Se abre el año nuevo en Tierra Santa: solo en el rostro de Jesús está la verdadera paz

Se abre el año nuevo en Tierra Santa: solo en el rostro de Jesús está la verdadera paz

En Tierra Santa se cierra el año viejo y se abre el nuevo bajo el signo del recogimiento, el agradecimiento y la oración: momentos en torno a los cuales, los días 31 de diciembre y 1 de enero, se reunió toda la comunidad franciscana en Jerusalén, junto con numerosos religiosos y fieles locales.

En las celebraciones hubo una fuerte invocación por la paz y el deseo palpable de volver a confiar todo al cielo, en el inmenso sufrimiento que ha conmocionado y sigue devastando esta tierra desde hace demasiados meses.

Las primeras vísperas de la solemnidad de Santa María Madre de Dios y el Te Deum

Las notas del Te Deum concluyeron, la tarde del 31 de diciembre, las primeras vísperas de la solemnidad de Santa María Madre de Dios, presididas por el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton. El Te Deum, vinculado a las celebraciones de acción de gracias, se canta tradicionalmente en este último día del año precisamente para recordar y dar gracias al Señor por el año que acaba de pasar.

Asistió también a la oración, que tuvo lugar en la iglesia de San Salvador, el Patriarca Latino de Jerusalén, cardenal Pierbattista Pizzaballa, acompañado por el cardenal Fernando Filoni, Gran Maestro de la Orden del Santo Sepulcro, en estos días en peregrinación en Tierra Santa. Ambos quisieron unirse a la comunidad franciscana para la liturgia que se celebró en un ambiente de particular recogimiento y silencio.

La misa en el Patriarcado Latino

El 1 de enero de 2024, se celebró en la iglesia del Patriarcado la misa de la solemnidad de Santa María Madre de Dios, presidida por el cardenal Pizzaballa, junto con varios obispos y autoridades religiosas católicas de Tierra Santa, entre ellos el cardenal Filoni, Adolfo Tito Yllana, nuncio apostólico en Israel y Chipre y delegado apostólico para Jerusalén y Palestina, y fray Francesco Patton, Custodio de Tierra Santa.

«Este no es el momento ni el lugar para entrar en juicios y valoraciones sobre la situación que estamos viviendo: sobre eso ya hemos oído suficiente – comenzó el Patriarca en la homilía–. Aquí, hoy, debemos y queremos volver nuestra mirada a Cristo y obtener de Él la fuerza necesaria para reforzar la confianza, herida por tanto dolor».

El día en que se celebra también la Jornada mundial por la paz, establecida por Pablo VI, el Patriarca se centró en ella, subrayando que la verdadera paz «es la que se construye sobre un deseo sincero de encuentro, de acogida y fraternidad, y que requiere necesariamente también un camino de conversión».

«Debemos reconocer que la guerra y su contexto son, por desgracia, el entorno natural del ser humano – manifestó el cardenal –. Pero si es verdad que el corazón del hombre está inclinado hacia el mal y la violencia, también es cierto, sin embargo, que en él subyace también un deseo de paz y de vida, que también espera encontrar su expresión. El nacimiento de Cristo, por tanto, no anuló el mal, sino que dio expresión e hizo visible de una vez por todas ese deseo de paz y de vida que subyace en nuestro corazón y en el corazón de todos los hombres. Jesús no resolvió algunos de los problemas sociales y políticos de su tiempo, pero indicó el camino, que aún hoy es la vía principal para quien quiere construir entornos de paz, también aquí, hoy, en el atormentado y conflictivo Oriente Medio: el encuentro. Promover, buscar, construir y cuidar el deseo de encuentro. En el fondo, si lo pensamos bien, significa vivir seriamente el Evangelio, y asumirlo como criterio fundamental para las decisiones vitales».

También fray Francesco Patton, Custodio de Tierra Santa, quiso dirigir un pensamiento especial a la paz. «La paz, para nosotros los cristianos, no es simplemente la ausencia de guerras o de armonía en las relaciones, sino que es una persona, la paz es Jesús. Y quizá entonces comprendamos también mejor la bendición que hoy hemos reencontrado en la primera lectura, tan querida por San Francisco, con la que se invoca “Que el rostro de Dios brille sobre nosotros y nos manifieste la misericordia y la paz de Dios”. El rostro de Dios que brilla sobre nosotros es el rostro de Jesús, hijo de Dios e hijo de María.  Y desde los santos lugares debemos continuar proponiendo el rostro de Jesús, porque ellos son el testimonio histórico de su rostro»

Al final de la celebración, antes de los habituales saludos e intercambio de buenos deseos con los presentes, el Card. Pizzaballa agradeció también al P. Peter Filet, del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram, sus muchos años de servicio como Director de Ceremonias Litúrgicas y Secretario del Consejo de Obispos en Tierra Santa, en vista de su partida para su nueva misión en Italia.

Silvia Giuliano