Plaza y entrada
A través de las estrechas calles del Suk de la Ciudad Vieja, llenas de vendedores, souvenir religiosos y peregrinos curiosos, se llega casi sin darse cuenta delante de la entrada de la basílica del Santo Sepulcro. Ante una placeta empedrada rodeada de edificios se abre la fachada de la iglesia cruzada con sus entradas, de las que sólo la de la izquierda permanece abierta, sobre las que se encuentran el mismo número de ventanas enmarcadas por arcos ligeramente puntiagudos y elaborados con motivos vegetales.
En la época cruzada, las dos puertas estabanadornadas por lunetas decoradas: la de la derecha tenía un mosaico con la figura de la Virgen María, la de la izquierda todavía conserva las huellas del opus sectile realizado con preciosos mármoles esculpidos. Cuando terminaron la fachada, los cruzados añadieron el campanil en la esquina izquierda de la plaza, que en la actualidad se encuentra sin las plantas superiores que se derrumbaron en 1545. Por la derecha, una escalinata abierta lleva hasta un pórtico cubierto por una pequeña cúpula cilíndrica, el original acceso exterior al Calvario, después transformado en la pequeña Capilla de los Francos, de propiedad Latina, dedicada a la Virgen Adolorada.
Entrando en el patio, a lo largo de las gradas que llevan hasta el empedrado, todavía se pueden ver las bases de las columnas que sostenían el pórtico cruzado. Las columnas se enviaron como regalo a la Meca por deseo de los Corasmios en 1244. Por los laterales este y oeste del patio se abren las entradas a las capillas griego-ortodoxas, armenias y etíopes, además de al convento griego que se extiende por el lado oriental.
El único acceso al Santuario, con los dos batientes de madera del portón del tiempo de Saladino, está custodiado por dos familias musulmanas, Judeh y Nuseibeh, que cumpliendo los mismos gestos enseñados de padre a hijo, realizan cada mañana y cada tarde el ritual de apertura y cierre del exterior de la basílica.
Una vez que se cruza el umbral, a la izquierda se encuentra todavía un banco, el “sillón usada por los porteros musulmanes”, donde hoy se sientan los peregrinos y los religiosos de las Comunidades al servicio de la basílica.
La torre del campanario
Por la izquierda de la fachada, cuando ésta había sido terminada, en 1172 los cruzados erigieron la torre del campanario alterando la imagen de la fachada pero donándole una verticalidad que hoy no es posible apreciar.
De hecho, la torre con sus sencillos y sólidos muros y 29 metros de altura, tenía su belleza artística en las plantas superiores, donde se encontraban las campanas con la cúpula poliédrica, en diamante, que se derrumbaron en 1545 y que no fueron nunca más sustituidas.
El campanil también tenía la firma de su constructor: “Iordanis me fecit”, Giordano me construyó. Desde la llegada de Saladino en 1187, las 18 campanas que repicaban la hora y anunciaban las celebraciones fueron fundidas y hasta el siglo XIX no fueron sustituidas por las actuales.
Capilla de los Francos
La escalera adosada a la fachada lleva a la capilla de la Dolorosa –llamada de los Francos- que permitía el acceso directo al Calvario, facilitando a los peregrinos medievales cumplir el voto y ganar las indulgencias aunque la basílica estuviera cerrada y no tuvieran dinero para pagar la tasa de entrada. Debajo hay un oratorio dedicado a Santa María Egipcíaca.
Pasión, crucifixión y unción
La basílica del Santo Sepulcro, una vez que se cruza el umbral, se abre al peregrino con su carga de memorias reunidas justo en el lugar en el que ocurrieron: aquí, Jesús fue crucificado y venció la batalla contra la muerte. Entrando en la basílica por la derecha, se articulan las memorias relacionadas con la pasión, muerte y unción de Jesús.
Por algunos ripiados escalones, a la derecha de la entrada, se sube hasta el “monte” Gólgota. La roca en la que se clavó la cruz y que tenía que encontrarse al abierto en tiempos de la peregrina Egeria, se eleva todavía hoy unos 5 metros y es visible desde varios puntos de las vidrieras.
La planta elevada realizada por los cruzados está subdividida en dos naves: a la derecha, la capilla de la Crucifixión, propiedad de los Latinos, en la que se ofician la X y la XI estación del Vía Crucis y donde se recuerda cuando le quitaron los vestidos a Jesús y su crucifixión, tal y como se muestra en el mosaico de fondo; a la izquierda, la Capilla del Calvario que pertenece a los Griegos Ortodoxos, es el lugar donde los fieles se pueden arrodillar ante el altar para tocar, a través de un disco de plata, el punto en el que se clavó la cruz del martirio de Jesús. Aquí se cumple la XII estación del Vía Crucis donde Jesús, muriendo, entregó su espíritu al Padre, mientras la XIII está colocada delante el altar de la Mater Dolorosa.
La capilla que se encuentra bajo el Calvario está dedicada a Adam, el progenitor de la humanidad. Es el lugar donde los cruzados depusieron a Goffredo di Buglione y Baldovino, primer rey de Jerusalén.
Las tumbas cruzadas fueron destruidas por los Griegos Ortodoxos durante la restauración que siguió al incendio de 1808.
Antiguas tradiciones jerosolimitanas han sido fijadas en algunas capillas que se articulan a lo largo de la galería oriental: partiendo desde la Capilla de Adam se encuentran las capillas de la Columna de los Improperios, de la División de las vestes y de San Longino, para llegar hasta la Prisión de Cristo.
Entrando en la pequeña habitación de la Prisión se atraviesa el portal decorado con los capiteles cruzados que representan una insólita versión de Daniel en la fosa de los leones. La piedra de la unción colocada delante de la entrada de la basílica, citada por primera vez por el peregrino Ricoldo da Montecroce en 1288, recuerda el rito de la unción del cuerpo sin vida de Jesús y es particularmente venerada especialmente por los peregrinos ortodoxos. El moderno mosaico colocado en la pared posterior permite seguir mediante las escenas representadas el recorrido de Jesús, cuando lo bajaron de la cruz, fue uncido con aceites perfumados y depuesto en el sepulcro nuevo de José de Arimatea.
Según los Evangelios, algunas mujeres siguieron de cerca los sucesos: aunque el recuerdo de las “tres Marías” está fijado en el edículo construido sobre la piedra circular que se encuentra no muy lejos de la piedra de la unción, en dirección del Anastasis, delante del mosaico armenio de la crucifixión obra de los años ’70 del Novecientos.
Cappilla del Calvario
"Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito, exclamó: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y diciendo esto, expiró." (Lucas 23,44-46)
Subiendo por una empinada escalera se llega hasta el altar del Calvario que surge sobre la roca sobre la que se alzaba la cruz de Jesús. La roca es visible a través de las placas de cristal, a los lados del altar.
Los peregrinos pueden tocar la roca a través de una apertura en el disco de plata, bajo el altar, punto desde el cual, según la tradición, surgía la cruz.
Era aquí donde los peregrinos cumplían el voto, es decir, depositaban sobre el altar la pequeña cruz de madera que se les entregaba en su patria al comienzo del viaje. La capilla pertenece a los griegos ortodoxos y está decorada con lámparas y candelabros según su tradición.
Capilla de la Crucifixión
"Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucifiquen, y ellos se lo llevaron. Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado «del Cráneo», en hebreo «Gólgota». Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio. " (Juan 19,16-18)
En la capilla situada al lado, que pertenece a los franciscanos, se hace memoria de la crucifixión.
El altar, en bronce plateado, es regalo del gran duque de Toscana Fernando de Médici (1588).
La decoración y los mosaicos fueron rehechos el siglo pasado. Del siglo XII es el medallón que representa la Ascensión. Entre las dos capillas se encuentra el altar de la Dolorosa.
El medio busto de la Virgen es un presente de la reina María de Portugal (1778).
Se desciende por una segunda escalera igual de empinada.
Capilla de Adán
"Respondió Jesús, diciendo: «Dichoso eres, mi querido Bartolomé, porque has contemplado este misterio. Y ahora, todo cuanto me preguentes te lo manifestaré». Pues bien, cuando desaparecí de la cruz, entonces descendí al abismo para llevarme a Adán y a todos los que con él estaban, de acuerdo con el ruego del arcángel Miguel." (Evangelio apócrifo de Bartolomé 1.7-8)
Bajo el Calvario, la capilla de Adán es una de las más antiguas de la basílica. En el ábside se puede ver la hendidura en la roca causada, según la primitiva tradición producida, por el terremoto acaecido en el momento de la muerte de Jesús.
La hendidura habría permitido que la sangre de Cristo llegara y redimiera a Adán, que se pensaba estaba sepultado aquí.
Para los primeros cristianos éste era incluso el origen del nombre Gólgota: lugar del cráneo. La tradición ha inspirado la iconografía del crucifijo que pone a los pies de la cruz una calavera, un reguero de sangre y, frecuentemente, una pequeña gruta.
Piedra de la Unción
«Ellos, mientras tanto, lo envolvían con cuidado, con especias y mirra, en un paño nuevo de lino que no se había usado nunca con nadie» (Evangelio apócrifo de Gamaliel).
En el atrio de la basílica está colocada la Piedra de la Unción, en memoria de la piedad de Nicodemo y José de Arimatea, que prepararon el cuerpo de Jesús para su sepultura.
Es muy venerada por los ortodoxos y está adornada con candelabros y lámparas. Un mosaico en el tabique frontal ilustra el episodio.
Sepultura y resurrección
El Sepulcro que custodió el cuerpo de Jesús y que fue inundado por la luz de la resurrección de Cristo es el corazón no sólo de toda la basílica, si no de toda la cristiandad que desde hace siglos responde a la invitación del Ángel: “¡No tengáis miedo! Sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí. Ha resucitado, de hecho, tal y como dijo; venid, mirad el lugar donde estuvo sepultado” (Mt 28,5-6).
Cuando se entra en la basílica, por la izquierda se llega al Anastasis, la Rotonda constantina con el Edículo del Santo Sepulcro en el centro, bajo la cúpula restaurada e inaugurada en 1997.
La Rotonda es una de las partes del santuario que ha sufrido menos transformaciones planimétricas desde la edad de Constantino: una serie de tres columnas intercaladas por pilares sostienen una fuga de arcadas que se abren sobre la galería superior subdividida entre las Comunidades Latina y Armenia. Durante las restauraciones de la galería se encontraron los suelos en mosaico cosmatesco del siglo XI.
Las macizas columnas de la Rotonda, que sustituyen a las originales que estaban muy degradadas por el tiempo y los incendios, están decoradas con capiteles modernos esculpidos en estilo bizantino del siglo V. En el proyecto de Constantino, las columnas separaban el centro de la rotonda del deambulatorio permitiendo a los peregrinos poder girar alrededor del Edículo. Con el tiempo, este espacio se ha transformado en una serie de ambientes cerrados reservados a los sacristanes Griegos, Armenios y Coptos.
El único vano accesible para los peregrinos es la habitación que se encuentra en la parte trasera del Edículo denominada “capilla de San Nicodemo y José de Arimatea” y que ocupa el espacio del ábside occidental de la Rotonda. Una puerta estrecha y baja realizada en la habitación lleva a la tumba de “José de Arimatea”, una tumba típica de hornos o kokim del tiempo de Jesús. En el centro de la rotonda se encuentra el Edículo del Santo Sepulcro.
La tumba de Jesús fue aislada por los arquitectos de Constantino, y a través de los siglos ha sufrido destrucciones y restauraciones embellecedoras. En la actualidad se encuentra encerrada en el Edículo realizado por los Griegos Ortodoxos después del incendio de 1808, que sustituyó al de los franciscanos del siglo XVI.
El Edículo se encuentra bajo una pequeña cúpula de cebolla, se compone por un vestíbulo, la Capilla del Ángel que conduce a una estrecha cámara funeraria en la que por la derecha, se encuentra el banco de mármol que cubre la roca en la que fue depuesto el cuerpo de Jesús.
Detrás del Edículo se encuentra la capilla de los Coptos que, desde 1573 poseen un altar en el que poder celebrar en el interior de la basílica, y en el que, bajo el altar, se encuentra expuesta a la veneración una porción del banco de roca en la que se excavó la tumba de la sepultura de Cristo.
Edículo del Sepulcro
"Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca." (Mateo 27,59).

El Edículo del Sepulcro, compartido por las Comunidades, repropone en su composición las tumbas de la época de Jesús formadas por un vestíbulo en el que se ungía el cuerpo y se deponía en el sudario y por la cámara sepulcral, que en el caso de la de Jesús tiene forma de arcosolio, con el banco sepulcral paralelo a la pared. En 1808 hubo un incendio devastador y el Edículo actual fue realizado en 1810 por la comunidad Griego-Ortodoxa.
El Edículo está cubierto por un techo plano con una pequeña cúpula en el centro de estilo moscovita con forma de cebolla sostenida por pequeñas columnas; los laterales están decorados con inscripciones en griego que invitan a los pueblos y a las naciones a alabar el Cristo Resucitado. Detrás de los candelabros de las varias Comunidades, la fachada del Edículo se presenta enmarcada por una arquitectura formada por columnas torcidas, ornamentos, inscripciones, cuadros y lámparas de aceite.
Por problemas de estabilidad del Edículo, que necesita una nueva restauración, fue acorazado por una armadura de acero durante el Mandato británico. La visita durante el día está regulada por la comunidad Griego Ortodoxa y los peregrinos pueden entrar por turnos.
La comunidad Latina realiza celebraciones eucarísticas dentro del Edículo todos los días a partir de las 4.30 y hasta las 7.45 de la mañana, hora solar.
Capilla del Ángel
"Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca." (Marcos 16,5)
Entrando en el Edículo se detiene en el vestíbulo, llamado Capilla del Ángel en memoria del joven vestido con una túnica blanca que las mujeres vieron sentado en la tumba la mañana después del sábado y del que escucharon el anuncio de la Resurrección.
La pequeña cámara, larga casi 3,50 metros y ancha 4 metros, está decorada con paneles esculturales de mármol blanco intercalados por columnas y pequeños pilares.
En el centro se encuentra un pedestal con un fragmento de la roca que cerraba la entrada del Sepulcro, piedra conservada toda entera dentro de la basílica hasta la destrucción del 1009.
La antecámara hipogea original fue destruida ya en tiempos de Constantino, que pensó en un espacio frente a la cámara sepulcral libre de paredes y rodeada de balaustre.
El Edículo cruzado volvió a proponer tres puertas de acceso a la antecámara, que se cerraron en el siglo XVI. La reproposición de la antecámara funeraria es por tanto, una versión bastante reciente del complejo del Edículo.
Cámara del Sepulcro
"No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto." (Marcos 16,6)

Una pequeña puerta (133 cms.) introduce en la segunda habitación donde fue depositado el cuerpo de Jesús. El banco está protegido por láminas de mármol.
Los ornamentos no deslucen la simplicidad de este lugar, meta de millones de peregrinos y centro de la fe cristiana. Aquí Jesús venció a la muerte.
Rotonda o Anástasis
"El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús." (Lucas 24, 1-2)
La Rotonda, llamada Anástasis (resurrección), respeta la imponente estructura que alternaba, en los tres órdenes, pilastras, grupos de columnas y grandes ventanas. Desgraciadamente, con el correr de los siglos y las sucesivas restauraciones las ventanas han perdido la luz solar directa y el deambulatorio ha sido subdividido en dos plantas por un entrepiso.
Con ocasión de la última restauración, las 12 columnas del orden inferior han vuelto a tener el aspecto del proyecto original. Las dos columnas más cercanas al altar de la Magdalena eran, probablemente, dos partes de una misma columna perteneciente al primitivo complejo constantiniano o del templo de Adriano. La restauración de la cúpula se concluyó en los años noventa.
Tumba de José de Arimatea
"Llegó entonces un miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo, que había disentido con las decisiones y actitudes de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios." (Lucas 23, 50-51)
Entrando en la habitación colocada al oeste entre los pilares de la Rotonda, se observa una habitación oscura y mal tenida. Se trata de la capilla llamada “de los Sirianos”, comunidad que perdió varios derechos dentro de la basílica.
Esta misma lucha por los derechos entre Sirianos y Armenios por la propiedad del vano la ha llevado a su degradación. Un pequeño pasaje en la pared lleva hasta la Tumba de José de Arimatea: según la tradición, habiendo ofrecido su propia tumba a Jesús y como no quiso ser sepultado en la misma, el representante del Sinedrio lo depuso en esta tumba.
Ciertamente, este descubrimiento confirma la vocación a área sepulcral de este lado del monte Gareb. El metropolita Siro Ortodoxo celebra allí la misa con sus fieles todos los domingos.
Aparición después de la resurrección
Lo que sucedió aquel día después del sábado por la mañana temprano, se tuvo que divulgar en aquel “jardín” en el que se encontraba la tumba donada por José de Arimatea para la sepultura de Jesús.
El área que se encuentra en la parte septentrional de la Rotonda reúne los recuerdos evangélicos del anuncio de la resurrección. Las mujeres, según los Evangelios sinópticos, son las primeras testigos del anuncio cuando se dirigían al Sepulcro para ungir el cuerpo de su maestro y encontraron la piedra movida y un ángel con vestidos fulgurantes que les dijo: “No está aquí, ha resucitado”. Tal y como narra Juan el evangelista, María de Magdala fue la primera que encontró a Jesús resucitado y todavía no ascendido al Padre, a ella se le encomendó el anuncio de la resurrección.
Una vez superadas las columnas de la Rotonda se entra en el espacio de pertinencia de los Franciscanos. El altar de la derecha está dedicado a María de Magdala.
En este espacio, además de celebrarse la mayoría de las liturgias en el Sepulcro, es habitual encontrar a los padres Franciscanos en servicio, escuchando a los peregrinos y realizando las confesiones. Desde aquí se sube hasta la capilla latina de la Aparición de Jesús a su Madre. Esta memoria antigua y no narrada en los Evangelios, se ha transmitido en esta capilla, donde se conserva la columna de la Flagelación.
Detrás de estas ambientaciones está situado el convento franciscano en el que viven los padres al servicio de la basílica. La galería lateral está formada por una serie de arcos, conocidos como de la Virgen, porque recuerdan las visitas de la Virgen María al Sepulcro. Esta memoria está relacionada con las cinco columnas más pequeñas que se encuentran al lado de los pilares cruzados.
Las columnas son restos del pórtico, restaurado en el siglo XI por Monomaco, que rodeaba por los tres lados, como en el proyecto de Constantino, el espacio abierto ante la fachada del Anastasis. Gran parte de la pared original constantina se conserva en el muro de cierre lateral por encima de los arcos, hacia la Rotonda, donde se ve parte de la antigua fachada del Anastasis.
Capilla de María Magdalena
"Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!»." (Juan 20, 17)
La capilla de pertinencia latina está dedicada al encuentro de la Magdalena con Jesús narrado en el Evangelio de Juan.
Sobre el altar se encuentra el moderno bronce que representa el encuentro de la Magdalena con su maestro, obra del artista franciscano Andrea Martini.
Por el lado opuesto en alto se encuentra el órgano que acompaña las liturgias en latín de los frailes.
El pavimento de piedra negra y blanca es una copia del medieval del siglo XI y está formado por dos sectores circulares que indican la posición en la que se encuentra Jesús, el punto rodeado por los rayos, y la Magdalena, en el centro de los tres círculos, durante su encuentro.
Capilla de la aparición de Jesús a su Madre
«Jesús dijo entonces a María: "Has derramado ya muchas lágrimas. El que fue crucificado está vivo y está hablando contigo y quien te consuela es precisamente aquel que buscas, aquel que viste la púrpura celeste. Aquel de quien tu buscas la sepultura es el que ha destrozado las puertas de bronce y liberado a los prisioneros del Infierno» (Evangelio apócrifo de Gamaliel).
Llamada Capilla del Santísimo Sacramento o Capilla de la aparición de Jesús a su Madre, recuerda un hecho narrado en el apócrifo “Libro de la resurrección de Cristo del apóstol Bartolomeo”.
La capilla así dedicada existe a partir de la restauración del siglo XI de Constantino Monomaco y fue restaurada por los franciscanos en los años ’80 del Novecientos. Está decorada con un moderno vía crucis bronceado de padre Andrea Martini.
Por el lateral derecho del altar se encuentra la columna de la Flagelación, un tronco de columna de pórfido rojo, venerada desde hace siglos por los fieles Latinos de Jerusalén en el Cenáculo y traída a este lugar en 1553 por el padre Custodio Bonifacio de Ragusa.
Arcos de la Virgen
"Cuando amaneció el día, mientras su corazón estaba roto y triste, desde la derecha de la entrada penetró en la tumba una fragancia aromática: parecía la propagación del perfume del árbol de la vida. La virgen giró y se puso de pie, cerca de un arbusto de incienso, vio a Dios vestido con un hermoso vestido de púrpura celestial. Él le dijo: "Mujer, ¿por qué lloras y te lamentas tan tristemente en una tumba que no tiene cadáver?" (Evangelio apócrifo de Gamaliel)
Recorriendo la galería se hacen evidentes los distintos estratos de las distintas intervenciones realizadas a lo largo de los siglos.
Desde el muro del fondo, perteneciente al edificio original constantiniano, se destacan las columnas bizantinas y las pilastras del transepto cruzado.
Sobre el muro se distinguen los agujeros para los enganches de los mármoles policromados que revestían el edificio.
Cinco columnas, distintas de las demás, más pequeñas y bastas, forman los llamados Arcos de la Virgen, que recuerdan las visitas de la Madre del Señor al sepulcro del Hijo.
La memoria debió de ser considerada autorizada por los cruzados que quisieron preservar esta única parte del Tripórtico constantiniano.
Hallazgo de la Verdadera Cruz
Desde el deambulatorio, una escalera baja hasta la capilla dedicada a Santa Elena. Las paredes de la escalera están recubiertas por cruces, incisas en los siglos pasados por los peregrinos Armenios para testimoniar la devoción por la Cruz de este pueblo. En el 327 la emperatriz, madre de Constantino, fue peregrina en Jerusalén y quiso buscar la santa Cruz.
La historia narra el hallazgo de tres cruces en una antigua cisterna, junto con los clavos (de los que uno está montado en la Corona férrea en Monza, un segundo está en la Catedral de Milán y el tercero en Roma) y del titulus, el cartucho –querido por Pilato- que contenía la condena en tres idiomas (un fragmento se encuentra en Roma, en la iglesia de la santa Cruz). Un milagro permitió identificar la cruz de Cristo.
La capilla de tres naves, con 4 columnas que sostienen la cúpula es de propiedad de los Armenios y es del siglo XII. Fuentes y excavaciones arqueológicas confirman que ya en el proyecto constantino el aula se utilizaba de alguna manera. De las paredes cuelgan muchas lámparas según el estilo armenio.
Desde la Capilla armenia de santa Elena se accede a la inferior del “Inventio Crucis”, en la que se celebra cada año, el 7 de mayo, la memoria del hallazgo de la Santa Cruz y donde el padre Custodio franciscano lleva en procesión la reliquia de madera de la Cruz de Cristo al punto en el que tradicionalmente se encontró.
Capilla de Santa Elena
Realizada por los cruzados, en la capilla de Santa Elena actualmente oficia la comunidad armenia. El mosaico del pavimento representa las principales Iglesias de este pueblo.
Las cuatro columnas están coronadas por capiteles bizantinos, dos de estilo corintio y dos con cesta, que los cruzados reutilizaron sacándolos de la antigua mosquea de El Aqsa. Las ventanas de la pequeña cúpula reciben la luz del patio elevado de Deir es-Sultan, situado detrás del ábside de la basílica, donde se encuentran las celdas de los monjes etíopes.
Por una puerta trasera se llega hasta la Capilla de Vartan y de los mártires Armenios, abierta solamente bajo petición, en la que se encontró el antiguo dibujo de la barca que contenía la escritura “Domine ivimus” – Señor, estuvimos- que se considera la señal más antigua de veneración dejada por un peregrino antiguo antes todavía de la construcción de la basílica.
Capilla de la Invención de la Cruz
"Inventio sanctae crucis dicitur, quia tall die sancta crux inventa fuisse refertur. Nam et antea fuit inventa a Seth, filio Adam, in terrestri paradiso, sicut infra narratur, a Salomone in Libano, a regina Saba in Salomonis templo, a Judaeis in aqua piscinae, hodie ab Helena in morte Calvarie". (Jacopo da Varagine, Legenda Aurea, LXVIII)
Descendiendo aún más –es el punto más profundo de la basílica- se llega hasta la Capilla rupestre de la invención (hallazgo) de la santa Cruz.
Una ballaustrada señala el punto tradicional del hallazgo de las reliquias.
Las paredes conservan débiles trazos de frescos del siglo XII, mientras que en el techo se reconocen las secciones y los bloques de la antigua cantera de piedra.
El enlucido de las paredes, hecho con material hidráulico rico en ceniza, típico de los tiempos de Cristo, demuestra que este subterráneo se utilizaba, en aquel tiempo, como cisterna.
Catholicon
Frente al Edículo se abre el espacio reservado a los Griegos Ortodoxos, el Catholicon, que ocupa el centro de la basílica donde los cruzados realizaron el Coro de los Canónicos.
La Confraternidad del Santo Sepulcro, formada por monjes ortodoxos griegos presididos por el Patriarca Griego-Ortodoxo de Jerusalén, se encarga del cuidado del Santo Sepulcro en nombre de los griegos y realiza la mayoría de sus liturgias dentro del Catholicon.
Una cúpula sobre tambor, recientemente realizada en mosaico de estilo bizantino, con el Cristo Pantocrátor rodeado de obispos y patriarcas de Jerusalén, está sostenida por los arcos que se reúnen con penachos en los pilares cruzados donde se representan a los evangelistas; desde las ventanas del tambor, en momentos particulares del día entran rayos de luz que atraviesan la atmósfera creando efectos sugestivos.
En el fondo del Catholicon se encuentra el iconostasio, dividido por un rítmico escaneo de pequeños arcos y columnas de mármol rosa y en su interior contiene los iconos de la tradición griego-ortodoxa.
A los lados del iconostasio están colocados los dos asientos patriarcales reservados a las visitas solemnes del Patriarca Ortodoxo de Antioquia y del Patriarca Ortodoxo de Jerusalén. Detrás del iconostasio, más allá de una bóveda de vela se encuentra el ábside cruzado, cubierto por una superficie enervada en los ojivales separados por ventanas que iluminan la basílica.
Un jarrón de mármol rosado que contiene una piedra circular marcada por una cruz es el Omphalos, el ombligo, el centro del mundo: basándose en varias referencias bíblicas, este es el centro geográfico del mundo que coincide con el lugar de la manifestación divina. Este es un elemento que se encuentra presente en la religión hebrea que consideraba toda la ciudad de Jerusalén como centro del mundo; en la Ciudad Santa, los musulmanes lo hicieron coincidir con la roca colocada en el centro de la Cúpula de la Roca. En el Santo Sepulcro, la cruz de Cristo es el centro del mundo, desde aquí los brazos del Salvador se extienden para abrazarlo completamente.
En las excavaciones de 1967-68, el arquitecto griego Athanasios Economopolus encontró bajo el suelo del Catholicon, a la altura del ábside cruzado, la de la iglesia del Martyrion realizada por los arquitectos de Constantino.
Convento franciscano
En los edificios colocados al norte de la Rotonda se encuentra el convento franciscano en el que residen los frailes encargados del oficio del Sepulcro. Los edificios constituían el Patriarcado constantino, sede del Obispo de la iglesia madre.
En el antiguo proyecto constantino, una serie de vanos distribuidos en diversas plantas daban a un patio, un cuadrilátero al abierto alrededor del Anastasis que servía para dar luz a las ventanas de los ábsides de la Rotonda.
Del poderoso edificio del Patriarcado actualmente se conservan las paredes de la planta tierra y de la primera, situada a casi 11 metros de altura. P. Corbo realizó investigaciones arqueológicas en toda el área del convento. Modesto, en el siglo XI construyó la Capilla de S. María: desde el convento se puede ver todavía intacta la puerta con tres orificios de la entrada exterior de la capilla, realizada con columnas romanas y capiteles bizantinos reutilizados.
Una escalera impracticable actualmente, servía para que el Obispo de Jerusalén entrara en la basílica directamente desde la calle del Suk cristiano, a través de la cruzada Puerta de María.
Para los peregrinos católicos, a través del convento se llega a la sala de los Cruzados en la que se puede celebrar la Santa Misa.
Capilla de los Cruzados
Restaurada tras las excavaciones arqueológicas y la restauración del convento franciscano, la capilla de los Cruzados es una poderosa estructura constantiniana cubierta con una bóveda de cañón rebajada realizada durante la restauración de Modesto. La capilla, formada por una sala más amplia unida a un vano reducido por la presencia de un muro que separa las propiedades de franciscanos y griegos, formaba parte del vasto complejo del patriarca constantiniano y se conectaba con el patio por una serie de puertas.
La estancia, desconocida hasta 1719, se utilizó en un primer momento como almacén y, tras la restauración, como capilla para la celebración de la eucaristía por los grupos de peregrinos. Una puerta al fondo de la sala conduce a una de las numerosas cisternas excavadas en parte en la roca y utilizadas para recoger el agua de la lluvia. El vano más pequeño, que hoy acoge al altar, es parte de una estancia más grande donde las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz los restos de la estructura de unas prensas para la uva y el aceite conectadas con canales para recoger el líquido exprimido. El vino y el aceite eran necesarios tanto para la liturgia del gran complejo constantiniano como para el mantenimiento del clero.