Sexta peregrinación a Betfagé: el silencio que estalla en alegría

Sexta peregrinación a Betfagé: el silencio que estalla en alegría

Las peregrinaciones cuaresmales de los frailes de la Custodia de Tierra Santa concluyeron con el canto del “Hosanna” en Betfagé, el sábado 23 de marzo. Es víspera del Domingo de Ramos, el día en que, precisamente desde Betfagé, parte la procesión que conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén. Mientras en el santuario franciscano se celebraba la misa, en el exterior la comunidad católica india celebró su Domingo de Ramos con un día de antelación (como los indios en su mayoría están empleados por propietarios judíos, el domingo es un día laborable para ellos).

Betfagé, lugar de encuentro

El santuario de Betfagé, restaurado en su forma actual en 1954, se encuentra en la ladera oriental del Monte de los Olivos. Está situada en el cruce de tres caminos, a Jerusalén, a Jericó y a Betania. Aquí se conmemora el encuentro de Jesús con Marta y María, que le salieron al encuentro mientras iba de camino a Betania – a menos de un kilómetro –, donde resucitará a Lázaro. Ya desde el siglo IV, la peregrina Egeria habla de una iglesia que conservaba el recuerdo de este encuentro. Aquí se sitúa también el punto del que partió Jesús para entrar en Jerusalén, en medio de las aclamaciones de la multitud. 

La piedra de la memoria

La memoria de este lugar se había perdido hasta que, en 1870, se encontró una piedra de forma cúbica – hoy incorporada a la iglesia actual –, en la que unas pinturas recuerdan los acontecimientos mencionados: Marta, María y Lázaro resucitado, una multitud con palmas en las manos y un asno y su pollino desatados ante la mirada de los habitantes del pueblo. En 1871 los franciscanos adquirieron esta propiedad y construyeron aquí el primer santuario, luego ampliado en 1954 y restaurado en 2014.

La peregrinación

Los frailes franciscanos entraron en procesión en la pequeña iglesia de Betfagé. Después de rezar los Laudes, se celebró la misa, presidida por fray Alberto J. Pari, secretario de la Custodia de Tierra Santa. La homilía fue pronunciada por fray Paolo Messina, profesor en el Studium Biblicum Franciscanum de Jerusalén, elegido para guiar las reflexiones cuaresmales de los franciscanos.

Invitación a la alegría

“Jesús llega a Jerusalén, la multitud lo exalta, pero a los pocos días será crucificado. ¿Qué sentido tiene, entonces, vivir la alegría y la exaltación de ese día? ¿Quizá Jesús no era consciente de lo que iba a encontrar? provocó fray Paolo en su homilía. En realidad, Jesús sabía muy bien hacia dónde llevaba ese camino y decidió recorrerlo con alegría: “La alegría de ese día no es olvido de los sufrimientos futuros o de las dificultades anteriores. Es, más bien, una invitación a vivir con alegría incluso las situaciones que nos hablan de muerte. Hay una alegría profunda que nace de la certeza de que el Señor recorre con nosotros ese camino hacia Jerusalén”.

Desde el silencio, un canto de alabanza

A lo largo de su discurso, el predicador invitó a “desatar” los nudos que oprimen nuestra vida, igual que Jesús “desató” al asno sobre el que entró en la ciudad. “Desde esta tierra en particular, creo que estamos llamados a “desatar”, es decir, a superar el rencor para liberar la paz, el deseo de oprimir para reconocer al hermano en el otro, el odio para perdonar a ese hermano”. Finalmente, una exhortación, que ya tiene el sabor de la Pascua: “Disolvamos el silencio que nos ha acompañado en este tiempo de Cuaresma en un canto de alabanza, en un himno de júbilo porque el Señor ha resucitado y viene de nuevo a liberarnos”.

Marinella Bandini