Se celebra en el Litóstrotos la quinta peregrinación franciscana de Cuaresma

Se celebra en el Litóstrotos la quinta peregrinación franciscana de Cuaresma

Dentro del complejo de la Flagelación, el miércoles 29 de marzo tuvo lugar la quinta estación cuaresmal de las peregrinaciones litúrgicas que los frailes de la Custodia de Tierra Santa realizan cada año para prepararse para la Pascua. La misa se celebró en el santuario de la Condena, en el que se recuerda el acto final del proceso en que fue acusado Jesús en las horas posteriores a su arresto.

El episodio se narra, entre otros, en el capítulo 19 del evangelio de Juan, que recoge las distintas fases del proceso que condujo a la condena de Cristo a manos del gobernador romano de Judea, Poncio Pilatos.

La celebración eucarística fue presidida por fray Gregor Geiger, ofm, mientras que, como en todas las peregrinaciones de esta Cuaresma, fray Alessandro Coniglio, profesor y secretario del Studium Biblicum Franciscanum, realizó el comentario a la Palabra del día.

El predicador reflexionó sobre el sacrificio extremo de Cristo y sobre su significado teológico: “En esta peregrinación al lugar de la condena a muerte de Jesús, la liturgia de la palabra nos ofrece como primera lectura a Isaías (53, 1-10), que retoma la historia del siervo que sufre, cuando llega a su destino de muerte. […] El siervo del Señor ofrece su vida, padeciendo todo tipo de ultrajes y sufrimientos, hasta la muerte, porque carga con el peso de nuestras culpas y nuestras iniquidades, de forma que sus llagas y su muerte se convierten en compensación por nuestra culpa”.

Precisamente en el lugar donde se celebró el juicio de Jesús, las palabras de la homilía subrayaron la distancia y la incompatibilidad entre la inocencia de Cristo – declarada por Pilatos (Jn 18, 38; 19, 4) – y su sentencia.  Una injusticia que solo puede comprenderse entrando en la lógica del sacrificio y en la gramática sacerdotal “de algunos ritos particulares de compensación/satisfacción por un pecado cometido”. Naturalmente, el pecado es el de la humanidad, del que Cristo se hizo cargo expiando su pena en la cruz.

Para cerrar la brecha dicotómica entre la no culpabilidad y la condena de Jesús, fray Alessandro insistió en el hecho de que su inocencia fue nuestra justificación y que las llagas de Cristo fueron la fuente de la que mana nuestra salvación, sin las que no habríamos sido redimidos.

El indicativo de la salvación, por tanto, puede ser representado por el acontecimiento de la redención que se expresa con el don absoluto de Dios por nosotros. A este indicativo, prosiguió fray Coniglio, le corresponde el imperativo de la salvación: “la vida cristiana no es solo contemplación extasiada del misterio paradójico de Dios, sino seguimiento concreto del Cordero inmolado, para seguir sus pasos”.

“¿Qué podemos dar a Dios a cambio de su inmensa generosidad?”, preguntó fray Alessandro al concluir la homilía. “No se trata tanto de devolver, de pagar todo lo que es impagable por nuestra parte. Se trata, más bien, de imitar la vida de Dios. Desde que comenzamos estas peregrinaciones cuaresmales, el misterio del pathos de Dios se nos ha ofrecido no solo para que lo conozcamos, sino para que lo imitemos.  Ser creyentes en el Dios que sufrió la pasión del amor por nosotros significa estar dispuestos a sufrir con paciencia todas las contrariedades y todas las aflicciones para liberar a los demás de sus penas”.

Al final de la celebración los fieles presentes fueron invitados a participar en un cordial refrigerio ofrecido por los frailes en los locales del convento.

Filippo De Grazia