobromir. El vicario también recordaba que los santos están estrechamente unidos a nosotros por la caridad. Lo que los santos no tienen y nosotros debemos atesorar es el tiempo en esta tierra. «Nosotros somos de este tiempo y tenemos tiempo. No sabemos hasta cuando, pero depende de nosotros decidir qué hacemos con él. Estoy seguro de que, si Santa Clara pudiese, citaría las mismas palabras de Jesús: “caminad mientras tengáis luz”».
LA MISA. El 11 de agosto, a las 10 de la mañana, en la llenísima iglesia del convento de las clarisas tuvo lugar la misa para celebrar Santa Clara, presidida por el administrador apostólico del Patriarcado Latino, monseñor PierbattistaPizzaballa. «Las lecturas de hoy insisten mucho en la palabra “permanecer”, una palabra clave también para el Evangelio y para nuestra vida – decía monseñor Pizzaballa en su homilía -. Debemos permanecer en Cristo y en la medida en que estemos unidos a Él tendremos vida». Santa Clara fue un ejemplo viviente de lo que significa este “permanecer” y tuvo la decidida voluntad de vivir sin ninguna seguridad y sin nada propio. El Señor os conceda la dulzura de disfrutar de la alegría del Señor en Cristo», concluía Pizzaballa.
En la iglesia se encontraban muchos franceses y también fieles locales árabes o hablantes de lengua hebrea, dada la situación del convento. «Nos encontramos en un barrio judío, pero los habitantes también tienen amigos palestinos – decía el padre David Neuhaus, vicario del Patriarcado latino para los católicos de lengua hebrea -. Las hermanas aquí se esfuerzan por mantener unidos a los dos pueblos y es una obra importante que realizan para la Iglesia. Contamos con su oración porque están consagradas a la oración por la paz, por la justicia, por los pueblos de esta tierra». «Estamos aquí para trabajar y también para rezar, por eso intentamos estar presentes cuando hay celebraciones especiales», explicaba Francesca, una voluntaria italiana de la Custodia que participaba en la misa.
LAS CLARISAS LANZAN UN SITIO WEB. La fiesta de su santa fundadora también fue la ocasión para las clarisas de Jerusalén de lanzar su primer sitio web https://monasteroclarissejerusalem.wordpress.com/. La comunidad de la Ciudad Santa cuenta hoy con doce hermanas de Italia, Francia, Ruanda, Argentina y, aunque es de fundación francesa, en los últimos años se ha vuelto internacional. «Queremos dar un rostro internacional también a la oración porque Jerusalén es así – explica la madre abadesa sor María Clara -. Para nosotras es un precioso reto: dar testimonio de que esto es como un laboratorio fraterno de reconciliación y de paz». Pero, ¿por qué abrir un sitio web? «Para llegar a la juventud y ofrecerun mensaje que alcance a todo el mundo. Un mensaje de paz y redención. Y después veremos si hay alguien que se sienta llamado a dar la vida en Tierra Santa, sabiendo que nosotras lo estamos», afirma sor María Clara. El objetivo, por tanto, es ponerle cara a las clarisas de Jerusalén, ofrecer un espacio para las vocaciones y además – explica la abadesa – hablar de una importante clarisa, sor María de la Trinidad, que estuvo en ese monasterio de Jerusalén.
SER CLARISA EN JERUSALÉN. «Nuestra misión es la oración y por tanto tenemos citas periódicas que nos permiten elevar el corazón a Dios para santificar el santuario del tiempo. Rezamos siete veces al día y tenemos cita diaria para la adoración eucarística, además de las semanales como la lectio divina y el vía crucis». Quien describe la vida en el monasterio es la joven hermana Amata. Durante el resto del tiempo no faltan las actividades, como explica sor María de Nazaret: «Preparamos hostias, creamos productos de artesanía, gestionamos una casa de huéspedes. Marcapáginas, cubiertas para breviarios, portapasaportes, velas… todos esos objetos los producimos aquí».
Para un mundo secularizado la vida en clausura resulta difícil de entender, mientras que las hermanas clarisas no tienen ninguna duda sobre su belleza. «La nuestra es una vida totalmente entregada. Personalmente me sentí atraída por el amor fraterno de Santa Clara, a través de los gestos concretos hacia sus hermanas. Su amor se hace servicio», cuenta la abadesa. Sor María de Nazaret añade: «Para convertirse en clarisa en Jerusalén hace falta tener una doble vocación, porque además de la fascinación por Cristo, hay que tener amor hacia la encarnación en los santos lugares». «Estar aquí significa para mí permanecer cerca del Calvario, para recibir el espíritu que Cristo entrega en la cruz – afirma sin dudar sor Amata -. El nuestro es un misterio de intercesión: es un “meterse en medio” para reparar la humanidad, como hizo Jesús. Vivimos en un país lleno de conflictos y nosotras estamos en medio a través de la oración».
Beatrice Guarrera