Llanto de Jesús por Jerusalén
“Y cuando se acercó, al ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: ¡Si conocieras también tú en este día lo que te lleva a la paz! Sin embargo, ahora está oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti en que no sólo te rodearán tus enemigos con vallas, y te cercarán y te estrecharán por todas partes, sino que te aplastarán contra el suelo a ti y a tus hijos que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de la visita que se te ha hecho.”
(Lucas 19,41-44)
Lamento por Jerusalén
En aquel mismo momento se acercaron algunos fariseos, y le dijeron: “Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte. “Y él les dijo: “Id a decir a ese zorro: Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado.Pero conviene que hoy y mañana y pasado siga adelante, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén.“¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido! Pues bien, se os va a dejar vuestra casa. Os digo que no me volveréis a ver hasta que llegue el día en que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”
(Lucas 13,31-35)
Alguien que escucha podría decir: el significado de estas palabras es evidente. Ellas se han cumplido en lo referente a Jerusalén: el ejército romano la asedió y saqueó hasta llegar a destruirla y llegará un tiempo en que no quedará de ella piedra sobre piedra. Yo no niego absolutamente que aquella Jerusalén haya sido destruida como consecuencia de los delitos de sus habitantes; pero me pregunto si estas lágrimas no se refieran también a nuestra Jerusalén; somos nosotros evidentemente la Jerusalén sobre la cual Jesús lloró, nosotros que creemos tener el alto conocimiento de los misterios.
(Orígenes, Homilía 38, 3 sobre Lucas)