
La vista panorámica del monte Pisga revela la Tierra Prometida, como hizo con Moisés: desde el Mar Muerto, a través del Herodión, Belén y Jerusalén (a 46 km de distancia en línea recta), hasta la cima puntiaguda del Alexandreion y Jericó. De noche se ve brillar las luces de las ciudades.
El sitio, con la nueva basílica y las ruinas del vasto monasterio bizantino, está al cuidado de la Custodia de Tierra Santa.
Pasada la entrada, una placa conmemorativa de seis metros de alto recuerda la visita de Juan Pablo II a Tierra Santa en 2000. En la parte frontal, en latín, se lee: «Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos» (Ef 4,6). En el lado norte, a la derecha, están representados los profetas del Antiguo Testamento, que veían el futuro, pero de manera todavía velada (cfr. 1Pe 1,10-12).
En la parte posterior está escrito en árabe: «Dios es amor», que es «la invitación del cielo y el mensaje de los profetas». Finalmente, en el lado sur, a la izquierda, se lee de nuevo (esta vez en griego): «Dios es amor» (1Jn 4,8). Más arriba está colocado el emblema de la Custodia de Tierra Santa.
En el pequeño museo se exponen, además de maquetas y paneles ilustrativos, algunos hallazgos menores – sobre todo cerámica – y dos piedras miliares de la vía romana que llevaba de Hesbón a Livias (hoy Tell ar-Rame en las inmediaciones del lugar del bautismo en el Jordán), rodeando el Nebo por el norte. La columna central, en un grupo de tres, está realizada en un valioso mármol blanco y negro procedente de una cantera imperial, y fue probablemente regalo del emperador (¿Constantino?) a la comunidad cristiana local. En la basílica bizantina se han encontrado mosaicos en tres estratos, a veces incluso cuatro, que cubren por completo una superficie de 700 m2. Se han asegurado y separado; ahora casi todos están expuestos en el interior de la nueva basílica.
La nueva basílica
A partir de 1963 comenzó a reestructurarse la basílica, al principio solo con el objetivo de cubrir los restos del memorial dedicado a Moisés, y después (desde 2008) de forma que sirviera al mismo tiempo de santuario, museo y protección para las antigüedades.
Las obras, completadas en 2016, se retrasaron primero por la repentina desaparición del arqueólogo y jefe de obra Michele Piccirillo, y después por el desarrollo de nuevas técnicas de conservación, o más bien, por el redescubrimiento de la antigua técnica del mosaico. De hecho, se ha demostrado que los métodos de fijación de las teselas con cemento utilizadas en los años 60 y 70 a largo plazo dañan la obra, mientras que el método de mortero de yeso lleva más tiempo, pero es más duradero.
La nueva iglesia es más grande que la anterior bizantina, ya que comprende también espacios anexos y capillas laterales. No obstante, el inusual presbiterio de tres ábsides en forma de trébol, corresponde al original. En la capa de piedra inferior (la original) se observa que los elementos arquitectónicos habían reutilizado materiales de un edificio anterior, por ejemplo, una base de columna que ahora está colocada boca abajo. Lamentablemente, no sabemos casi nada de esta estructura original, sobre todo porque los hallazgos de esa época son muy raros. Podría tratarse de una construcción pagana, pero también de un memorial hebreo o samaritano en honor de Moisés. De hecho, se han encontrado restos de una inscripción samaritana, pero casi incomprensible, conservados actualmente en Jerusalén, en el museo del Studium Biblicum Franciscanum.
Las vidrieras del ábside, que se remontan a la primera versión “de fortuna” de la iglesia, muestran a la izquierda a Moisés y Aarón con el agua que brota de la roca (Ex 17,1-6); en el centro, Moisés que intercede por el pueblo, sostenido por Aarón y Jur (Ex 17,8-13); a la derecha la muerte de Moisés aquí, en el monte Nebo.
En la nave central, durante las obras se llevó a cabo un importante descubrimiento por casualidad: una tumba que no se había utilizado nunca, ya que era poco profunda y no mostraba ninguna huella de inhumaciones. Para esta tumba se había reutilizado alabastro de un monumento más antiguo (¿herodiano?). Es casi seguro que se había encontrado el “sepulcro de Moisés” descrito por la peregrina Egeria:
En esta iglesia, donde se alza el ambón, observé una zona un poco elevada, con las dimensiones aproximadas de una tumba. Pregunté a esos santos hombres de qué se trataba y me contestaron: «Aquí fue depositado el santo Moisés por los ángeles. Dado que, como está escrito [Dt 34,6], nadie sabe dónde se encuentra la tumba, entonces han sido seguramente los ángeles».
Para reorganizar los mosaicos se siguió este criterio: de las diferentes capas musivas, la parte mejor conservada o más ricamente decorada se recolocó en su lugar original. Los otros mosaicos se colgaron en las paredes, en el punto más cercano posible. De este modo, casi todas las obras, pertenecientes a las diferentes fases de la historia del edificio, han encontrado un sitio en la nueva basílica.
La escultura moderna

La escultura moderna que se ve en la explanada delante de la iglesia fue realizada en 1983-84 por el florentino Gian Paolo Fantoni: la serpiente de bronce alzada por Moisés en el desierto está enroscada a un asta torneada en forma de cruz. El artista pone en relación la historia veterotestamentaria con la cristología, como hizo el evangelista Juan. En realidad, no está claro donde se alzó la serpiente de bronce durante el Éxodo, ni tampoco la proximidad al monte Hor ayuda a resolver el enigma.
Desde el monte Hor se encaminaron hacia el mar de Suf, rodeando el territorio de Edón. El pueblo se cansó de caminar y habló contra Dios y contra Moisés:«¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náuseas ese pan sin sustancia». El Señor envió contra el pueblo serpientes abrasadoras, que los mordían, y murieron muchos de Israel. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo: «Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes». Moisés rezó al Señor por el pueblo y el Señor le respondió: «Haz una serpiente abrasadora y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla». Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y salvaba la vida. (Nm 21,4-9).
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna (Jn 3,14-15).