El Evangelio precisa tres cosas: el nombre del lugar (Emaús), dice que es un pueblecito y que está a sesenta estadios de Jerusalén, según los mejores códigos, que se traducen por unos 11 kilómetros.
A pesar de estas precisaciones, a lo largo de los años se han presentado al menos tres versiones acerca del lugar exacto de dicha aparición a los discípulos. Desde hace setecientos años, el Qubeibeh conserva esta tradición hasta nuestros días.
La Iglesia antigua, a partir del siglo III (Orígenes, Eusebio, San Jerónimo) identificó concordemente el lugar evangélico con la ciudad de Emaús-Nicóplis, recordada en la historia de los Macabeos (1 Mac. 3, 40. 57; 4.3 y 9.50). Resaltamos aquí que el nombre del lugar correspondía exactamente pero no la distancia que se vio corregida en algunos códices bíblicos a 160 estadios; es decir: 30 kilómetros.
En el período cruzado (s. XII) se comenzó a buscar un lugar más cercano a Jerusalén y se propuso como tal el castillo de Fontenoid (antigua ciudad de Kiriat-Yaarim, hoy Abu-Ghosh). Pero no obtuvo mucho éxito, mientras que la de El Qubeibeh, a partir del siglo XIV, quedó como sola denominación y los franciscanos siguieron también esta tradición. La situación topográfica del lugar, colocado junto a uno de los caminos que llevaban a Jerusalén, puede haber influido en escoger dicho lugar al igual que la persistencia de tradiciones populares.