Vuelve un obispo latino a la isla de Chipre: el franciscano Bruno Varriano

Vuelve un obispo latino a la isla de Chipre: el franciscano Bruno Varriano

Un momento histórico: así lo define el Patriarca Latino Pierbattista Pizzaballa que el sábado 16 de marzo, en el centro Filoxenia de Nicosia, presidió la misa de ordenación de fray Bruno Varriano como obispo de Astigi, convirtiéndose así en el nuevo obispo auxiliar del Patriarcado Latino de Jerusalén en Chipre.

La presencia de un obispo latino al servicio de la isla de Chipre se remonta a hace 340 años.

Una numerosa y calurosa participación

La importancia del esperado acontecimiento fue subrayada por la asistencia de personalidades y autoridades procedentes de muchas partes del mundo: S.B. Fouad Twal, Patriarca Latino Emérito de Jerusalén, monseñor Giovanni Pietro Dal Toso, nuncio apostólico en Jordania y Chipre, monseñor Adolfo Tito Ylana, nuncio apostólico en Israel, monseñor Mauro Lalli, responsable de Asuntos Exteriores para Chipre, monseñor Salvatore Pennacchio, el arzobispo Moussa El Hajj, monseñor Hanna Jallouf y muchos otros. Señal también del gran afecto y estima de todos los presentes hacia fray Bruno.

También asistió en gran número la comunidad de la Custodia: el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton quiso estar presente junto con el vicario fray Ibrahim Faltas, los discretos fray John Luke Gregory y fray Alessandro Coniglio y otros franciscanos que compartieron con fray Bruno su servicio en diferentes comunidades.

Pero sin duda, la presencia más importante y participativa fue la comunidad de fieles que quiso acompañar a su pastor en este importante momento: una comunidad heterogénea compuesta en su mayoría por inmigrantes de Filipinas, Sri Lanka, India y países africanos francófonos.

Pizzaballa: el corazón de la vida cristiana es Cristo y nada más

«La decisión de tener un obispo latino en Chipre, querido padre Bruno, está ligada a la misión, no de restaurar, sino de servir – recordó el cardenal Pizzaballa –. No estamos aquí para celebrar la restauración de la antigua gloria. Somos y seguimos siendo una pequeña realidad de la Iglesia católica, inserta en un contexto religioso más amplio, especialmente greco-ortodoxo, pero no solo, con el que queremos colaborar en un espíritu de armonía y respeto, y por cuya benevolencia estamos siempre agradecidos».

El cardenal Pizzaballa recordó los desafíos pastorales que han marcado la vida de Chipre y que «requieren una presencia eclesial cada vez más sólida, y un servicio pastoral distinto y más valiente, extendido a todos nuestros fieles, dispersos por todo el territorio de la isla, y no pocas veces sumidos en situaciones sociales muy frágiles».

Después se dirigió directamente a fray Bruno: «Tendrás que recordar a nuestras comunidades repartidas por la isla que el corazón de la vida cristiana es Cristo y nada más. El primero, y diría que el único, plan pastoral que debes ofrecer es dar testimonio de que el encuentro con Cristo es lo más hermoso que le puede suceder a alguien y que una comunidad cristiana recibe la vida de la eucaristía, antes que de cualquier otra actividad».

Gran implicación en el rito de la ordenación episcopal

Las cálidas palabras del cardenal Pizzaballa formaron parte de una celebración donde los ritos solemnes fueron dirigidos de forma impecable por el maestro de ceremonias fray Rodrigo Machado Soares, lo que permitió la íntima participación de los presentes en la liturgia especial de la ordenación episcopal, compuesta por muchos signos y símbolos.

Entre ellos, el emotivo momento de la imposición de manos sobre la cabeza por el cardenal Fortunado Trezza, S.E. Selim Sfeir, arzobispo de Chipre y por todos los obispos presentes, y la oración de ordenación que le sigue, con la que se confirió el don del Espíritu Santo para el ministerio episcopal.  Al final, la imposición del libro de los Evangelios sobre su cabeza recordó a fray Bruno que la tarea principal del obispo es la predicación de la Palabra, a la que el mismo está sometido.  Luego, la liturgia especial incluía la unción de la cabeza, la entrega del báculo, el anillo y la mitra.

El coro, compuesto por unos 100 miembros, también favoreció la implicación en la ceremonia litúrgica, durante la cual se sucedieron cantos seleccionados de diversos repertorios e idiomas. La responsable, sor Antonia, quiso reiterar la emoción de todos los integrantes del coro – filipinos, sudafricanos y chipriotas – procedentes de las ciudades de Limasol y Nicosia.

Las palabras de monseñor Bruno Varriano

Al final de la celebración, el nuevo obispo, monseñor Bruno Varriano, quiso agradecer a todos los que hicieron posible esta fiesta: «Gracias a todos por los ánimos. Recuerdo mi mandato en Nazaret, donde he vivido durante 9 años: es en la proximidad a María de Nazaret y a San José como he podido madurar mi “sí” a esta nueva misión. Quiero dar las gracias al Patriarcado y a todos los sacerdotes y seminaristas por su cercanía y su afecto». Se emociona cuando dirige su pensamiento a “su familia religiosa”: «Gracias a todos los frailes de la Custodia de Tierra Santa. Gracias al padre Custodio que me ha acompañado hasta este momento, reconduciéndome siempre hacia lo esencial. Un particular y especial agradecimiento a la iglesia maronita: somos una única realidad que camina fraternalmente junta».

La adhesión de monseñor Bruno a la Virgen María queda patente en su lema episcopal “Secundum verbum tuum” (“Según Tu palabra”), las palabras que María dirige al ángel, elegidas como programa de su servicio.  En su escudo, además, se puede ver el origen franciscano de fray Bruno a través de los dos brazos que se cruzan con una cruz en el centro: este es el símbolo de la orden fundada por San Francisco de Asís.

«La importante presencia hoy de católicos de todas las nacionalidades y procedencias – afirmó el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, al concluir la celebración – nos recuerda que fray Bruno, además de su actividad pastoral con la comunidad local, está llevando a cabo una enorme labor con los trabajadores migrantes, que ahora son la mayoría de la comunidad latina. Y también su actividad con los refugiados y desplazados que llegan en gran número, especialmente a esta isla del Mediterráneo».

Silvia Giuliano