Cafarnaún | Custodia Terrae Sanctae

Cafarnaún

Cuando Jesús se enteró de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea, salió de Nazaret y se fue a vivir a Cafarnaún, a la orilla del mar, en el territorio de Zebulun y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho a través del profeta Isaías:

Tierra de Zàbulon y tierra de Nèftali,
De camino al mar, más allá del Jordán,
Galilea de los gentiles!
Las personas que vivieron en la oscuridad.
Vio una gran luz, para los que vivían en la región y la sombra de la muerte.
Ha surgido una luz.
Desde entonces, Jesús comenzó a predicar y a decir: "Conviértete, porque el reino de los cielos está cerca".

Evangelio de Mateo (Mt 4, 12-17)

El nombre «Cafarnaún»

El nombre semítico original del poblado era Kfar Nahum, es decir el poblado (kefar) de Nahum (nombre de persona), según aparece en las fuentes rabínicas y en una inscripción encontrada en la sinagoga de Hammat Gader. Tanto en los Evangelios como en las escrituras de Flavio Josefo, el nombre se traduce en griego como Kapharnaum, que después ha pasado a las lenguas modernas. Además, después del abandono de la ciudad, el nombre permaneció ligado a las ruinas hasta nuestros días. En la lengua árabe, este lugar fue llamado Tell Hum, es decir las ruinas (tell) de Hum (abreviación de Nahum). No sabemos quién fue Nahum, que dio su nombre al poblado. Solo en la Edad Media, algunas fuentes lo identificaron con el profeta homónimo del Antiguo Testamento.

Identificación de la antigua Cafarnaún

La identificación de las ruinas de Talhum con la antigua Cafarnaún no fue unánimemente aceptada por los topógrafos del siglo pasado. De hecho, algunos eruditos identificaron Cafarnaún con Kh. Minyeh, ruina del valle de Ginnosar, inmediatamente al sur del Tell 'Oreimeh, a 14 km de Tiberiades.
Hoy, tras las excavaciones de Talhum y de Kh. Minyeh, y después de conocer mejor las fuentes literarias, la identificación de la antigua Cafarnaún con Talhum no es ya discutible, al menos entre los arqueólogos. 

Son muchas las razones: ante todo, se ha averiguado que las ruinas de Kh. Minyehcorresponden simplemente a las de un castillo oméyade y no hay resto alguno anterior a la época árabe. 
Por contraposición, las excavaciones de Talhum han puesto en claro todos los periodos de población que señalan las fuentes literarias. Añádase que los dos edificios públicos de Talhum, la sinagoga y la tradicional casa de San Pedro, se ajustan a las descripciones de los peregrinos. Por fin, las ruinas de Talhumcorresponden exactamente a las coordenadas geográficas de la antigua Cafarnaún, pues las indicaciones de los peregrinos la localizan a dos millas de Heptapegón-Tabgha (Teodosio), a dos millas de Corozaín(Eusebio), y entre Heptapegón y el alto Jordán.

Historia del poblado

Según las fuentes literarias y los resultados de las excavaciones recientes, es posible delinear los sucesos históricos acaecidos en la antigua Cafarnaún. 
Ya en la edad Hasmonea, en el siglo segundo a.C., se constituyó un primer núcleo habitado a orillas del lago. 
Su posición privilegiada a lo largo de las costas septentrionales del lago, ricas en peces, la proximidad a las fuentes nacientes de Tabga y a una arteria de la Vía Maris, permitían a los habitantes poder dedicarse tanto a la pesca como a la agricultura y beneficiarse del tráfico comercial que había entre Galilea y Damasco. 

Jesús eligió Cafarnaún como centro de su ministerio público en Galilea. 
Por los Evangelios sabemos que en el poblado se encontraban las casas de algunos apóstoles, como la de Pedro, en la que vivió, y una sinagoga a la que acudía el sábado.

En el s. I d.C., se reunió en Cafarnaún una comunidad judeocristiana que estableció en la casa de Pedro el lugar de encuentro de las asambleas, constituyendo un lugar de Culto doméstico. La presencia de judeocristianos también está recogida en varias fuentes judías, que llaman a estos primeros cristianos Minim, es decir, herejes. 
Con la paz constantina, los fieles pudieron edificar una domus ecclesia más espaciosa para poder acoger a los primeros peregrinos que venían desde lejos. 
En la época bizantina, tanto la sinagoga como la iglesia octagonal fueron reconstruidas de forma elegante y monumental, como testimonio también del creciente bienestar económico y social de los habitantes y de las atenciones de las dos comunidades, cristiana y hebrea, a mismo lugar de Cafarnaún.
En el periodo árabe, el poblado comenzó de forma gradual a perder importancia hasta ser abandonado definitivamente en el siglo XIII.

La Isla Sagrada sobre la casa de Pedro

Las excavaciones de 1968 han devuelto a la luz la casa de San Pedro, bajo la iglesia octogonal bizantina situada unos 30 m al sur de la sinagoga. Los Evangelios sinópticos mencionan muchas veces esta casa y la relacionan con la actividad de Jesús en Cafarnaún. Y es señalada más tarde por los peregrinos.
La historia de esta casa donde vivió Jesús, puede resumirse del niodo siguiente: 

  1. La fecha inicial se establece en el siglo primero a.C.
  2. Desde fines del siglo primero d.C., una parte de esa casa (la sala n. 1) fue transformada en "domus-ecclesia", o sea, se destinó a lugar de reuniones religiosas.
  3. En el siglo cuarto, la mencionada "domus-ecclesia" es ampliada y aislada del resto del poblado mediante una recia valla.
  4. En la segunda mitad del siglo quinto, son demolidas todas las construcciones de la isla sagrada y se construye una iglesia de forma octogonal.
  5. La identificación de la casa de San Pedro se basa en la estrecha relación existente entre los datos arqueológicos y las fuentes literarias.

  6.  

La sinagoga

La blanca sinagoga de Cafarnaún fue el primer edificio en el que se concentraron las investigaciones de los arqueólogos y fue sacada a la luz a partir de las primeras excavaciones de 1905 y sucesivas del P. Gaudenzio Orfali, en 1921. A partir de 1969, los franciscanos Corbo y Loffreda reiniciaron la exploración de la sinagoga. La excavación, realizada en diferentes tiempos, duró 13 años con un total de veinticinco zanjass abiertas, tanto dentro como fuera de la sinagoga. 

1 - Los resultados han permitido corregir la datación de la construcción de la sinagoga, datándola en el siglo IV, contrariamente a cuanto había sido propuesto por los primeros excavadores que la atribuían al s. II-III d.C.
2 - las investigaciones pretendían descubrir también dónde había construido el centurión la sinagoga que tanto frecuentó Jesús. Las nuevas excavaciones llevaron al descubrimiento de las estructuras que pertenecieron a los edificios más antiguos, sustituidos por la sinagoga del siglo IV.

La adquisición del sitio de Cafarnaún

El mérito principal en la adquisición de las ruinas de Cafarnaún por parte de la Custodia de Tierra Santa debe atribuirse a fray Giuseppe Baldi. El padre custodio de aquel tiempo, fray Aurelio Briante, en una carta datada en 1886, expresaba así sus intenciones: «Para estas cosas, es decir para la compra de Cafarnaún, no hay más interlocutores que fray Giuseppe de Nápoles y el dragomán de Nazaret a los que dirigirse para no ser engañados». 

El proceso de compra fue largo y complicado.
Desde el comienzo, un creciente número de personas se presentaron como propietarios del terreno. La tribu beduina de los Samakieh, propietarios de una gran parte de esta ribera del lago, pensó en obtener un gran beneficio por la venta de un terreno que, hasta entonces, no valía nada y llegó a recibir ofertas realmente interesantes. De hecho, otros compradores, algunos de ellos muy poderosos económicamente, presentaron sus ofertas de compra: un cierto señor ofreció 1.500 napoleones y los judíos, a su vez, llegaron a los 2.000. Un tercero mostró su intención de adquirir no solo las ruinas de Cafarnaún sino también las de Corazim. Junto a todos ellos, también los griegos ortodoxos, una sociedad católica europea y algunos más expusieron sus intenciones de adquirir el terreno.

La situación económica de la Custodia en aquel momento no era especialmente boyante; faltaba dinero para la compra y el gobierno otomano se mostraba abiertamente hostil. A pesar de todo, fray Giuseppe Baldi continuó conduciendo las negociaciones con los beduinos con mucha prudencia para alcanzar el objetivo fijado. Los ojos de todos se dirigían a los frailes.

El 17 de agosto de 1890, cuando las negociaciones estaban a punto de cerrarse, llegaba de forma imprevista un telegrama del Catastro de Beirut que ordenaba la suspensión de las mismas. Exigía conocer el nombre y apellidos de los vendedores y el contenido del terreno, es decir de aquellas «preciosas antigüedades» que en él se encontraban. Este telegrama se reveló más útil de lo que parecía. Ofrecía la ventaja de hacer más transparente la operación de compra, mostrando claramente las intenciones de la Custodia ante el gobierno otomano. Fray Giuseppe Baldi intensificó sus esfuerzos tanto ante los vendedores cuanto ante las autoridades de Safed, Acre y Beirut. 

Las numerosas cartas intercambiadas entre fray Giuseppe y la Custodia muestran el entusiasmo de aquellos momentos.
El primero de octubre de 1890, fray Giuseppe escribe al padre custodio diciéndole que el 27 de octubre había recibido, desde Tiberíades, los 206 documentos sobre la propiedad y que todo estaba en regla. ¡La Custodia se había convertido en la propietaria de Cafarnaún! Pero no se había dicho aún la última palabra.

Los beduinos, esperando conseguir aún más dinero con la venta, antes de que las negociaciones se cerraran definitivamente, intentaron ocultar una pequeña parte del terreno. Para evitarlo, los franciscanos levantaron inmediatamente un muro rodeando la propiedad y construyeron un hospicio para proteger las ruinas, que en este tiempo seguían siendo presa de los saqueadores. Pero el asunto no terminó ahí.

A pesar de la compraventa legal con los beduinos Samakieh, a través de un procurador de nombre Barbur y el Sr. Bauab, que actuaba en nombre de la Custodia, los vendedores continuaban con sus pretensiones, encontrando una oposición enérgica por parte de fray Giuseppe.

En la segunda mitad de diciembre se produjo un cambio desafortunado. El gobernador de Safed, que había favorecido a la Custodia, fue sustituido por Musa Effendi, hijo del máximo responsable del municipio de Jerusalén. Éste animó al procurador de los beduinos a que acusara de fraude ante el gobierno al Sr. Bauad, que actuaba de forma no oficial en la compra en nombre de la Custodia ya que las leyes otomanas prohibían la compra directa de terrenos por parte de extranjeros. Se abría así un período muy complicado.
Algunas personas, muy bien pagadas por la Custodia para realizar la operación, complicaron en gran medida el asunto revelando abiertamente que el terreno y las ruinas estaban siendo adquiridas por la Custodia. En este punto entró en escena un sacerdote del Patriarcado Latino de Jerusalén que, gracias a su amistad con el secretario del Pachá de Acre, intercedió para ayudar a fray Giuseppe Baldi. También los judíos, viendo que la compra la realizaba la Custodia, intentaron en vano favorecer su posición ante el gobierno.

En el mes de julio llegó desde Beirut la orden de suspender la construcción del hospicio y empezaron de nuevo los embrollos, inspecciones, gastos de dinero y miles de complicaciones. La Custodia intentó mediar con el gobierno a través, en primer lugar, del secretario del Pachá; luego, gracias al delegado apostólico en Siria, Mons. Gaudenzio Bonfigli. Cuando las negociaciones parecía que llegaban a buen fin, el patriarca greco-ortodoxo de Constantinopla reclamó el terreno de Cafarnaún, declarando que la propiedad en cuestión era de los griegos, que allí había incluso una iglesia y que el terreno había sido robado por un derviche. Esta caótica situación se fue solucionando gracias al escrupuloso examen del caso por parte del Pachá de Acre, que declaró que aquellos terrenos no habían pertenecido nunca a los griegos.

Los distintos personajes del gobierno otomano que se fueron sucediendo en distintos cargos entre 1892 y 1894 sumieron la situación de Cafarnaún en la incertidumbre, que durante mucho tiempo estuvo a merced de distintas personas que pretendían resolver el problema mediante intrigas. Fray Giuseppe Baldi, después de haber luchado tanto, se eclipsó de la escena.

Finalmente, después de ocho años de negociaciones y miles de obstáculos, el 19 de septiembre de 1894, el «asunto de Cafarnaún» concluyó y todos los títulos de propiedad, , llamado «Cucian» en su tiempo, pasaron a nombre de la Custodia de Tierra Santa.

Excavaciones en Cafarnaún

Las antiguas ruinas de Talhûm, a orillas del lago Kinneret, fueron exploradas en 1838 por el americano Edward Robinson (1794-1863), movido por la naciente inquietud de inspiración protestante por la arqueología bíblica. El estudioso de Palestina identificó los restos de la importante sinagoga, aunque sin asociar las ruinas a la Cafarnaún evangélica.

En 1866, otro arqueólogo viajero, el inglés Charles William Wilson (1836-1905), realizó algunas excavaciones experimentales dentro de la sinagoga, que no arrojaron apenas indicios de la exacta planimetría del edificio. Este arqueólogo fue el primero en proponer la identificación de Talhûm con Cafarnaún.

La primera exploración arqueológica de Cafarnaún, después de que la Custodia de Tierra Santa adquiriese en propiedad las ruinas, en 1894, fue realizada por la sociedad alemana Deutsche Orient-Gesellschaft, dirigida por los profesores H. Kohl (1877-1914) y C. Watzinger (1877-1948), en la zona de la sinagoga. Estos dos arqueólogos eran los máximos expertos en sinagogas de Oriente Medio.

Como el monumento no llegó a ser explorado enteramente aquel año de 1905, la Custodia reemprendió las excavaciones inmediatamente, confiando la dirección de las mismas a fray Wendelin von Menden (1851-1921), que no solo completó el desenterramiento de la sinagoga sino que extendió, en los años siguientes, la exploración a toda la zona occidental de la sinagoga.

Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, las excavaciones fueron suspendidas y no volvieron a reanudarse hasta los años 1921 y 1926 por el P. Gaudenzio Orfali ofm(1889-1926), el cual descubrió las ruinas de la basílica bizantina y los edificios del mismo período comprendidos entre el octágono y la sinagoga. El P. Orfali tuvo el gran mérito de publicar una monografía sobre las excavaciones de la sinagoga y los hallazgos realizados en 1921. Con la muerte prematura del P. Orfali se suspendió la exploración sistemática de Cafarnaún.

Fue en 1968, casi cincuenta años después, cuando la Custodia de Tierra Santa reanudó la exploración de las ruinas de Cafarnaún y, al mismo tiempo, también de las ruinas de la iglesia del Primado de Pedro, en Tabga. Las excavaciones fueron dirigidas por el P. Virgilio Corbo ofm (1918-1991), ayudado por un joven colega, el P. Stanislao Loffreda ofm. En el período que va de 1968 a 1986, el P. Corbo, junto con el P. Loffreda, dirigió hasta diecinueve campañas arqueológicas en la zona; desde el 2000 hasta el 2003, el P. Loffreda dirigió otras cuatro, ayudado por el equipo de arqueólogos del Studium Biblicum Franciscanum.

El descubrimiento de la casa de Pedro.

Los padres Virgilio Corbo y Stanislao Loffreda

Dos arqueólogos a las puertas de la Casa de Pedro

En 1968, después de 42 años, se reanudaron las excavaciones de Cafarnaún bajo la dirección del P. Virgilio Corbo ofm, precisamente el día 16 de abril, centenario de san Pedro. 

El P. Corbo, fortalecido por la experiencia apenas concluida en la fortaleza del Herodión, centró la búsqueda sobre la iglesia octogonal de época bizantina que había salido a la luz gracias a los trabajos del P. Gaudenzio Orfali, en 1921, y del P. Antonio Gassi, en 1925, que descubrió su ábside. Los mosaicos se extrajeron de su ubicación para que se conservaran mejor; esto permitió profundizar las excavaciones más allá de las estructuras bizantinas. Aproximadamente una semana después de los trabajos del P. Corbo, junto a los padres Stanislao Loffreda, Bellarmino Bagatti y Godfrey Kloetzly, se pudieron recuperar una gran cantidad de restos del enyesado de las paredes de una anterior domus ecclesia que conservaban numerosas inscripciones. Algunas de estas inscripciones presentaban símbolos cristianos e invocaciones a Cristo realizadas por los fieles y peregrinos, signo de una antigua veneración del lugar.

Las excavaciones continuaron en los espacios encerrados entre los muros de la iglesia bizantina y los resultados permitieron conocer que una serie de muros y pavimentos más antiguos se habían construido desde el período tardo romano al romano antiguo. 

A partir de la segunda campaña de excavaciones, el P.Stanislao Loffreda ofm incluyó en su equipo a su compañero y colega Virgilio Corbo. Vistos los resultados alcanzados, el 30 de octubre se le permitió al P. Loffreda excavar una pequeña franja por debajo del pavimento de la domus ecclesia del siglo IV. Los arqueólogos querían conocer la antigüedad de la casa hallada.

La conservación, por debajo del pavimento, de una serie de estratos con restos de cerámica más antigua, les animó a abrir una zanja más amplia. Un cuenco entero no utilizado nunca, lámparas de la época herodiana, fragmentos de yeso colorados y la sucesión de distintos pavimentos les llevó a la conclusión de que, medio siglo después de la resurrección de Jesús, había una estancia en particular de la casa que se había ampliado y embellecido; una estancia dedicada a las reuniones de los primeros judeo-cristianos en la que hacer memoria de la presencia de Jesús en la casa de Pedro, el lugar en el que los evangelios sitúan numerosos milagros. 
La noticia de los excepcionales hallazgos se difundió y encontró eco, no solo en los ambientes académicos, haciendo de Cafarnaún una de las metas más importantes de peregrinación en Tierra Santa.

De 1968 a 1986, el P. Corbo dirigió diecinueve campañas arqueológicas que le permitieron alcanzar cuatro objetivos principales:

  • Trazar la historia de Cafarnaún, desde el período de la Edad del Bronce medio al período árabe
  • Precisar la datación de la célebre sinagoga en los siglos IV-V (recientes estudios han retrasado dicha datación hasta finales del s. V)
  • Descubrir bajo la monumental sinagoga trazos de la sinagoga del tiempo de Jesús
  • Sacar a la luz los restos de la Casa de Pedro transformada en lugar de culto doméstico.


Al mismo tiempo que se realizaban las excavaciones, el P. Corbo se preocupó de restaurar las ruinas de Cafarnaún y disponer por toda la zona los elementos arquitectónicos de la sinagoga y otros hallazgos, de tal modo que fueran visibles a los peregrinos y turistas. 

Finalmente, vio realizado su gran deseo de revitalizar el lugar de culto sobre la «Domus Petri» con la construcción del nuevo Memorial, inaugurado el 29 de junio de 1990 y del que siguió atentamente todas las fases de realización. El P. Corbo, fallecido un año después, está sepultado en Cafarnaún junto a la casa venerada, como había ardientemente deseado.

A partir del año 2000 se han llevado a cabo otras cuatro campañas de excavaciones, dirigidas por el P. Stanislao Loffreda, y que han interesado a los períodos árabe y bizantino del barrio habitado situado al este de la Casa de Pedro y de la Sinagoga. En el último decenio, además de otras excavaciones, el P. Loffreda ha trabajado en la publicación de nuevos volúmenes de la colección «Cafarnaún».

Colección de libros: “CAFARNAÚN” vols. I-IX

Uno de los principales méritos en la actividad y estudios del P. Virgilio Corbo ofm fue la constante atención a la divulgación de la información y los datos de sus excavaciones, tanto a través de artículos divulgativos publicados en la revista «Tierra Santa» como a través de otros más científicos publicados en el «Liber Annus». De modo especial, la colección «Cafarnaún», continuada por el P. Loffreda, alcanza ya los nueve volúmenes que, además del primero, Cafarnaún I, firmado por el P. Corbo y dedicado a los edificios de la ciudad, incluye los siguientes.

El P. Augusto Spijkerman ofm (1920-1973), numismático y entonces responsable del museo del SBF, colaboró desde 1968 con los padres Corbo y Loffreda en la identificación de las monedas que se fueron encontrando en Cafarnaún. Su volumen sobre las monedas de la ciudad, Cafarnaún III, se entregó a la imprenta en 1970. Este estudioso clasificó las monedas recuperadas en la primera campaña de excavaciones y en algunas franjas de la sinagoga.

El P. Emmanuele Testa ofm (1923-2011) fue el encargado, en el volumen Cafarnaún IV, del estudio de los graffiti de la casa de Pedro. El investigador, que siempre mostró un profundo interés en la problemática de los orígenes del Cristianismo, analizó los 454 fragmentos del revestimiento de las paredes de la domus ecclesia del siglo IV, proponiendo una lectura de la decoración de las mismas y de los graffiti que los peregrinos antiguos en ellas realizaban.

Entre el 2000 y el 2003 llegaron a término las últimas campañas arqueológicas dirigidas por el P. Stanislao Loffreda ofm, centradas en el área urbana al este de la Casa de Pedro y de la Sinagoga. Los resultados de estas campañas se recogen en el volumen Cafarnaún V, escrito por el P. Loffreda. Este volumen, en el que se recoge la documentación fotográfica de las excavaciones, pretende recoger todo el desarrollo de los estudios arqueológicos en Cafarnaún y mostrar el incansable esfuerzo científico que ha movido siempre las investigaciones.

Los más de cuarenta años de estudio de la cerámica y los objetos de Cafarnaún, confiados al P. Stanislao Loffreda ofm desde 1968, se recogen en cuatro volúmenes. Al primero sobre la cerámica, editado en 1974 con el título de Cafarnaún IV, le siguen los volúmenes Cafarnaún VI, Cafarnaún VII y Cafarnaún VIII, que quieren ofrecer al público una gran cantidad de información tanto gráfica como contextual y tipológica de los descubrimientos, sobre todo de los restos cerámicos. Gracias a estos estudios se han podido datar con exactitud las distintas fases de la vida del poblado y recoger un «corpus» completo de la cerámica utilizada en la orilla norte del lago de Tiberíades.

En 2007 se entregó a la imprenta el volumen Cafarnaún IX, firmado por Bruno Callegher, dedicado a las monedas del área urbana de Cafarnaún encontradas entre los años 1968 y 2003. Junto a los estudios publicados en «Liber Annus», Callegher ha publicado una buena parte de sus hallazgos arqueológicos en Cafarnaún, tanto de monedas como de utensilios caseros, permitiendo con sus estudios definir mejor el cuadro cronológico del desarrollo de Cafarnaún y de su contexto y sacando a la luz una nueva serie de cuestiones relativas, por ejemplo, al comercio en la región y la vitalidad de la zona en su tiempo. 

  • CORBO V., Cafarnao I. Gli Edifici della città, Jerusalem 1975.
  • LOFFREDA S., Cafarnao II. La Ceramica, Jerusalem 1974.
  • SPIJKERMAN A., Cafarnao III. Catalogo delle monete della città, Jerusalem 1975.
  • TESTA E., Cafarnao IV. I graffiti della Casa di San Pietro, Jerusalem 1972.
  • LOFFREDA S., Cafarnao V. Documentazione fotografica degli scavi (1968-2003), Jerusalem 2005.
  • LOFFREDA S., Cafarnao VI. Tipologie e contesti stratigrafici della ceramica (1968-2003), Jerusalem 2008.
  • LOFFREDA S., Cafarnao VII. Documentazione grafica della ceramica (1968-2003), Jerusalem 2008.
  • LOFFREDA S., Cafarnao VIII. Documentazione fotografica degli oggetti (1968-2003), Jerusalem 2008.
  • CALLEGHER B., Cafarnao IX. Monete dell'area urbana di Cafarnao (1968-2003), Jerusalem 2007.


Edizioni Terra Santa
Brepols Publishers

 

La Sinagoga

La sinagoga que ha llegado hasta nosotros es la que se construyó en el s. V d.C., como han demostrado las excavaciones arqueológicas de los últimos cuarenta años. Las más de 20.000 monedas encontradas hasta ahora fueron donadas al templo por los fieles como oferta votiva y se encontraron bajo el pavimento de la sinagoga; ayudan, junto a la cerámica, a situar el fin de la construcción de la sinagoga en el último cuarto del s. V.

Erigida sobre una plataforma artificial, la sinagoga construida en Cafarnaún en el s. V es la más elegante de todas las que se han descubierto hasta ahora en Galilea.
En contraste con la piedra local negra de basalto, con la que se construían las viviendas, la sinagoga, en parte reconstruida por los arqueólogos franciscanos recuperando los bloques arquitectónicos esparcidos en el lugar, fue realizada con piedra calcárea blanca con forma y decoraciones en estilo romano tardío.

Las piedras labradas de las arquivoltas y del tímpano que originariamente coronaban la fachada de la sala de oración se han reconstruido en el suelo, en un espacio detrás de la sinagoga; en cambio, los dinteles esculpidos que decoraban los accesos a la sinagoga y al patio se han vuelto a colocar in situ

La sala de oración tiene planta rectangular (23x17,28 m) y está pavimentada con lastras de cal blancas; está subdividida en una gran nave central rodeada por los tres lados por dieciséis columnas dispuestas sobre un bajo estilóbato que rodea la sala. Los pedestales sostienen las lisas columnas de cal de base ática, coronadas por capiteles de estilo corintio. Según la reconstrucción del P. Orfali y de Watzinger, la columnata sostenía un arquitrabe sobre el que se apoyaban las columnas de orden superior, coronado por un friso y un marco ricamente decorados. Las dos escaleras exteriores que se encuentran detrás de la sala y que aún se conservan en parte, habrían servido como accesos a la galería superior, el matroneo.

Un capitel, que actualmente se conserva dispuesto a lo largo para su exposición en el parque, presenta tres objetos litúrgicos hebraicos esculpidos: una Menorah, el candelabro de siete brazos; un shofar, el cuerno que se tocaba en las funciones religiosas y un mahta, el brasero para el incienso. 

Las columnas con pedestales emparejados colocadas en las dos esquinas del norte, están realizadas en forma de corazón y se pueden equiparar a las que aparecen en diversos lugares de Oriente Medio.
En las dos columnas centrales, colocadas frente a la entrada, se han colocado dos inscripciones: la de la derecha es la inscripción en lengua griega realizada por dos espontáneos de la comunidad que trabajaban en la construcción de la sinagoga y dice: Herodes (el hijo) de Monimos y Justo (su) hijo junto a sus hijos erigieron esta columna.
En la columna de la izquierda se ha realizado una inscripción, a instancias del Departamento de Antigüedades israelí, en memoria del padre Gaudencio Orfali, por sus labores de investigación sobre la sinagoga en 1926 y su reconstrucción.
Se ha encontrado otra inscripción en arameo que pertenece a la sinagoga. La inscripción dice: Alfeo, hijo de Zebedeo, hijo de Juan, hizo esta columna. Sea para él una bendición.

Hay dos filas de bancos de piedra adosadas a los lados, dispuestas en sentido longitudinal, de este a oeste de la sala: los asientos debían de servir para los hombres de la comunidad en las funciones religiosas, mientras que las mujeres subían al matroneo. 
Los rollos de la ley, la Torah, que se leían durante las reuniones religiosas, se conservaban en el armario, Aran Ha Kodesh, colocado al sur, en la pared principal, dirigido a Jerusalén. Se encuentran también restos de dos edículos en cada uno de los lados de la entrada principal, que más tarde fueron sustituidos por una estructura más elegante que ocupaba toda la anchura de la nave central.

 

Situada a lo largo del margen occidental de la carretera principal, la sinagoga está orientada al sur, hacia Jerusalén, como prevén las liturgias hebreas. 
Dos rampas de escaleras colocadas a los lados de la plataforma conducen a la balconada que da a la fachada. Tres accesos llevan a la sala de oración, seguidos por otros dos que introducen en el pórtico oriental. Una serie de pilares, distantes entre sí unos 10 pies romanos (casi 3 metros), decoran y articulan las paredes externas del edificio.

Entre el lado oriental de la sinagoga y la carretera existe un espacio abierto y porticado por tres lados: el patio. Construido en un segundo momento, este espacio comunicaba con el exterior a través de tres puertas al norte y dos al sur, y algunas ventanas que daban a la carretera. 
Dos escalinatas conectadas a la carretera permitían el acceso al patio: una se encuentra en la parte trasera y la otra, en la parte delantera. Esta última subía hasta la balconada. Las columnas que decoran el porticado son de estilo jónico. 
Se cree que estos espacios podrían formar parte de la escuela de la sinagoga, la beth Midrash, donde enseñaban los escribas y los rabinos, para preparar a los jóvenes a aprender la Torah.

Una rica y compleja decoración arquitectónica decoraba el exterior y el interior de la sinagoga. Mientras que las paredes interiores debían de estar embellecidas por yesos y revoques coloridos de excelente ejecución, los numerosos bloques esculpidos que se han encontrado en el lugar hacen imaginar una sinagoga decorada ricamente con una variedad de símbolos del repertorio religioso hebreo y de la tradición romana y pagana, que lleva a pensar en una comunidad judía muy liberal con respecto al uso de las imágenes.

La catalogación sistemática de todos los bloques arquitectónicos de la sinagoga permitió utilizar aquellos que reutilizaron para levantar las paredes; las restauraciones comenzaron en enero de 1976 y duraron mucho tiempo, especialmente durante los meses invernales, cuando el flujo de peregrinos disminuía en Cafarnaún.

A partir de 1983 los bloques esculpidos que no se volvieron a colocar in situ se colocaron de forma ordenada a lo largo del recorrido de visita del parque arqueológico, especialmente al lado de la sinagoga y de la portería en dirección a la casa de Pedro.

La reconstrucción de la parte alta de la fachada está todavía por determinar, según se admita o no la presencia del matroneo. La puerta central se encontraba ciertamente bajo una arquivolta que tiene en la clave una decoración en forma de concha con una guirnalda en el centro, en la que los nudos de Hércules están sostenidos por águilas.

Los marcos que embellecían el interior y el exterior de la sinagoga están ricamente decorados con bordes dentados, óvulos y hojas de acanto.
En el marco aparecen esculpidos muchos motivos de la simbología hebrea encerrados en medallones florales: las estrellas de cinco y seis puntas, es decir el Sello de Salomón comúnmente conocido como Estrella de David, frutos como la granada y la uva, que en la Biblia se encuentran entre los siete productos agrícolas de la Tierra prometida, rosetas y otros frutos, como los dátiles.

Un bloque presenta la escultura de un pequeño templo transportado por un carro. Se trata de la antigua representación del Arca de la alianza que contiene las tablas de la ley que Dios entregó a Moisés en el Sinaí y que se transportaba en un carro antes de que se colocara definitivamente en su lugar, en la celda del templo de Salomón, en Jerusalén.

La riqueza y la elegancia de la sinagoga se percibe tanto en los detalles como en la importancia de la decoración utilizada para la ventana que debía de estar colocada en la fachada, en el centro de la arquivolta superior: dos columnas retorcidas con capiteles florales sostienen un tímpano con una concha en el centro, motivo decorativo muy frecuente en las sinagogas; aparecen también dos yedras a los lados del tímpano, enmarcándolo.

Palmas de dátil que simbolizan la Judea decoran las repisas de los marcos. También los símbolos de la tradición romana y pagana están bien representados, como las águilas, el laurel, los leones y grifones. 

Casi todos los motivos figurados de la sinagoga fueron cincelados sistemáticamente dejando intactos solamente los elementos geométrico-florales. Es de suponer que esto indica la presencia de una corriente iconoclasta que debió influir en la comunidad de Cafarnaún, después de la construcción de la sinagoga.

Entre 1969 y 1974 el trabajo de los arqueólogos V. Corbo y S. Loffreda se concentró en las paredes y el empedrado de la monumental sinagoga bizantina de piedra blanca. 

En las zanjas de la excavación realizadas en las alas laterales de la sala de oración, bajo la balconada y en el porticado oriental, aparecieron los restos de la habitación que fue derruida para dar mayor espacio a la sinagoga, que no se construyó sobre terreno al aire libre. Estos restos comprenden pavimentos de piedra, paredes de basalto, puertas, escaleras, conductos de agua y fogones.
Por el contrario, bajo la gran nave central, se encontró un único y amplio pavimento de guijarros de basalto del s. I d.C. que, por sus dimensiones, debía de pertenecer a un edificio público, posiblemente, la misma sinagoga del centurión romano, circunstancia que se explica debido a la continuidad de uso en el mismo lugar de objetos de culto.

En cambio, las imponentes paredes de basalto realizadas con sillares cuadrados y bien acabados, fueron utilizadas como cimiento de la sinagoga de piedra blanca. Las paredes sostienen los perímetros de la sala de oración y, de manera más discontinua, el estilóbato interno de la sala de oración. Los arqueólogos franciscanos Corbo y Loffreda llegaron a la conclusión de que estas paredes pertenecieron a los restos de una sinagoga anterior a la del s.V.
Las paredes de esta sinagoga de basalto negro son todavía visibles a lo largo del perímetro exterior de la sinagoga y muestran una alineación diferente respecto de la sinagoga de cal blanca, que se percibe, sobre todo, desde la esquina suroeste del edificio. 

Queda por concretar la datación de esta sinagoga, que el P. Corbo considera parte del mismo edificio del s. I, del que se ha encontrado el pavimento de guijarros de basalto bajo la nave central; sin embargo, según el P. Loffreda, hay que situarla en una fase intermedia, entre la sinagoga del s. I y la de finales del s. V.

La Casa de Pedro

La insula sacra

Existe una zona particular de todo el poblado de Cafarnaún que ha sido objeto de múltiples intervenciones a lo largo de los años. Se trata de la ínsula sacra, definida de esta manera porque contiene la habitación venerada por los primeros seguidores de Jesús, que recordaban la presencia del Maestro y sus enseñanzas en la casa de Simón Pedro. La misma habitación venerada, que después se convirtió en meta de peregrinación de los primeros cristianos, fue reconstruida en forma de Domus Ecclesia y, sucesivamente, en iglesia octagonal

En la casa de Simón Pedro, Jesús estableció su residencia, el «cuartel general» y centro de irradiación de su ministerio en Galilea. En esta casa Jesús vive, cura, enseña e instruye a los discípulos (Mc 3,20; Mc 4,10-11; Mc 3,31-35).

Las diversas transformaciones han hecho más complicada la lectura de las fases más antiguas de la casa. Las excavaciones han sacado a la luz la red de paredes que formaban las habitaciones principales de la casa y la diversa sucesión de suelos que indican un largo período de ocupación, interrumpida a partir del periodo helenístico. Como consecuencia de las excavaciones realizadas en el resto de zonas residenciales se ha conseguido una mejor comprensión de los restos encontrados y se ha realizado una hipótesis reconstructiva a partir de las primeras pruebas de veneración.

La Casa de Pedro

Asomada a la playa del lago, la vivienda formaba la esquina suroriental de un gran barrio habitado. El complejo tenía la puerta principal en el lado oriental, ante una extensión abierta (cfr. «toda la ciudad se reunía ante la puerta», Mc 1,32-34; Mt 8,16-17; Lc 4,40-41). El travesaño de la puerta conserva las huellas de los batientes que se cerraban desde el interior cuando, por la tarde, se retiraban para pasar la noche. 

La casa debía de hospedar a varias familias del mismo clan o parentesco (Pedro, su hermano Andrés, la suegra de Pedro) que vivían en locales separados que daban a patios comunes.
Una vez que se atravesaba la puerta de la entrada se entraba en el primer patio, al noroeste, con suelo empedrado y de tierra batida, al que se asomaban varias habitaciones. Algunas habitaciones servían como almacén para las mercancías, otras para extender las esterillas en las que dormir por la noche y para realizar las pequeñas labores cotidianas. Un segundo patio se encontraba al sur. La mayor parte del día se transcurría en los patios, que debían de estar a la sombra por medio de techos y que se comunicaban entre sí a través de pasajes abiertos en las habitaciones. En los patios se encontraba el horno de arcilla refractaria para cocer el pan y no es difícil imaginar una jornada cotidiana en la que las mujeres charlaban mientras realizaban las labores de la casa, los niños jugaban y los hombres descansaban después de la pesca nocturna.

Es bastante posible pensar que una parte específica de la vivienda en la que se han realizado todas estas sucesivas transformaciones, estuviera habitada por los familiares de Pedro, donde Jesús fue acogido y hospedado.

De esta habitación se conservan extractos de paredes y suelos sobrepuestos en empedrado de basalto y tierra batida. Fragmentos de cerámica de uso común, especialmente de ánforas, cazuelas y cuencos, hacen pensar en una habitación en la que se realizaban actividades cotidianas, comunes al resto de habitaciones de la casa.

Culto doméstico: primeras trasformaciones en casa de Pedro

Después de la resurrección de Jesús, una pequeña comunidad judeocristiana empezó a reunirse en las habitaciones en las que había vivido el Maestro. Hacia finales del siglo I d.C., se reservó una habitación en particular para los encuentros de la iglesia naciente.

La habitación, que fue ampliada inmediatamente, comenzó a ser objeto de particulares cuidados y mejoras: se construye una domus ecclesia, el aula dedicada a las reuniones de los primeros cristianos, que encuentra paralelismos con otros lugares en los que se propagó el anuncio de los apóstoles.

En esta habitación, situada al lado de la entrada principal de la ínsula, una serie de suelos realizados en batido de cal blanca, se realizaron sucesivamente en algunos tramos hasta seis veces. Las paredes internas también fueron enyesadas y pintadas y, con la llegada de los peregrinos, comenzó también la costumbre de marcar los yesos con escrituras y grafitos.

La ausencia completa de fragmentos de cerámica de cocina en los batidos de cal, que en cambio se han encontrado sobre los suelos más antiguos, indica también un cambio en el uso de la habitación. Los únicos fragmentos de objetos de cerámica encontrados relativos a este periodo pertenecen a lámparas de aceite, útiles para iluminar la habitación durante las reuniones. Algunas lámparas de tipo herodiano han salido a la luz íntegras, escondidas entre las paredes internas. 
El resto de habitaciones siguieron siendo utilizadas como vivienda, como lugares en los que se compartían la comida y las diversas actividades diarias.

Domus ecclesia: la disposición del siglo IV

Después de la segunda mitad del siglo IV, se verificó una importante transformación en toda la zona: la sala venerada se convirtió en el centro focal de un vasto y organizado complejo sagrado.

Mediante un nuevo atrio, construido en la parte oriental de la sala y pavimentado con cal blanca, los fieles podían acceder al lugar venerado, repavimentado con yeso policromado y dividido en dos por una gran arcada mediana que sostenía el nuevo techo de terraza. Una renovada decoración pictórica recubrió las paredes de la sala: sobre un fondo homogéneo blanco-crema se pintaron sujetos no ilustrados como paneles geométricos, bandas de color y racimos de fruta y flores.

Los cristianos que llegaron a Cafarnaún comenzaron a dejar huella de su paso escribiendo su nombre o el monograma de Jesús y algunas invocaciones litúrgicas en las paredes de la sala. Los peregrinos llegaban también desde lejos: son muchos los grafitos en lengua griega y también en siriaco, arameo y latín. 

Entre estos peregrinos se encuentra también la famosa Egeria que, alrededor del 380 d.C., describió la misma casa del «príncipe de los Apóstoles» (Pedro) transformada en iglesia. 

Hecho excepcional fue el hallazgo de fragmentos de yeso pintados y grafitos en el interior de la sala venerada, que fueron reutilizados para elevar las cotas del pavimento de la iglesia posterior.

La disposición de la zona se concluyó con la construcción de una maciza pared de protección de las estructuras que la aisló del resto de la ciudad y que supuso también la demolición de alguna habitación. El acceso a toda la zona sagrada se realizaba por el norte y daba acceso a una nueva arteria de caminos
Por los dos lados del nuevo atrio de acceso a la sala de oración se creó un espacio pavimentado de tierra batida y cal, superficie sólida para el tráfico peatonal. Un par de habitaciones adosadas al norte de la sala venerada servían probablemente para contener accesorios litúrgicos y las ofertas de los fieles. Los hallazgos encontrados en las otras habitaciones de la ínsula indican su uso continuado como vivienda.

Memorial de San Pedro

La necesidad de construir el Memorial de San Pedro nace del deseo de promover la reanudación del culto tal y como se realizaba en los primeros siglos d.C. Al mismo tiempo, está claro que el proyecto tiene en cuenta la exigencia de custodiar y valorizar el Lugar Santo, que conserva la memoria de la casa del apóstol y los lugares de la predicación y de las acciones de Cristo. El edificio permite disfrutar a los peregrinos y a los visitantes de los preciosos restos de la casa de Pedro y de las estructuras litúrgicas realizadas alrededor y en función de la misma. 

Todos los peregrinos pueden observar los restos arqueológicos de la casa de Pedro y de las construcciones sucesivas tanto desde abajo, a través de una pasarela al nivel de la calle realizada bajo el Memorial hasta alcanzar un lado del octágono bizantino; como desde arriba, a través de un óculo cuadrangular que se abre desde el interior del Memorial sobre el sitio.

El proyecto, ideado por el arquitecto italiano Ildo Avetta y realizado a finales de los años 80, resalta la importancia del lugar, creando una estructura que evoca el profundo significado del sitio arqueológico, su historia y, sobre todo, los acontecimientos de la vida de Jesús y de Pedro. Por este motivo, el cuerpo del Memorial se ha concebido como una nave cuyo casco se posa sobre la casa del apóstol, imagen que simboliza sustancialmente la llamada del apóstol Pedro que, de sencillo pescador, pasó a ser pescador de hombres y jefe de la Iglesia de Cristo.

La realización del proyecto, verdaderamente audaz y ultramoderno en su momento, ha necesitado de estudios largos y complejos por parte del ingeniero Cesare Pocci y la colaboración del Technion (Israel Institute of Technology) de Haifa, siendo realizado por la empresa israelí Solel Bonneh, bajo la supervisión constante del ingeniero Anis Sruji, de Nazaret.

El Memorial fue consagrado por el cardenal Lourdusamy el 29 de junio de 1990 y esta fecha está incisa en latín en la fachada: BEATO PETRO APOSTOLO A. D. MCMXC DICATUM (Dedicado al beato apóstol Pedro en el año 1990). En aquella ocasión, el papa Juan Pablo II envió un mensaje especial, del cual se han reproducido dos fragmentos en los laterales internos de la entrada.

El poblado

La vida del poblado de Cafarnaún se desarrolló a partir del s. II a.C. La mayor parte de las informaciones sobre Cafarnaún, donde vivieron Jesús, Pedro y los demás apóstoles, están contenidas en los Evangelios. El poblado, que surgió en la orilla septentrional del Lago de Galilea, debía de encontrarse cercano a un ramal de la Vía Maris, la antigua arteria que conectaba a Egipto con Damasco, tal y como testimonia la presencia en el lugar de una estación de aduanas (Mt 9,9; Mc 2,14; Lc 5,27) y el hallazgo de una piedra miliar del emperador Adriano (117-138 d.C.). En Cafarnaún vivía un centurión (Mt 8,5ss; Jn 4,46; Mt 8,5ss), se pagaban los impuestos religiosos para el templo (Mt 17, 24-27) y los públicos para el erario romano (Mc 2,14). 

La vida de los habitantes se desarrollaba entre las labores cotidianas: la pesca era una de las actividades más rentables. Los hermanos Andrés y Simón, después llamado Pedro, y los hijos de Zebedeo, Jaime y Juan (Mt 4,18-22; Mc 1,16-20), «eran pescadores». Gestionaban una pequeña empresa pesquera con barcas de su propiedad y contaban con algunos aprendices (Lc 5,1-11; Jn 21,1-11). 
Muchos utensilios de la vida cotidiana, como las ruedas de molino de basalto para el trigo (Mc 2,23; Mt 12,1; Lc 6,1), para triturar las aceitunas o pisar las uvas, revelan algunas de las actividades laborales que durante siglos fueron realizadas cotidianamente por los habitantes.
Las casas, agrupadas en barrios delimitados por carreteras, estaban construidas con piedras de la roca local de basalto, unidas con barro y tierra y pavimentadas con piedra (cfr. parábola de la mujer que ha perdido la moneda, Lc 15,8-10). 
La vida se realizaba principalmente al aire libre, a lo largo del arenal, en la carretera y en los patios privados. Varias familias del mismo clan compartían los espacios de la casa, formada por habitaciones que daban a un patio al exterior o a un largo pasillo (cfr. parábola del amigo inoportuno de Lc 11,1-13). El techo de terraza tenía distintas funciones: para dormir en las noches calurosas, para secar las redes, para secar al sol el pescado o los frutos locales -como los dátiles de la palma-, y estaba construido con troncos y hojas amasadas con barro prensado (cfr. episodio del paralítico que se cayó del techo Mc 2,3-12; Lc 5,17-26). 

Al norte, apenas a las afueras del poblado se encontraba la zona funeraria, de la que se ha descubierto un mausoleo de época imperial con cinco sarcófagos de piedra y ocho celdillas de kokhim (tumbas de arcilla). 

Las excavaciones han demostrado cómo, a partir del s. IV, mejoró la calidad de vida del poblado: se construían casas o se arreglaban utilizando maltas de calidad, mientras que llegó una gran cantidad de cerámica elegante de las costas de África, de Chipre y de Grecia. Además, las monedas encontradas en la zona urbana pertenecen en su mayor parte a la época imperial (295-491 d.C.) y a la bizantina (491-648 d.C.). Y es precisamente en la época bizantina cuando se realizaron las monumentales construcciones de la sinagoga y de la iglesia octagonal sobre la casa de Pedro.

Con el inicio del periodo árabe (s. VII) el poblado comenzó a perder progresivamente importancia.Solamente algunas viviendas siguieron siendo utilizadas, se rehicieron los pavimentos y las paredes en ruinas fueron sustituidas por otras nuevas. Los signos de la presencia árabe quedaron también reflejados, como los diversos grafitos con juegos grabados en las piedras y en los estilóbatos de la sinagoga, que perdió la función de sala de oración debido a la creciente islamización de la población. Con el tiempo, muchos edificios abandonados se derrumbaron y consecuentemente, los últimos pescadores que fueron quedando abandonaron también el poblado no más allá del s. XIV.

El paseo del Lago

 

Siguiendo por el sendero que conduce al Memorial de San Pedro se llega al paseo del Lago. Desde este punto se puede disfrutar de una vista panorámica que, en los días despejados, alcanza hasta las alturas del Golán que descienden hasta el lago, a una cota de 212 m bajo el nivel del mar Mediterráneo.

El pequeño pueblo de Cafarnaún se encuentra en la orilla noroccidental del lago de Tiberíades. Tres km más al sur se encuentran las fuentes de agua de at-Tabga, donde ocurrió la multiplicación de los panes y los peces (Jn 6,1-15) y donde Pedro fue investido con el primado (Mt 16,18), mientras que a 5 km al norte, el río Jordán vierte sus aguas dulces al lago alimentándolo.

Cafarnaún era un pequeño pueblo de pescadores. Muy probablemente, la pesca era vendida en los mercados de las ciudades vecinas: Magdala, de donde venía María Magdalena, y Corazim, situada sobre las colinas que predominan sobre Cafarnaún y que, junto a la vecina Betsaida donde Jesús curó a un ciego (Mc 8,22-26), fue maldecida por Jesús por su falta de conversión (Mt 11, 20-24; Lc 10, 12-16). 

Más al sur, en la orilla occidental, se levantaba Tiberíades, capital de la región en el 20 d.C., mientras que en la orilla opuesta, sobre un promontorio, se podían ver las luces de la gran ciudad de Susita, en el territorio de la Decápolis. En esta ciudad o en la de Kursi, más abajo, se desarrolla el relato evangélico de la expulsión de los demonios que, habiendo entrado en una piara de cerdos, se lanzaron por un precipicio a las aguas del lago (Mt 8, 28-34; Mc 5, 1-20; Lc 8, 26-39).

Hoy la pesca en el lago está prohibida para favorecer la repoblación, pero durante siglos fue una de las actividades más productivas del lago. La misma llamada de Simón Pedro y de Andrés para seguir a Jesús ocurrió a orillas del «mar de Galilea», mientras los dos hermanos echaban las redes para pescar (Mt 4, 19; Mc 1, 17). 

Durante las excavaciones de los franciscanos se han encontrado algunos restos del puerto de Cafarnaún. Hoy la playa es un lugar tranquilo dotado de simples instalaciones para acoger a los peregrinos que quieren detenerse en el lugar para rezar.

Peregrinaciones

Tres monumentos se celebran anualmente en el Santuario de Capernaum:

  • Fiesta de la Anunciación de la Santísima Eucaristía, III Viernes Santo de Pascua
  • Solemnidad de San Pedro Apóstol, 29 de junio.
  • Solemnidad de Capernaum, la ciudad de Jesús, II sábado de octubre.

La peregrinación anual a Capernaum "La ciudad de Jesús" tiene la intención de celebrar la memoria de los tres diferentes eventos de salvación llevados a cabo por nuestro Señor: después de Su bautismo; después del arresto de Juan el Bautista; antes de su partida a Jerusalén.

Esencialmente, los pasajes del Evangelio sobre las actividades de Jesús en Capernaum pueden resumirse en tres momentos: Jesús, quien predica y enseña el Evangelio del Reino de Dios; Jesús que llama a los primeros apóstoles; Jesús que sana de toda enfermedad y perdona los pecados.

Los pericopes evangélicos de Capernaum están particularmente vinculados a la Sinagoga, a la Casa del Apóstol Pedro, a la orilla del Lago.

En nuestras celebraciones, tenemos la intención de recordar y presentar al pueblo de Dios precisamente esto: la fe en el Evangelio, el llamado a seguir a Cristo, la vida sacramental en la Iglesia.
Por otra parte, la solemnidad se produce en la temporada que marca el final del trabajo agrícola; por esta razón, por lo tanto, queremos agradecer a Dios por el fruto de la última cosecha anual.

El lago y la ciudad de Jesús

Evangelio según San Mateo (Mt 4, 12-17)

Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea.
Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:

"¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones!
El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz."
A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca».

EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990

La zona que rodea el lago de Tiberiades se puede considerar hoy como un santuario, porque es la Tierra en la que Jesús vivió y se manifestó en toda su plenitud, como hombre y como Dios. Se dice que donde Jesús posó su pie, allí nació un santuario. 
La belleza de la zona, su frondosa vegetación y la atmósfera «paradisíaca», permiten al peregrino entrar de lleno en la narración de la vida de Jesús, que aquí se ha autorrevelado y mostrado como maestro, taumaturgo y exorcista.
Jesús ha pasado por estos lugares muchas veces, ha pisado con sus pies por estos lugares, ha hecho milagros y se ha mirado repetidamente en las aguas del lago. Su voz ha resonado entre las ensenadas de las orillas del lago como anuncio de la Palabra de Dios, y es como si esta hubiera permanecido atrapada en este maravilloso paisaje. Es impresionante cómo aquí se puede reconocer el lento y cotidiano vivir de nuestro Señor, sus acciones diarias, su experiencia de Dios hecho hombre. Pero es también extraordinario ver cómo aquí se ha manifestado en toda su divinidad, cómo nos ha dado su ejemplo de Caridad, de Verdad, Vida y Camino y al mismo tiempo, ha manifestado su poder a través de los milagros y las curaciones. Así, podemos decir que este es el Lago de Jesús que testimonia su divinidad y su acción salvadora. 

"En Capernaum, la casa del príncipe de los apóstoles se ha transformado en una iglesia: sus muros siguen siendo hoy como lo fueron antes. Allí el Señor sanó al paralítico. También está la sinagoga en la que el Señor sanó a los demonios ".
Pietro Dacono (siglo XII), texto atribuido a Egeria (siglo IV).


Cafarnaún en particular, es un lugar de gracia junto con todo el lago. Es el pueblo de Galilea más frecuentado y servido por Jesús. Aquí Jesús eligió a sus discípulos y los llamó uno a uno, haciéndolos testigos de su grandeza con su vida y sus obras. Aquí Jesús anunció la santa Eucaristía con el discurso del Pan de vida en la sinagoga.
Jesús vivió aquí su cotidianidad; aquí decidió vivir en la casa de su discípulo, Pedro, donde encontró a sus apóstoles, donde le buscaron todos aquellos que querían recibir su gracia y curarse de sus propios males. La casa de Pedro se transformará en un nuevo punto de encuentro con la nueva comunidad que se constituyó alrededor de él, después del rechazo sufrido dos veces en la Sinagoga.
Jesús regresará siempre a Cafarnaún después de sus viajes a Galilea, esto demuestra cuánto amaba vivir en esta ciudad a la que convirtió en centro de su misión.

Aquellos que desde cualquier parte del mundo vienen a visitar este lugar santo y lo hacen con coraje y humildad, viniendo desde países lejanos, reciben el don de la alegría y la serenidad, inmersos en un contexto natural de gran belleza.
En el espíritu de los peregrinos se puede renovar el milagro, como si se encontraran entre la multitud de los que lo seguían y escuchaban. 

El Pan de vida

Evangelio según San Juan (Gv 6,24-59)

Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo llegaste?».
Jesús les respondió: «Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse.
Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello».
Ellos le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?».
Jesús les respondió: «La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado».
Y volvieron a preguntarle: «¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo».
Jesús respondió: «Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo». Ellos le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan».
Jesús les respondió: «Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen.
Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la del que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día». Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo». Y decían: «¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madres. ¿Cómo puede decir ahora: «Yo he bajado del cielo»? Jesús tomó la palabra y les dijo: «No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: "Todos serán instruidos por Dios". Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre. Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo».
Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?». Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente». Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm.
Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?». Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen». En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede». Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?». Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios». Jesús continuó: «¿No soy yo, acaso, el que los eligió a ustedes, los Doce? Sin embargo, uno de ustedes es un demonio». Jesús hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, que era uno de los Doce, el que lo iba a entregar.
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990

El alimento que perece y el que da la vida eterna

En la sinagoga de Cafarnaún, Jesús dice que ha sido enviado por el Padre y reclama la fe en Él. Pero la multitud de Galilea considera sus milagros insuficientes para exigir aquella fe y pide un prodigio análogo, si no superior, al del maná que Moisés hizo bajar del cielo. No, rectifica Jesús. No fue Moisés sino Dios el que mandó a los israelitas el maná que los alimentó. Y también ahora es Dios el que presenta a su enviado a todos los hombres para saciar sus aspiraciones a una vida que no tendrá fin. Es Jesús, el verdadero Pan de Vida. Y quien no cree en él está perdido, porque en la era mesiánica basta, para creer, dejarse atraer por la gracia de Dios. ¿Y que fue el maná en comparación con el pan que Jesús promete? Un alimento que no preservó de la muerte. Él, en cambio, garantiza la vida eterna. 
Sigue la alusión a la eucaristía, a su carne que será ofrecida en sacrificio por la humanidad. Quien recibe este alimento auténtico recibirá la Vida, la vida eterna de Aquel a quien el Padre ha constituido en dador de vida. 
Muchos discípulos encontraron este discurso misterioso y difícil de aceptar. Pero la cruz y la glorificación del crucificado demostrarán que tanto la Eucaristía como la palabra reveladora del Espíritu son de verdad capaces de dar vida. 
Muchos de sus discípulos, nos dice el evangelista, abandonaron a Jesús. En cambio Pedro, en nombre de los apóstoles, ratifica su fe en Él, el Mesías que Dios ha mandado y consagrado y cuyas palabras transmiten la vida eterna a quien las escucha.

M. Adinolfi – G. B. Buzzone, Viaggio del cuore in Terra Santa, Casale Monferrato 2000, 56-57.

Jesucristo Nuestro Señor, que con amor inefable se ha entregado a sí mismo por nosotros.” (Celano, Vita prima di San Francesco d’Assisi, Cap. XXX, [FF86])

Tanto en la Iglesia como en la espiritualidad franciscana, el misterio de la encarnación de Cristo y el don de su cuerpo y de su sangre en la Eucaristía, representan el centro y culminación de la celebración del amor del Padre por sus hijos. Este anuncio hecho por Jesús en la sinagoga de Cafarnaún revela toda su misteriosa entrega a los hombres; pero las consecuencias de estas palabras hicieron que se alejaran muchos de sus seguidores. Jesús no fue comprendido por todos, al contrario, se le consideró un loco. Lo que la gente buscaba eran sus milagros y curaciones y no la novedad y la profundidad del mensaje que había venido a anunciar a los hombres, que requería un seguimiento más radical, que anunciaba un amor total de Él hacia la humanidad, que no tenía el sabor del milagro ni del Dios que se revela en la poder y en la fuerza. 
El discurso eucarístico de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún revela a los que le siguen, al día siguiente con la multiplicación del pan y de los peces, cuál es el pan verdadero que no perece. El anuncio de Jesús, en el que proclama que sólo quien coma su carne y beba su sangre tendrá la vida eterna, constituye una prueba de fe que no es fácil de superar por los discípulos. La fe se exige a los discípulos de aquel tiempo y de todos los tiempos. Cuando cada uno de nosotros se encuentra delante del Pan y del Vino consagrados, necesita el don de la fe para acoger a Cristo y en Él tener la vida eterna.

La devoción franciscana a Jesús y a los lugares santificados por su paso, Verbo de Dios hecho hombre, lleva consigo un estilo de oración que nace del deseo de conformarse a la imagen de Jesús, hombre pobre y crucificado. La celebración de los eventos de la vida de Cristo se concreta en la santa Eucaristía. La celebración de la misa votiva de la santa Eucaristía en Cafarnaún es una prueba concreta de la devoción de los hijos de Francisco en Jesús, presente en su cuerpo y en su sangre. De hecho, en la Tierra Santa existe una estrecha unión entre la historia y la arqueología, entre la devoción y la liturgia; tan fuerte que es capaz de constituir piedras fundantes de su tradición espiritual. 
Los cristianos de los primeros siglos consideraron como Santos Lugares aquellos sitios de la geografía del Oriente Medio que tuvieron el honor de acoger los pasos del Hijo unigénito de Dios, de su santa Madre, de los apóstoles y en donde acontecieron los eventos del Antiguo Testamento. Los Santos Lugares son los testigos que hablan, de manera concreta, de los eventos históricos que anuncian la Palabra de Dios. En todos los lugares de la cristiandad, a partir del s. IV d.C., surgen por todas partes las grandes basílicas alrededor de las tumbas de los mártires. En la Tierra Santa lo que testimonia la presencia de Cristo es la geografía; las basílicas de la Tierra Santa, los Martyria, son relicarios que no custodian los huesos de nadie, sino aquella porción de Tierra que tiene las huellas del paso de Dios hecho hombre. 
Durante siglos, en todos los Santos Lugares, la constante celebración de los misterios de Cristo por parte de la Iglesia ha producido escritos y transmitido prácticas de oración y veneración de estos Santos Lugares que constituyen un gran patrimonio litúrgico-devocional. En el caso de la casa de Pedro y de la sinagoga de Cafarnaún no ha sido así a causa de la decadencia de la ciudad de Cafarnaún, que no ha permitido transmitir el culto del Lugar Santo. Después, con la llegada de los frailes a la Tierra Santa, a partir del s. XIII, se sembraron las primeras semillas de una tradición descubierta y recuperada; de hecho, estos empezaron a dirigirse al Lugar Santo para venerar la casa del apóstol Pedro y la sinagoga. Las primeras celebraciones en las ruinas de Cafarnaún, testimoniadas en el s. XV, estuvieron caracterizadas simplemente por la oración del Pater, Ave y Gloria, para la adquisición de la indulgencia. Más tarde, en el s. XVII, se añadió la lectura del Evangelio (Jn 6, 24-59). Una vez que adquirieron el santuario de Cafarnaún en 1890, los frailes comenzaron a celebrar la fiesta de la santa Eucaristía en la sinagoga. En la actualidad, se celebran dos solemnidades: la festividad del anuncio de la santa Eucaristía y la de san Pedro Apóstol. Además, se realizan dos peregrinaciones, una en la octava de Pentecostés y otra en la octava del Corpus Christi.
Es hermoso recordar cómo en las peregrinaciones dedicadas a la celebración del anuncio de la santa Eucaristía en Cafarnaún, la Iglesia pide a los fieles que sean dignos de participar en el Pan de vida, pide tener fe para acoger el don del Cuerpo de Cristo, pide la esperanza en la vida eterna, pide la caridad para configurarse en Cristo en la entrega individual a los hermanos. En las oraciones se reconoce a Dios como fuente de todo bien, y en Jesús sacramentado, el don más grande para el hombre. A Dios se le pide también la participación en el Pan de vida eterna para que sea fuente de vida para los demás. La participación en el amor debe edificar la fraternidad entre los hombres. Las oraciones insisten en que la fuerza para poner por obra esta caridad, que constituye la fraternidad, tiene su fuente en la palabra de vida eterna y en la comunión con el Cuerpo y Sangre de Cristo.

Los milagros

Jesús se manifiesta en Cafarnaún a través de su predicación, pero también a través de los milagros y las curaciones. Jesús no quiere manifestarse solo con sus obras de curación, no quiere hacerse «publicidad», pero los milagros que realiza le convierten en un personaje popular y, de esta manera, a Él se acerca una gran multitud pidiéndole la Gracia. Además, en los milagros se puede comprender la importancia de la misión de Jesús, «Él cargó con nuestros pecados» (Is 53, 4), es decir, Jesús se hizo siervo expresando el amor de forma concreta, principio y fin de todas sus acciones. Entre los milagros más emblemáticos recordamos el de la suegra de Pedro, el del paralítico, el del siervo del centurión, el del leproso y el de la hija de Jairo.

Siervo del centurión

Evangelio según San Mateo (Mateo 8, 1-13)

Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: «Señor, si quieres, puedes purificarme».
Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado». Y al instante quedó purificado de su lepra.
Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero ve a presentarse al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio».
Al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un centurión, rogándole»
«Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente». Jesús le dijo: «Yo mismo iré a curarlo».
Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: «Ve», él va, y a otro: «Ven», él viene; y cuando digo a mi sirviente: «Tienes que hacer esto», él lo hace».
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe.
Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar los dientes». Y Jesús dijo al centurión: «Ve, y que suceda como has creído». Y el sirviente se curó en ese mismo momento.
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990

Evangelio según San Lucas (Lucas 7,1-10)

Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaúm.
Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho.
Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a curar a su servidor.
Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: «El merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga».
Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará.
Porque yo –que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes– cuando digo a uno: "Ve", él va; y a otro: "Ven", él viene; y cuando digo a mi sirviente: "¡Tienes que hacer esto!", él lo hace».
Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguí, dijo: «Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe».
Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano.
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990

La suegra de Pedro

Evangelio según San Mateo (Mateo 8, 14-17)

Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre.
Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo.
Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: "El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades".
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990

Evangelio según San Marcos (Marcos 1, 29-31)

Cuando salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato.
El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990

Evangelio según San Lucas (Lucas 4, 38-39)

Al salir de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella.
Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos.
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990

El Paralítico

Evangelio según San Mateo (Mateo 9, 1-8)

Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad.
Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados». Algunos escribas pensaron: «Este hombre blasfema:. Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: «¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil decir: "Tus pecados te son perdonados", o "Levántate y camina"? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados –dijo al paralítico– levántate, toma tu camilla y vete a tu casa».
El se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990

Evangelio según San Marcos (Marcos 2, 1-12)

Unos días después, Jesús volvió a Cafarnaúm y se difundió la noticia de que estaba en la casa.
Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siguiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra.
Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres.
Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: «¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?
Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: «¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados", o "Levántate, toma tu camilla y camina"? Para que ustedes sepan que el Hijo de hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados–dijo al paralítico– yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa».El se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto nada igual».
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990

La hija de Jairo

Evangelio según San Mateo (Mateo 9, 18-19)

Mientras Jesús les estaba diciendo estas cosas, se presentó un alto jefe y, postrándose ante él, le dijo: «Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá». Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990

Evangelio según San Marcos (Marcos 5, 35-43)

Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: «Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?».
Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que creas». Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago,
fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba.
Al entrar, les dijo: «¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme». Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba.
La tomó de la mano y le dijo: «Talitá kum», que significa: «¡Niña, yo te lo ordeno, levántate». 
En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990

Evangelio según San Lucas (Lucas 8, 49-56)

Todavía estaba hablando, cuando llegó alguien de la casa del jefe de sinagoga y le dijo: «Tu hija ha muerto, no molestes más al Maestro».
Pero Jesús, que había oído, respondió: «No temas, basta que creas y se salvará».
Cuando llegó a la casa no permitió que nadie entrara con él, sino Pedro, Juan y Santiago, junto con el padre y la madre de la niña.
Todos lloraban y se lamentaban. «No lloren, dijo Jesús, no está muerta, sino que duerme».
Y se burlaban de él, porque sabían que la niña estaba muerta.
Pero Jesús la tomó de la mano y la llamó, diciendo: «Niña, levántate».
Ella recuperó el aliento y se levantó en el acto. Después Jesús ordenó que le dieran de comer. Sus padres se quedaron asombrados, pero él les prohibió contar lo que había sucedido.
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990

L'hemorroísa

Evangelio según San Mateo (Mateo 9, 20-22)

Entonces de le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: «Con sólo tocar su manto, quedaré curada».
Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: «Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado». Y desde ese instante la mujer quedó curada.
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990

Evangelio según San Marcos (Marcos 5, 25-34)

Se encontraba allí una mujer que desde hacia doce años padecía de hemorragias.
Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor.
Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: «Con sólo tocar su manto quedaré curada».
Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: «¿Quién tocó mi manto?».
Sus discípulos le dijeron: «¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?».Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a los pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad».
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990

Evangelio según San Lucas (Lucas 8, 40-48)

A su regreso, Jesús fue recibido por la multitud, porque todos lo estaban esperando.
De pronto, se presentó un hombre llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga, y cayendo a los pies de Jesús, le suplicó que fuera a su casa, porque su única hija, que tenía unos doce años, se estaba muriendo. Mientras iba, la multitud lo apretaba hasta sofocarlo.
Una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años y a quien nadie había podido curar, se acercó por detrás y tocó los flecos de su manto; inmediatamente cesó la hemorragia. Jesús preguntó: «¿Quién me ha tocado?». Como todos lo negaban, Pedro y sus compañeros le dijeron: «Maestro, es la multitud que te está apretujando». Pero Jesús respondió: «Alguien me ha tocado, porque he sentido que una fuerza salía de mí».
Al verse descubierta, la mujer se acercó temblando, y echándose a sus pies, contó delante de todos por qué lo había tocado y cómo fue curada instantáneamente.
Jesús le dijo entonces: «Hija, tu fe te ha salvado, vete en paz».
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990

La llamada

La primera cosa que Jesús hizo en su ministerio público fue «llamar», es la llamada de los dos primeros discípulos. Jesús los llama por su nombre, los llama para que sigan su camino y les pide que dejen todo lo que tienen en función de la novedad que les será anunciada y de la misión en la que serán partícipes. En primer lugar, esta llamada necesita una conversión, es decir, dirigir la propia mirada hacia Él y seguirle con el deseo de conformarse a su persona. La vocación encuentra ya una primera revelación en el nombre de cada uno, por esto Jesús llamará a Simón, Pedro, porque su misión y su llamada será la de ser roca sobre la que fundar la Iglesia de Cristo. Además, los apóstoles son llamados uno a uno y por su nombre, para ser identificados en su unicidad. 
En la llamada, la primera experiencia que el hombre hace es una fuerte e íntima relación con Dios, solo este tipo de relación permite a los discípulos, que se sienten amados, tomar la decisión de seguir a Jesús con total radicalidad. La promesa que Jesús les hace a Pedro y a Andrés es muy ambiciosa y requerirá un abandono y una confianza total. Abandonarán sus propios esquemas y formas de pensar para acoger la vida como un don de Dios en su totalidad, para acoger la llamada como un nuevo camino a recorrer dejando atrás los propios proyectos. Se puede hablar de dos tipos de llamada: una que exige la fe de los discípulos y la otra que les llama a la perfección, al seguimiento incondicional en la vida del Maestro.

El lugar y el tiempo en el que los discípulos se encuentran con Jesús son los de su cotidianidad. En un contexto como este, Jesús se dirige a Pedro y Andrés, llamándoles para que le sigan y les llama mientras están realizando su trabajo, mientras se ocupan de su vida. 
También el lenguaje que Jesús utiliza con sus discípulos pertenece al ambiente del que provienen y es cercano a lo que ellos han vivido. Se dirige a ellos diciendo: «Seguidme, os haré pescadores de hombres». Desde aquel momento, lo que era una sencilla vida de pescadores en el lago Tiberiades se convierte en una vocación de misión y anuncio del amor de Dios; y ellos dejaron las redes, la barca y la familia para seguir a Jesús.
Además, podemos notar cómo la llamada se realiza en pareja, son llamados dos hermanos: Pedro y Andrés. Esto porque la pareja es la base de la fraternidad y la vocación encuentra su realización en la vida comunitaria. Además, la misión a la que serán enviados se realiza de manera completa si se comparte y se experimenta dentro de una comunidad. Y aquí podemos ver un nuevo pasaje: los discípulos llamados son enviados para llevar el anuncio de la Buenas Nueva y del amor de Jesús a todos los hombres. La misión es la expresión y el resultado natural de sentirse amados y llamados por el Señor. Como ya se ha dicho, la vocación y la misión son comunitarias, porque la comunidad es punto de salida y de llegada de la llamada de cada uno; de hecho, solamente en la relación con los hermanos, los discípulos pueden experimentar la fraternidad, ya que no es posible reconocerse como hijos si no se descubre también el hecho de ser hermanos. En este contexto nace la Iglesia, la primera comunidad de fe que encuentra en Jesús sus raíces.

La verdadera Iglesia: María y Pedro

A Cafarnaún también vino María, la Madre, con Jesús y por Jesús (Jn 2, 12; Mc 3, 31 ss; cf La T.S. 1990, 242-46). Aquí ella se nos revela y se entrega como «la Virgen que escucha» (MC 17), como «la primera discípula de su Hijo» (Red. Mater 20): primera en todos los sentidos, por tiempo y calidad (LG 58). Aquí, en la casa de Simón Pedro, ciertamente se encontró con el Príncipe de los Apóstoles y comenzó así la doble dimensión mariana y apostólico-petrina de la verdadera Iglesia que fue bien observada por santa Brígida de Suecia en el siglo XIV (Revel. IV,139ss) y, más cercano a nosotros, por Juan Pablo II (Disc. 22.12.1987).

L. Cignelli, La grazia dei luoghi santi, Jerusalem 2005, 45-46.

«Se trataba de una especie de acción combinada de entendimiento: ella rezaba, Jesús actuaba; Jesús predicaba y hacía milagros, ella colaboraba con todo el sacrificio de sí misma». (G. Venturini, La Donna di Nazareth, Génova 1988, 105).

El dato bíblico sobre las dos estancias de María en Cafarnaún es, como siempre, muy sintético pero de contenido inagotable y siempre rico en sorpresas. Podemos analizarlo sin fin (Sal 119, 96; Sab 7, 14), para nuestra edificación y consolación (Hch 20, 32; Rm 15, 4). 
La primera estancia nos viene referida por un testimonio ocular: el apóstol san Juan, el benjamín de Jesús (Jn 19,26), el discípulo que más se parecía al Maestro, como pensaban san Efrén el Sirio (De virg. 25,9) y María Valltorta (o. c. 11,54 y 434). 
«Después de este suceso, bajó hasta Cafarnaún junto con su madre, los hermanos y sus discípulos, y se detuvieron allí unos pocos días» (Jn 2,12). Fue por tanto, una estancia breve, de «pocos días»; tuvo lugar, con toda probabilidad, en la casa de Simón Pedro (Mc 1,29; 2, I); y no tuvieron que ocurrir episodios desagradables. Cafarnaún, como Nazaret, no ha desilusionado todavía a Jesús, esto sucederá más tarde (Lc 4,22ss; 10, 15; Mt 11, 23s).
Es superfluo decir que el Señor y, con él su Madre, vayan a Cafarnaún como a Caná y otros sitios, únicamente para hacer el bien (Lc 1, 39ss; 4, 31 ss; Hch 10,38). «Cada cosa hecha por Jesús es un misterio y sirve para nuestra salvación», nos recuerda san Jerónimo (In Marcum 11, 1-10). 
Respecto a la Virgen, en esta primera visita a Cafarnaún continúa con la obra iniciada oficialmente en Caná, la de mediadora de todas las gracias y educadora de los hermanos y discípulos del Hijo. Así, María, la mujer fiel, rescata y eleva a lo sublime la vocación femenina: sembrar en todas partes la bondad y la alegría (Lc 1,39ss; Jn 2, 1ss); mientras que Eva, la mujer infiel, siembra por todas partes división y dolor (Gén 3,6ss; Sir 25, 12ss). Naturalmente, aquí como en otros lugares, la Madre lo hace todo en perfecta sintonía con el Hijo. Los dos aparecen inseparables ya en el Evangelio, como lo serán después en la Liturgia y en la vida auténtica de la Iglesia. Esto es lo que los místicos, estos poetas del mundo espiritual, nos enseñan desde siempre. 
Por lo que María, siempre entregada completamente a la persona y a la obra del Hijo, está en Cafarnaún «sirviendo al misterio de la redención, bajo Él y con Él» (LG 56), haciéndolo todo de puntillas. Por otra parte, su presencia, por muy discreta que sea, es siempre visible. Así los habitantes del poblado pudieron verla y aprender a conocerla, al menos de cara, tanto que un día pudieron decir: «De él conocemos... la madre» (Jn 6,42). 
La segunda estancia es recogida por los sinópticos, especialmente por san Marcos, que la desarrolla ampliamente, por lo que damos preferencia a su relato. Pero, antes, unas palabras de ambientación. 
Jesús es un hijo diferente de los demás hijos y, además, contestado por los jefes religiosos y políticos del país (Mc 2,6ss; 3,2.6.22ss). La Madre le sigue como puede y acude cada vez que la intuición materna le hace presentir un peligro. En un cierto momento, el incómodo profeta es tachado de loco, con la intención evidente de hacer que desaparezca (Mc 3,21). Sabemos que entre loco y delincuente la diferencia es mínima a efectos prácticos: ambos son encarcelados, considerados peligrosos para el orden público… 
De aquí viene la preocupación de los familiares y, en particular, de la Madre, de aquella que «todos sus pensamientos dirigió siempre y únicamente al Hijo de Dios y suyo» (S. Bernardino de Siena).

«Llegan mientras tanto su madre y sus hermanos y, estando fuera, mandaron llamarlo, mientras una multitud estaba sentada alrededor de Él. Le dijeron: - Están aquí fuera tu madre, tus hermanos y tus hermanas, que te están buscando-. Pero él les respondió: - ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? - Por lo que, fijando la mirada sobre los que estaban sentados a su alrededor, dijo: - ¡Aquí están mi madre y mis hermanos! Porque quien haga la voluntad de Dios es mi hermano, mi hermana y mi madre –“(Mc 3,20-21. 31-35). 
Naturalmente debemos distinguir a la Madre del resto de familiares del Señor; estos, desgraciadamente, no creen en Él (Jn 7,6); Ella, en cambio, es la creyente «bienaventurada» y ejemplar (Lc 1,45); tanto que un día el mismo Hijo la entregará como «madre» y sostén de la nueva familia que empezó a formarse (Jn 19,26s). Él, por su parte, no se deja ganar en generosidad (Mc 1 0,29s). Así como la Madre nos lleva y nos entrega a su Hijo (Jn 2,5), así el Hijo nos lleva y nos entrega a la Madre (Jn 19,26). Y los verdaderos creyentes, tal y como acogen a Jesús de María, acogen también a María de Jesús (Lc 1,42s; Jn 19,27), haciéndose partícipes de su binaventuranza filial. La Virgen Madre, de hecho, es el don más exquisito del Padre celeste al Hijo hecho hombre y, en él, a todos los creyentes. «¿Quién es más bella y dulce que María?» (San Gabriel de la Dolorosa). Y, sobre todo, «la mejor de las madres» (papa Juan Pablo II). 
De esta manera, la Iglesia Católica, guiada por el Espíritu de la verdad (Jn 16,13), ha entendido siempre el episodio antes citado en unión con otro similar (Lc 11,27ss): «Durante su predicación, (la Madre) reunió las palabras con las que el Hijo, exaltando el Reino que está por encima de las relaciones y de los vínculos de la carne y de la sangre, proclamó bienaventurados a los que escuchan y custodian la palabra de Dios (cf. Mc 3,35; Lc 11,27ss), como Ella fielmente hacía» (cf. Lc 2,19.51; LG 58); Ella, que era «la Virgen que escucha» (Mar. cultus 17), «la primera discípula de su Hijo», antes por tiempo y por calidad (R. Mater 20), es decir «la primera de la clase» (G. Meaolo). 
A su vez, santa Teresita observa con fina intuición la alegría de la Virgen por las palabras de Jesús sobre el parentesco espiritual: «¡Oh Virgen inmaculada, oh madre dulcísima! Tú no te entristeces escuchando a Jesús. Al contrario, te alegras de que Él nos explique que nuestra alma será su familia aquí abajo. Sí, te alegras de que nos entregue su vida, los tesoros infinitos de su divinidad. ¿Cómo no amarte, no bendecirte, oh María, por esta generosidad tuya hacia nosotros?» (Poesías 34,21; Ed. Ancora 1968, 230). 
La Virgen es madre y, como tal, no conoce celos ni rivalidad. Es existencia pura de amor por nosotros, hijos en el Hijo (Gal 3,26); se entrega a todos según la necesidad de cada uno (Hch 1,14; 4,35). Por ello, «la Iglesia Católica, guiada por el Espíritu Santo, con afecto de piedad filial la venera como madre amantísima» (LG 53), «madre amantísima» (Pablo VI, Disc. 21-11-64), y la imita «como su figura y excelentísimo modelo de fe y de caridad» (LG 53). 

María es nuestro modelo, precisó Pablo VI, «porque, en su condición concreta de vida, Ella se adhirió total y conscientemente a la voluntad de Dios (cf. Lc 1,38); porque acogió su palabra y la puso en práctica; porque sus acciones estaban movidas por la caridad y el espíritu de servicio; porque, en resumen, fue la primera y más perfecta seguidora de Cristo y esto tiene un valor ejemplar, universal y permanente» (Mar. cultus 35). 
Ce ella, madre y modelo, podemos y debemos aprender cómo se vive la fe cristiana, cómo se transforma en Iglesia, es decir, humanidad auténtica e integral, liberada y movida hacia lo divino. Y es Él mismo, Jesús, quien lo quiere. En Caná, la Madre nos ha llevado a la escuela del Hijo (Jn 2,5); aquí, en Cafarnaún, es el Hijo quien nos lleva a la escuela de la Madre. Él quiere que aprendamos de ella a ser familia, es decir «hermano, hermana y madre» (Mc 3,35). Y esto se realiza compartiendo aquel sí a la «palabra-voluntad de Dios» (Lc 8,21; Mc 3,35), su auténtica grandeza como Madre (Lc 1,45; 11,28), y que para todos constituye el secreto de la vitalidad y fecundidad espiritual, dado que «todo» nace y crece de la «Palabra de Dios viva y eterna» (l Pe 1,23; 2,2; Sal 33,9). 
Para nosotros, aceptar a María así, como madre y modelo de vida, es un deber y una obligación al mismo tiempo. Significa compartir la elección del discípulo amado (Jn 19,27) y de la Iglesia naciente (Hch 1,14 ); elección sumamente benéfica, que salva y cristifica. Recordamos las palabras proféticas de Pablo VI: «Si queremos ser cristianos, debemos ser marianos» (Homilía 24-4-70).

El apóstol Pedro

Aquí Él a los primeros colaboradores o apóstoles, con Simón Pedro como jefe (Lc 5,10s). De este hombre, que será su vicario, lo ha tomado todo: persona, oficio, casa, llevando todas las cosas a la perfección (Lc 4,38; 5,3ss).

L. Cignelli, La grazia dei luoghi santi, Jerusalem 2005, 45.

El vocabulario técnico utilizado por los pescadores se difumina por todo el fragmento, sugiriendo al lector seriamente la imagen de la pesca como metáfora de la obra de Jesús y como imagen de la Iglesia del tiempo presente (Agustín). Ya que Cristo se encuentra presente en la barca, esta se convierte en símbolo de la Iglesia (Máximo de Turín). El milagro se refiere a la pesca de hombres a través del ministerio de la gracia que funda la Iglesia y la hace crecer hasta hoy. Jesús conduce el pueblo hasta su Iglesia mediante la predicación del Evangelio (Cirilo de Alejandría). Esta Iglesia tiene que navegar como Noé (Máximo de Turín). Al igual que los profetas trabajaron durante toda la noche, también lo hicieron los apóstoles. Una barca representa a los judíos y la otra, demasiado cargada, a los gentiles (San Efrén el Sirio). Pedro, como los demonios, reconoce que Jesús es el Santo de Dios y su temor nace del hecho de encontrarse ante la presencia de la santidad como pecador (Cirilo de Alejandría). Pescar hombres significa predicarles el reino de Dios en Jesús y llevarlos a este reino a través del sacramento de la Iglesia (Máximo de Turín).

La Bibbia commentata dai Padri-Nuovo testamento a cura di A. A. Just Jr, Citta Nuova, Roma 2006.

El apóstol Pedro, el apóstol primero, aquel que fue llamado en las orillas del mar de Galilea, responde con inmediatez y generosidad. El ambiente en el que se realiza su llamada es el de su cotidianidad, que ya revela la misión que Simón realizará en su vida. Jesús le dice: «Te haré pescador de hombres», señalando su misión futura como jefe de la Iglesia. El papel de Pedro será siempre el de un líder, un papel importante en el grupo de los apóstoles; será siempre el portavoz y punto de referencia. Su relación con Jesús lo transforma profundamente y es indicativo también de que esta relación fue tan familiar, el hecho de que su casa se transformó en centro y lugar en el que Jesús vivió. Este aspecto demuestra la relación de intimidad y de familiaridad que se creó entre el maestro y el discípulo. Jesús entra en la casa de Pedro, vive allí como si fuera su casa. 
Pedro también se presentará débil y frágil, pero esto revela que ¡Pedro es el primero por gracia, no por mérito!
Será en esta dimensión cuando Jesús dará un nuevo nombre al apóstol, que no se llamará más Simón sino Pedro (Cefa/Roca), afirmando todavía más su vocación: él será el fundamento rocoso de la nueva comunidad que Cristo está fundando, llamando a los discípulos para que le sigan y vivan con él. 

El Evangelio revelado a los sencillos

Evangelio según San Mateo (Mateo 11, 25-27)

En esa oportunidad, Jesús dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.
Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990

Evangelio según San Mateo (Mateo 18, 1-5)

En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?».
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: «Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos.
El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990

Evangelio según San Marcos (Marcos 9, 33-37)

Llegaron a Cafarnaúm y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: «¿De qué hablaban en el camino?».
Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.
Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: «El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos».
Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: «El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado».
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990

Evangelio según San Lucas (Lucas 9, 46-48)

Entonces se les ocurrió preguntarse quién sería el más grande.
Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, tomó a un niño y acercándolo, les dijo: «El que recibe a este niño en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ese es el más grande».
EL LIBRO DEL PUEBLO DE DIOS La Biblia (Traducción argentina) 1990

Horario de apertura del santuario:
8:00 - 17:00 (horario ininterrumpido)


Entrada: 
Precio 5 shequel NIS


Santas Misas:
Es posible celebrar la santa misa en el Memorial de San Pedro previa reserva en el CIC. Quien lo desee puede utilizar también la zona exterior con bancos que se encuentra frente al lago.


Fiestas y celebraciones durante todo el año:
Santa Eucaristía
Solemnidad de San Pedro
Peregrinación en la octava de pentecostés
Peregrinación en la octava de Corpus Christi


Reserva para la celebración de misas para sacerdotes y grupos católicos que quieran acreditar su peregrinación a Tierra Santa:
CIC - Christian Information Centre 
(dentro de la Puerta de Jaffa, en frente de la Ciudadela)
tel: +972 2 6272697
tel: +972 2 6272692
fax: +972 2 6286417
e-mail: cicinfo@cicts.org


Contacto:
Convento de la Promesa Eucarística
Minzar Tierra Santa, P.O.B. 2257, 14122 Tiberias
ISRAEL
Tel: +972. 04 / 672.10.59 (Convento)
+972. 04 / 679.20.64 (Religiosas)
Fax: +972. 04 / 671.59.06


Cómo llegar a Cafarnaún:
Cafarnaún se encuentra en la ribera norte del lago de Tiberíades, siguiendo la carretera estatal nº 87.
Desde Tiberíades salen distintas líneas de autobuses públicos que se dirigen al Norte. Es posible descender en la parada Kfar Nahum Junction y seguir a pie por el camino peatonal en dirección a Cafarnaún (distancia del recorrido: 3,2 km).
A lo largo del camino se encuentran los santuarios de la Iglesia de la Multiplicación y el Primado de Pedro.


Jesus Trail
Para quien quiera ir a Cafarnaún a pie partiendo de Nazaret, se ha inaugurado recientemente un camino peatonal de 65 km que atraviesa los más importantes enclaves religiosos e históricos de esta zona de Galilea.
Info: http://jesustrail.com/


Alojamiento
en la zona del lago de Tiberíades la hospitalidad franciscana está presente en la Casa Nova, de Tiberíades, en el Monte de las Bienaventuranzas con las hermanas franciscanas Misioneras del Corazón Inmaculado de María
info:
“Mount Beatitudes Hospice”
South Golan 12365, Israel?Tel: +972-4-6726712?Fax: +972-4-6726735
E-mail: ospbeat@netvision.net.it