Segunda peregrinación a Getsemaní: el silencio de los que están solos

Segunda peregrinación a Getsemaní: el silencio de los que están solos

La basílica de la Agonía, o “de las Naciones”, que este año celebra el centenario de su fundación en 1924, acogió el miércoles 6 de marzo la segunda peregrinación de Cuaresma, en un ambiente de profundo recogimiento y oración.

Entrando poco a poco en el misterio de la Pascua, los frailes, acompañados de un grupo de fieles, conmemoraron el momento quizá más oscuro de la vida pública de Jesús: la agonía y la oración en el Huerto de los Olivos

La basílica de Gestemaní

Ese momento, que muestra toda la humanidad de Cristo, se recuerda mediante la piedra de la agonía, colocada frente al altar. La actual basílica, de hecho, se alza sobre un eje situado en el punto de encuentro entre el perímetro de la iglesia bizantina y la de los cruzados, tal como quiso el arquitecto Antonio Barluzzi hace cien años, precisamente para integrar – y realzar – el bloque aislado de roca donde se concentra la memoria del sufrimiento de Jesús.

La basílica es llamada también “Iglesia de las Naciones” porque muchos países contribuyeron a su construcción y los escudos de las naciones están representados en las cúpulas y los mosaicos del ábside. Para recordar la oscuridad de aquella noche y la oscuridad que Cristo tuvo que atravesar para salvar a la humanidad, el interior permanece en penumbra, gracias a la luz que se filtra por el alabastro violeta de las ventanas y al azul oscuro de la bóveda. El mosaico principal representa a Cristo angustiado; los de las naves laterales, el beso de Judas y el arresto de Jesús.

El silencio de los que están solos

La solemne celebración eucarística fue presidida por fray Alberto Joan Pari, Secretario de la Custodia de Tierra Santa. La homilía corrió nuevamente a cargo de fray Paolo Messina, profesor en el Studium Biblicum Franciscanum de Jerusalén, elegido para guiar a los franciscanos durante el periodo de Cuaresma a través de sus reflexiones sobre las Escrituras.

Fray Paolo siguió centrando sus meditaciones en el “silencio”: «Hay momentos en que todos estamos llamados a tomar decisiones igualmente personales y fundamentales en nuestra vida: y estamos llamados a hacerlo solos. Esta tarde quiero reflexionar sobre el silencio que envuelve esos momentos».

La oración perfecta

Durante su comentario al Evangelio de Mateo (Mt 26, 36-46), fray Paolo ofreció una interesante reflexión sobre el silencio que envuelve la oración en el Huerto de los Olivos, centrando la atención en el camino que Jesús recorre tres veces, alejándose para orar, apartándose, mientras Pedro, Santiago y Juan, los discípulos que ha llamado a su lado (Mt 26,37), no logran mantenerse en vela con él.

Cuando se aleja de nuevo para rezar por tercera vez, esta es “su oración perfecta”, aquella en la que Jesús permanece solo, en silencio ante el Padre.

«En ese silencio solitario – subraya fray Paolo – Jesús se reencuentra a sí mismo tras la angustia inicial. Así nos enseña a no huir de este silencio sino más bien a buscarlo. En los momentos decisivos de nuestra vida, a veces podemos sentir el calor de una presencia amiga, otras veces la ausencia de cualquier apoyo.  Pero en el fondo, la experiencia de Jesús en Getsemaní revela una verdad, tal vez difícil de aceptar, pero no por ello menos real. Entrar solos en ese silencio es la única manera de reencontrarnos con nosotros mismos, de redescubrir una fuerza interior que a veces creemos perdida, de aceptar un destino que puede ser aterrador o difícil. Sin embargo, únicamente enfrentándonos solos al miedo a este silencio descubriremos que allí encontraremos al Padre, y aprenderemos también nosotros, con Jesús, a decir “no se haga mi voluntad sino la tuya”».

Silvia Giuliano

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