La historia del convento de San Francisco de Trípoli Al-Mina hunde sus raíces en el origen de la presencia franciscana en Tierra Santa. Parece que el mismo fray Elías de Cortona, el primer fraile a quien San Francisco encargó ir a Tierra Santa (y el primer sucesor de San Francisco), fue el fundador del convento. Fuentes franciscanas narran que el mismo San Francisco, después de su histórico encuentro con el sultán en Damieta en 1219, regresó a la entonces tierra de Siria en marzo de 1220 para consolidar los conventos fundados a partir de 1217. Precisamente en Trípoli, donde después surgiría el suburbio de Al-Mina, los franciscanos celebraron un capítulo provincial en 1255 y esto sugiere que el convento era grande e importante. Al capítulo asistió también el célebre misionero fray Guillermo de Rubruk, que regresaba de una misión diplomática entre los mongoles. Tras la destrucción del convento de Trípoli en 1289 a manos del ejército del sultán mameluco Qalawan, los franciscanos probablemente fueron martirizados y no se tiene noticia de ellos hasta algunos siglos más tarde. Los frailes menores de la Custodia de Tierra Santa volvieron a residir en la ciudad de Trípoli solo en 1582, en un nuevo convento y con una iglesia, y desde allí ayudaban a los comerciantes europeos en tránsito y a los cristianos maronitas de la región.
En 1873 se amplió la iglesia de la ciudad de Trípoli, dedicada a San José, a medida que aumentaba el número de fieles. Estuvo administrada por los franciscanos hasta 1950, cuando a instancias de la Congregación para las Iglesias Orientales, fue cedida a la Iglesia sirio-católica de Cilicia. De hecho, los frailes de la Custodia estaban construyendo una nueva iglesia y una nueva residencia en la ciudad que, una vez terminada, en 1955 también pasó a manos de la iglesia maronita.
Mientras tanto, desde 1852 la Custodia había establecido dos religiosos en Trípoli Al-Mina, ciudad independiente que se asoma al mar, a cinco kilómetros al oeste de la actual Trípoli. En 1858 se construyeron en Trípoli Al-Mina el convento dedicado a San Francisco y la iglesia, para la que el soberano del entonces reino de las Dos Sicilias, Fernando II de Borbón, mandó realizar un cuadro de la Virgen María. Los frailes se ocupaban de unos doscientos fieles de rito latino y de otros cristianos de rito oriental que preferían frecuentar esa iglesia. También establecieron una escuela de Tierra Santa que cada año formaba a unos doscientos alumnos y que permaneció activa hasta 2014.
Desde 1976, debido a la guerra en curso y a otras dificultades, en Trípoli Al-Mina ya no vivía una comunidad estable. El capítulo custodial de 2016, sin embargo, decidió reasignar una fraternidad al convento de San Francisco y encomendar a fray Quirico Calella el papel de guardián.
En la actualidad, el lugar se ha convertido en un centro franciscano que brinda servicios de alojamiento en la modalidad de bed and breakfast, un centro deportivo (futbol, baloncesto, voleibol, tenis, judo, danza) y un punto de referencia para la juventud local. El convento de San Francisco ha intentado durante los últimos años continuar la labor de diálogo con el mundo musulmán, organizando encuentros de debate y formación entre cristianos y musulmanes, con la asistencia de autoridades religiosas de ambas religiones. Con motivo de la fiesta musulmana del Ramadán, además, en el convento franciscano se ofrecen iftar, cenas compartidas que marcan el fin del ayuno diario observado en este periodo por los musulmanes, hasta la puesta de sol. Se presta especial atención también a la formación de los cristianos locales con reuniones dirigidas a los que se encuentran en un entorno de mayoría musulmana.
“Debido a la pandemia hemos tenido que limitar las actividades del centro deportivo y por el momento también nuestro bed and breakfast está cerrado – explica el superior fray Quirico Calella –. Sin embargo, este verano no renunciamos a nuestro campamento estival. Duró tres semanas y reunió a niños de cinco a doce años en nuestros locales para realizar una serie de actividades pensadas para ellos”. El pasado mes de diciembre se puso en marcha otra iniciativa de apoyo para esta emergencia sanitaria: una doctora italiana realizó un voluntariado en el convento, haciendo durante una semana cerca de un centenar de tests serológicos y visitas médicas gratuitas a quien lo pidiese.
Como en todos los sitios afectados por la pandemia, las restricciones y el confinamiento han provocado que varias actividades se realizasen online, como reuniones organizativas o misas. Tampoco el concierto organizado con motivo de la semana de oración por la unidad de los cristianos podrá llevarse a cabo presencialmente debido al confinamiento en curso en Líbano. Por ello, la televisión libanesa Telelumiere trasmitirá en directo el 20 de enero el concierto de Muna Hallab, una cantante musulmana que actuará desde el convento franciscano, acompañada por un estudiante de órgano, a cuya formación ha contribuido la Custodia con una beca de estudios.
Además, fray Quirico participa en actividades de ayuda a la ONG Operazione Colomba (Operación Paloma), que trabaja en el campo sirio de Tel Abbas. “Recientemente hubo un incendio en otro campo al norte del país y muchos de los refugiados se desplazaron a las aldeas vecinas. Nosotros también proporcionamos alguna ayuda”, continúa fray Quirico.
El convento de Trípoli Al-Mina sirve también de apoyo a la vida pastoral de los cristianos, no solo latinos sino también de otros ritos, así como a la comunidad de inmigrantes filipinos, numerosa en el país. Para ayudar a las muchas familias con dificultades, el convento franciscano de Trípoli Al-Mina ha promovido la distribución de paquetes de alimentos. “Entre los beneficiarios también hay familias musulmanas”, explica fray Quirico para indicar que la ayuda va dirigida a todos los necesitados, sin hacer diferencias. “Si antes de la pandemia solo ayudábamos a las personas que venían a llamar al convento, hoy tratamos de organizarnos con los paquetes de alimentos para ayudar a las familias – concluye fray Quirico –. La próxima distribución será a primeros de febrero y entregaremos a unas 150 familias víveres, material sanitario y medicinas. Ayudaremos a quien lo necesita: libaneses, emigrantes, refugiados sirios y palestinos”.
Beatrice Guarrera