Las excavaciones en la propiedad franciscana
El Fray Benedict Vlaminck fue el primero en investigar el subsuelo alrededor de la gruta sagrada. Publicó los resultados de sus descubrimientos en el año 119900 en su “A Report of the Recent Excavations and Explorations conducted at the Sanctuary of Nazareth” (Informa de las Recientes Excavaciones y Exploraciones realizadas en el Santuario de Nazaret). En 1892 descubrió una segunda gruta al fresco, llamada luego Conone, ubicada al oeste de la venerada y con los restos bizantinos de pavimentos en mosaico. En dicha ocasión se hizo el primer relieve del plano de la iglesia cruzada, que contenía los restos bizantinos.
En el año 1889 y luego entre 1907 y 1909, se realizaron otras investigaciones por parte del padre Prosper Viaud y los resultados fueron prontamente publicados en 1910, enriquecidos con bellas ilustraciones en el volumen “Nazareth et ses deux églises de l'Annonciation et de Saint-Joseph” (Nazaret y sus dos iglesias de la Anunciación y de San José). Los descubrimientos obtuvieron un inmediato eco gracias al hallazgo del mosaico con la corona y el monograma de Cristo, junto con los famosos capiteles cruzados que representa historias de los Apóstoles, escondidos dentro de una gruta bajo el pavimento del locutorio del convento. Parece cierto que los capiteles, quizás nunca puestos en obra, hayan estado escondidos hasta el fin del periodo cruzado para protegerlos de las depredaciones y destrucciones musulmanas.
Se practicaron otras excavaciones durante la construcción del nuevo convento franciscano en 1930, pero los diarios con las anotaciones se perdieron durante la segunda guerra mundial.
El proyecto de la construcción de la nueva Basílica de la Anunciación, inaugurada en 196, fue la ocasión para iniciar investigaciones más profundas y extensas sobre el pasado del pueblo y los restos antiguos.
Las investigaciones arqueológicas fueron dirigidas por el padre Bellarmino Bagatti, uno de los padres fundadores de la tradición arqueológica del Studium Biblicum Franciscanum, experto conocedor de la antigüedad del país.
En marzo de 1955 se derribaron las estructuras de la iglesia franciscana construida en 1730 y ampliada en 1877, del antiguo convento y de las escuelas. El espacio que se encontraba al norte de la Gruta sagrada, finalmente libre de estructuras, fue explorado entre abril y junio del mismo año, con ayuda de más de 120 obreros locales que excavaron diariamente, bajo la atenta mirada del p. Bagatti y de su colaborador p. Gaetano Pierri, limpiaron un área de aproximadamente 90 x 60 metros. Las investigaciones terminaron especialmente para conocimiento del pueblo, sus características materiales y su desarrollo en el tiempo.

Los trabajos permitieron explorar la zona en el este, sur y norte de la
Gruta y sacaron a la luz los restos de la iglesia cruzada, la bizantina y del antiguo pueblo.
De la iglesia cruzada, más allá del muro norte y algunas otras estructuras ya bien documentadas en el pasado, se pusieron completamente a la luz los ábsides y los muros perimétricos, fue descubierto el cementerio que se extendía al este y al mismo tiempo se recuperaron muchísimos elementos de columnas de granito y bloques esculpidos que pertenecían a la decoración del próspero santuario.
En el complejo de edad bizantina se investigaron: la iglesia, con los ábsides, las tres naves y la sacristía; el monasterio, con los restos de los pavimentos musivarios de los ambientes ubicados al sur de la iglesia; y, finalmente, el espacio reservado al altar donde se puso a la luz también una cisterna para agua.
La excavación del pueblo, cuyos restos aún pueden ser visitados al interior del área arqueológica al lado de la Basílica, pone a la luz un sistema de grutas naturales y artificiales que fueron parte integrante de las habitaciones. Se encontraron también diversos silos para los granos y cisternas para agua, cuyo vaciado ha devuelto cerámica que da testimonio de una afluencia del sitio de la edad del hierro a la moderna. Se encontró también una serie de tumbas que datan del Bronce Medio.
Durante la construcción del nuevo santuario nació también la exigencia de coservar mejor los mosaicos bizantinos. Para ello, se retiraron y colocaron sobre una nueva base. Posteriormente, se aprovechó la ocasión para investigar también las áreas subyacentes a los mosaicos. Con suma sorpresa del p. Bagatti y de sus colaboradores, salieron a la luz los restos de un muy
El edificio pre-bizantino
En el año 1959, durante la construzione de la nueva Basílica, los mosaicos bizantinos fueron retirados para ser mejor conservados y vueltos a colocar al término de las obras. Una vez retirados, con gran sorpresa se descubrió que debajo del pavimento de la iglesia y del convento se encontraban diversos bloques de piedra con enlucidos pintados y grafitis que pertenecían a un edificio de culto muy antiguo.
En especial, debajo del mosaico de la nave central, en el mismo espacio en el que se ilustran las pequeñas cruces y el monograma de Cristo, sale a la luz una tina cortada en la roca, de forma cuadrada, con lados de casi dos metros, una profundidad de 1,60 metros, con escalones pequeños en el lado sur. La tina presenta en el fondo, en el ángulo noreste, un pequeño pozo circular con una ulterior depresión cerca del ángulo. En el enlucido de las paredes se encuentran trazos de incisiones realizadas cuando el mortero aún estaba fresco e interpretadas por el P. Testa como ilustraciones de escalas (alusiones a la “escala cósmica”), cruces y barcas.
La tina fue cerrada y vuelta a llenar con diversos pedazos de piedra, cerámica que data de fines del siglo IV y, en la capa superior, con muchos fragmentos de enlucido blanco y de color que conservan trazos de escritos grafitos en idioma siríaco. Esta tina se asemeja, en la forma, a la cripta de San José, pero no está revestida de mosaico. El P. Bagatti, que pensó era inicialmente una tina para el vino, se convenció luego de que por el contrario sirvió para el culto. La semejanza con la de San José lo llevó a suponer que se trataba de una tina bautismal para la iniciación judeo-cristiana. No todos los estudiosos compartes esta interpretación. La Taylor, en modo especial, considera ambas tinas (la de San José y la de la Anunciación) mejor dirigidas a las actividades agrícolas del pueblo, para la recolección del prensado del vino.
También, debajo de la nave sur y en la zona del convento se han encontrado diversos materiales ediles, usados para realzar el nivel del pavimento: piezas de enlucido pintados y grafitis, cerámica, monedas ilegibles, fragmentos de tejas para el techo y fragmentos de lastre de mármol para revestimiento de paredes o de pavimentos. Se ha recuperado también, unas setenta piezas grandes arquitectónicas, también enlucidos, que debían pertenecer a un edificio de culto destruido: capiteles, rocas y bases de diversas columnas de piedra local llamada “nari”, bloques de donde partían los arcos de la nave (situados en doble arco), diversos marcos trabajados, parteluces de puerta y piedras cuadradas.
Los restos del antiguo pueblo
Las excavaciones realizadas a partir del año 1955 por el P. Bellarmino Bagatti han sacado a la luz parte del área ocupada por el antiguo pueblo, hoy incluso en la Nazaret moderna. Se investigó, en especial, el espacio que era ocupado, hasta 1930, por el convento franciscano, construido a su vez sobre el palacio obispal de la época cruzada.
El poblado descendía a lo largo de la pendiente de la colina, en el espacio que hoy separa los dos santuarios franciscanos de San José al norte y de la Anunciación al sur. El pueblo estaba rodeado al norte por una especia de anfiteatro natural, formado por colinas que llegan a unos quinientos metros de altura, mientras que al oriente y occidente estaba delimitado por valles que llegaban hacia la llanura de Esdrelón.
El precipitado flanco de la colina, en la vertiente este, descendía al precipicio: hoy el valle oriental aún se puede reconocer a lo largo del Camino Pablo VI, que une la parte baja de la ciudad con la moderna Nazaret Illit. El desarrollo moderno de la ciudad ha cubierto por el contrario el valle occidental, que debía concluirse en la zona del actual suk, donde había también una fuente de agua.
Los límites norte, sur y oeste del pueblo han sido identificados gracias al hallazgo de tumbas del Bronce Medio en la edad bizantina. La abundante presencia de manantiales de agua natural, que facilitaban la vida del pueblo, está evidenciado por la “fuente de María” ubicada al norte del pueblo evangélico, que hoy fluye de la roca encerrada en la iglesia griega de San Gabriel y que es llamada por los locales “Ain Sitti Maryam”.
Las excavaciones conducidas por el P. Bellarmino Bagatti, han sacado a la luz los restos de un pueblo agrícola frecuentado a partir de la edad del hierro II (900-600 a.C.), a medida que se estructuraba alrededor de simples habitaciones que usaban las grutas subterráneas, excavadas en la suave roca calcárea. Éstas formaban parte de las casas y eran usadas para los trabajos domésticos y como refugio de animales. Mientras que las habitaciones verdaderas, en albañilería, estaban ubicadas en la superficie o acercadas a las grutas.
Debido a diversos edificios construidos en el área, quedaban pocos trazos de las casas antiguas y cuando el P. Bagatti inició las investigaciones adoptó la opción de excavar hasta la roca natural. La recolección de datos arqueológicos se vio por ello a menudo limitada a los trazos encontrados en la roca.
El carácter agrícola del pueblo está evidenciado principalmente por numerosos silos, bocas con forma de pera con un cuello circular tapada con piedra, excavados en la suave caliza rocosa. Los silos debían conservar los granos recogidos y llegaban a los dos metros de profundidad. Eran ingeniosamente organizados uno sobre el otro, en más niveles, y unidos por galerías que facilitaban el almacenaje de la mercancía y la aireación de los granos. Junto con los silos se hallaron las cisternas que recogían el agua pluvial. Prensas para aceite y para uvas sostenidas por celdas aceiteras y vinateras, formaban parte de complejo productivo del cual también se encontraron los molinos de piedra.
Estudiando la conexión entre los silos y la disposición de las cisternas para agua ha sido posible rastrear los límites supuestos entre las diversas propiedades: éstas debían ser autosuficientes desde el punto de vista hídrico. El P. Eugenio Alliata ha podido interceptar al menos cuatro áreas distintas, con grutas y silos unidos, que supuestamente pertenecerían a cuatro núcleos habitables diversos.
La gruta venerada, ubicada en la vertiente meridional del burgo, pertenecía con toda prueba a uno de estos complejos que, hasta cierto punto, desarrolló también un área productiva, que contaba con una prensa de olivos, de lo que queda la prensa con la tina de colección del exprimido y de las celdas vinateras o aceiteras.
Como ya se observó, las grutas excavadas en la roca, como la de la Anunciación, fueron ambientes subterráneos de las casas. Estos estaban compuestos por una o más habitaciones de mampostería, quizás equipadas también con pisos superiores. Las grutas eran usadas como almacenas en los que se podía cargar la mercancía dentro de los silos, o bien como establos para los animales; pero podían servir también para las diversas actividades domésticas y para alojar pequeños hornos.
Un óptimo ejemplo de habitación semi-rupestre se puede visitar en el área arqueológica al lado de la basílica. Se observa una gruta con un dormitorio opuesto del cual queda la primera hilera de piedras. En esta gruta, excavando debajo del pavimento del locutorio del convento, el P. Viaud descubrió los cinco espléndidos capiteles cruzados ahora conservados en el museo. En la gruta se conserva aún un horno hallado en la arista de noroeste, y se pueden observar algunas bocas de silos en el pavimento. Las manijas halladas en la roca y un cebador, refiere al uso de la gruta como establo, al menos por un cierto periodo.
La historia de la ocupación humana de Nazaret es resumida por algunos grupos de tipologías cerámicas expuestas en el museo: van del II milenio a.C. al 1500 d.C.
Los vasos del Bronce Medio I y II (2000-1550 a.C.) y del Bronce Tardío (1550-1200 a.C.) proceden de las tumbas encontradas al exterior del muro meridional de la basílica cruzada. Las del Hierro I (1200-1000 a.C.) por una tumba descubierta en las pendientes de la montaña en el barrio occidental del centro poblado (casa Mansour). El Hierro II (1000-586 a.C.) está representado por una jarra de cuello estrecho con doble asa y embudo, encontrada en un silo al este de la basílica. Los candiles y las ollas del periodo romano provienen del bibelot funerario de la tumba llamada “Laham” descubierta al sur del santuario en 1923 en la propiedad de Wasif Laham, tumba formada por una habitación sepulcral con 13 nichos en “kokhim”. Los platos vidriados abarcan el periodo medieval, hasta el siglo XVI, y provienen de diversas áreas, dando testimonio así, de una buena vitalidad económica de la ciudad.
Recientes excavaciones arqueológicas (2009) realizadas al interior de la propiedad que aloja el “Centro Internacional María de Nazaret”, que se encuentra al norte de la vasta propiedad franciscana, ha llevado al descubrimiento de una modesta habitación de la edad herodiana similar a las encontradas en las excavaciones franciscanas. Este edificio estaba compuesto de dos habitaciones y un patio, en el cual se excavaron pozos y una cisterna para la recolección de agua.
La Iglesia Bizantina
Según la tradición llegada de Epifanio ("Panarion" XXX.II.10) fue el Conde José de Tiberiade, un hebreo convertido en el tiempo de Constantino, quien solicitó poder construir la primera iglesia cristiana, en el pueblo de Nazaret, en la primera mitad del siglo IV. No existen testimonios ciertos sobre el éxito efectivo del Conde en la tentativa de construir una iglesia, pero esta hipótesis se ha considerado probable. Hacia el año 383, la peregrina Egeria vio “una gran y espléndida gruta” en la que la Virgen María habría vivido, con un altar en el interior y un jardín en el que el Señor se entretenía después del regreso de Egipto”.
En los testimonios de los primeros siglos, se descubre la tendencia no hablar de los lugares de culto que no pertenecen a la tradición propia. Como ejemplo, San Jerónimo y Epifanio. En el caso específico de Nazaret se ha supuesto que existiera un lugar de oración en la casa de María pero no no haya sido observado por autores de linaje gentil, ya que estuvo custodiado por la comunidad judío cristiana. De hecho, Jerónimo al escribir sobre el peregrinaje hecho en compañía de Paola y Eustoquio, no habla de iglesias en Nazaret pero cita el pueblo. Se deduce de ello que Nazaret formaba parte de los lugares visitados por los peregrinos hasta de los primeros siglos.
Para obtener una mención directa de la iglesia es necesario esperar el año 570, con la visita del Anónimo de Piacenza ("Itinerarium", V). Él observó el pueblo, también la “casa de María” transformada en iglesia, además de la sinagoga oficiada por hebreos.
De la situación posterior a la conquista árabe del año 638 queda la descripción del peregrino Arculfo, que contó al abad Adamnano haber visto en Nazaret dos iglesias muy grandes: “una, en la que fue criado nuestro Salvador”, la otra “que es conocida por haber sido construida en el lugar de la casa donde el Arcángel Gabriel se dirigió a María”.
De estas dos iglesias quedó sólo la de la Anunciación, como se deduce del testimonio de Willibaldo en el año 724-26, quien habla sólo de la Anunciación, ya en cuidado de los musulmanes.
El último testimonio pre-cruzado es del histórico árabe al Mas’udi, del año 943: menciona haber visitado Nazaret y de haber encontrado ahí “una iglesia muy venerada por los cristianos y donde se encuentran los sarcófagos de piedra con huesos de muertos, de los cuales se exuda un ungüento similar al jarabe con el cual se untan los cristianos por devoción”. Probablemente se trata de sepulcros ubicados en la iglesia y muy venerados por los fieles.
De la iglesia bizantina, cuyas ruinas, sobrevivientes del decaimiento, dejaron espacio al nuevo edificio eclesiástico construido por los cruzados, permanecen sólo algunos muros a nivel de los cimientos y lacertos de pavimentos en mosaico. Las excavaciones del siglo pasado han permitido complejamente volver a trazar el plano de los edificios: éstos consistían en una iglesia orientada al este-oeste, precedida de un altar y adyacente al lado sur de un monasterio. En el complejo, dichos edificios abarcaban un área de 48 metros de longitud de oeste a este, por 27 metros de norte a sur.
Los arquitectos bizantinos incluyeron al interior de la iglesia los ambientes formados por las Grutas: no se trata de una novedad, de hecho eran diversas las iglesias bizantinas, como la de Tabga o Getsemaní, que contenían en su interior las rocas veneradas, como la Natividad, construidas alrededor de la gruta.
La iglesia estaba formada por tres naves, de ellas la central estaba cerrada por un ábside semi-circular. Las grutas, al menos dos, estaban incorporadas al interior de la nave del norte y se encontraban en un nivel más bajo: motivo por el cual de la nave central se descendía a la lateral a través de escaleras. Al fondo de la nave del sur se encontraba un ambiente rectangular, que ha sido interpretado como sacristía. La iglesia al exterior era de unos 19,50 metros de largo y, comprendido el altar, 39,60. La nave central tenía un ancho de 8 metros.
El altar que precedía a la iglesia cubría una gran cisterna usada hasta el año 1960 y llamada comúnmente “cisterna de la Virgen”. Del monasterio queda una fila de habitaciones, mientras que la zona más cercana a la iglesia ha sido irremediablemente destruida por los edificios cruzados.
El aspecto más conocido de la iglesia bizantina son los mosaicos del pavimento, presentes en la zona de las grutas o en la de las naves y en el monasterio. La comparación con algunos mosaicos, orientados hacia el sur, en lugar de hacia el este, hizo suponer que no todos fueron realizados por la iglesia bizantina pero que constituyeron por el contrario el pavimento de un edificio más antiguo orientado hacia las grutas.
El mosaico de la nave central, ya observado durante las excavaciones del p. Próspero Viaud, está orientado hacia el norte. Dibuja en el fondo blanco el monograma de Cristo encerrado dentro de una corona unida en lo bajo con dos cintas; en el campo inferior están colocadas las tres cruces entre ellas una cósmica, con cuatro pequeñas cruces a los lados. Es de observar que para la ejecución de este mosaico se emplearon tejidos de dimensiones diversas.
El mosaico en el ingreso de las grutas fue por el contrario hallado por el fray Benedetto Vlaminck, mientras realizaba un sondeo más allá de los muros de la cripta del siglo XVIII. Él encontró, a lo largo del flanco oeste de la Gruta de la Anunciación, los restos de otra gruta con frescos, que tenía en su ingreso un mosaico con inscripción en griego, en la que se cita al diácono Conone de Jerusalén, como donador del mosaico, homónimo del Conone de Nazaret, pariente de Jesús, mártir en el siglo II. Este mosaico también orintado hacia el norte, como el mosaico de la nave central, está diseñado con un tapiz de recuadros unidos a líneas diagonales en intervalos con rombos; al interior de los cuadrados se hallan cruces y otros motivos geométricos. La inscripción está ubicada en un ángulo al ingreso de la gruta llamada “de Conone”. En esta pequeña gruta hay un pavimento que, siempre en fondo blanco, presenta un recuadro más grande unido con líneas diagonales a un recuadro central, más pequeño, y a los lados con rombos; aquí también aparece el monograma de Cristo.
Los mosaicos propiamente construidos por la iglesia bizantina son aquellos orientados al este, que se observan en la nave lateral del sur: quedan los trazos de los marcos geométricos que debían escuadrar toda la nave. Un mosaico más antiguo fue posteriormente cubierto por un segundo. El mosaico primitivo tenía un marco de escamas de peces y en el interior una pequeña flor, reemplazada luego por un marco más elaborado que presenta un trenzado de círculos y rombos. Este segundo mosaico se distancia de todos los demás encontrados ya que es mucho más elaborado.
En el extremo oriental de esta misma nave, dentro de la sacristía, existen los trazos de otro mosaico, en el estilo de la nave central y de la gruta de Conone, con recuadros y rombos en fondo blanco.
También los ambientes del monasterio fueron pavimentados con mosaicos, conservados especialmente en dos salas contiguas, una más pequeña y una rectangular más grande. En la primera se encuentra un marco de aspecto de cuerdas trenzadas; en la segunda hay un cruce de ramos floridos que forman rombos y un marco trenzado y en la parte de arriba con círculos, limitada a la parte este de la sala. En esta habitación más grande, hacia el centro, se hallaron también los restos de una jarra de terracota fija al pavimento.
Aquello que hace todos estos mosaicos particularmente valiosos es la presencia de signos inequívocamente cristianos, como las cruces simples, cósmicas y monogramas. Este elemento, que se conforma en el espacio religioso bizantino, contribuye a establecer el "terminus ad quem" dentro el cual se colocó la factura del pavimento, ya que un decreto de Teodosio II, en el año 427 (Cod.Just. i.8.I), proscribió la ilustración de cruces en los pavimentos.
La comparación más cercana para los mosaicos de Nazaret es la de la iglesia de Shavei Zion del siglo V, que además de presentar la cruz conserva evidentes semejanzas en los motivos geométricos.
A la iglesia bizantina pertenecían también algunos fragmentos arquitectónicos hallados en las excavaciones: por ejemplo cinco salmeres de piedra blanca decorados con cruces a los lados, cuya colocación era probablemente entre los capiteles de estilo corintio y el inicio del arco de la nave. Salieron también a la luz seis bases altas de columnas, que probablemente ya pertenecían al edificio más antiguo.
Otros fragmentos diversos pertenecen por el contrario a las balaustradas que dividían la nave del presbiterio: los pilares de forma cuadrada sostenían los paneles de mármol decorados con sarmientos, cruces y coronas e inscripciones en griego de las que queda algunos fragmentos.
Según el p. Bagatti, poniendo juntos los elementos estilísticos y arquitectónicos, la iglesia bizantina puede ser ubicada en un periodo muy amplio que va desde inicio del siglo V hasta el VII-VIII.
Se excavaron diversas grutas en la colina rocosa que descendía de norte a sur, usadas como parte de habitaciones o para las instalaciones productivas. Entre ellas, sólo dos formaron parte del Santuario: una más amplia, venerada por la Anunciación, y una más pequeña e irregular conocida como la gruta de Conone. Las grutas sufrieron muchas transformaciones especialmente en la edad medieval, cuando la de la Anunciación fue ampliada y la de Conone destruida y enterrada en parte. Pero es bastante posible que hasta la primera inclusión al interior del lugar venerado éstas hayan sido ya modificadas en su forma.
La gruta de la Anunciación se presenta hoy como un espacio irregular de 5,50 metros de norte a sur y de 6,14 de oeste a este, con un pequeño ábside en la pared este. De la edad bizantina quedan, en el lado norte, algunos lacertes de enlucido de pocas capas, que recubría probablemente toda la roca expuesta de la Gruta. Es de mucho interés, en la segunda capa, algunos trazos de dibujos con escritos.
La segunda gruta, llamada de Conone, antiguamente podría haber sido un espacio memorial con un mostrador realzado. El ambiente fue enterrado en el medioevo. En la pared del este existen seis capas de enlucido sobrepuestas. Hoy es visible el enlucido más antiguo, el que representa una banda con plantas floridas y corona y una inscripción en idioma griego. Según Bagatti y Testa la inscripción dibujada nombra a Valeria “sierva del Señor Cristo”, quien hizo “una memoria para la luz”, es decir hizo decorar la gruta con la representación de un Paraíso florido en memoria de un mártir, quizás el mismo Conone de Nazaret. En el enlucido fueron dibujos también una serie de nombres e invocaciones a Cristo; una moneda data de este enlucido más antiguo de la segunda mitad del siglo IV.
Nazaret cruzada
Con la conquista cruzada de Jerusalén (1099), el Principado de Galilea fue entregado a Tancredi d’Altavilla, quien estableció la capital en Tiberiade. El Principado permaneció siempre vasallo del Reino del Jerusalén, asignado a familias originarias del norte de Francia y en especial modo, a partir de 1120, a la dinastía de los Bures de Île-de-France.
Un obispo latín de nombre Bernardo ya activo en Nazaret en 1109-1110, a la cabeza de un capítulo de canónicos regulares que se ocupaban del servicio litúrgico y del recibimiento de los peregrinos. Bajo el obispo Guglielmo (Guillermo: 1125-1129), sucesor de Bernardo, Nazaret se volvió arquidiócesis metropolitana con jurisdicción en toda Galilea y con dos sufragáneos guiados por el abad del Monte Tabor y el obispo de Tiberiade.
La Gruta de la Anunciación, fue englobada en una nueva construcción solemne y se volvió punto de numerosos peregrinajes. El primer testimonio escrito en la basílica cruzada data de 1106-1107 y es del peregrino ruso Daniele, quien cuenta haber visto levantarse, en el centro del pueblo, una gran e imponente iglesia, que conservaba en su interior la gruta en la que el Ángel le hizo el anuncio a María.
En el testimonio, los trabajos para la construcción de la imponente basílica se iniciaron bastante pronto, quizás gracias a las abundantes donaciones que Tancredi hizo a la iglesia de Nazaret. La basílica, servida por canónicos regulares, se ubicó al lado del palacio episcopal y fue dotada de un hospital para recibir a los peregrinos, así como de una rica biblioteca. Además, el arzobispo tenía a su servicio seis caballeros y casi ciento cincuenta sargentos. La arquidiócesis se volvió muy rica tanto que se jactaba de tener propiedades desde el oriente hasta el sur de Italia, pueblo que contaba, en 1172, casi dieciséis iglesias dependientes de Nazaret.
Es innegable que la catedral de Nazaret, en sus formas refinadas, así como demostraron los restos arqueológicos, reprodujo el bienestar y el prestigio del arzobispado. Los cruzados más allá de la Anunciación, construyeron al menos otras dos iglesias, la de San José y la de San Gabriel, que incluía el pozo en el que María, según el protoevangelio de Giacomo, encontró al Ángel antes de recibir el anuncio en la habitación.
Aunque no se puede verificar la dimensión de los daños que la ciudad sufrió en el catastrófico terremoto que el 29 de junio de 1170, azotó duramente Siria y la ciudad de Tiro, es cierto que Nazaret fue objeto de saqueos musulmanes que siguieron al terremoto. Los nazarenos y los religiosos fueron capturados y encarcelados. En diciembre del mismo año, el papa Alejandro III, motivado por una llamada de Letardo, Arzobispo de Nazaret, escribió a los cristianos de Francia para que socorrieran a la ciudad. El Padre Bagatti, que dirigió las excavaciones de Nazaret, sostiene también que la iglesia sufrió los daños del terremoto. Según el arqueólogo, el sismo hizo una divisoria entre el momento de construcción y el de decoración del edificio, hizo posible la contribución de Francia. La relación entre Nazaret y Francia debe haber sido muy estrecha, dado que el mismo estilo arquitectónico y escultural con el que se decoró la catedral es del estilo francés del siglo XII, especialmente de Borgoña, Ile-de-France, Viennois y Provenza.
El peregrino griego Giovanni Focas de 1177 (o quizás de 1185) describió una gruta de la Anunciación modificada respecto de la de inicio de siglo y espléndidamente decorada. Los indicios llevan a pensar que la construcción y parte de la decoración de la catedral fueron terminados ya dentro de finales del siglo y antes de los ataques sarracenos. En 1183, los habitantes de Nazaret fueron presa de asalta por primera vez por las tropas de Saladino, que acamparon en las alturas cercanas obligando a todo el pueblo a refugiarse en la iglesia construida con sólidos muros.
La iglesia sirvió de fortaleza y refugio incluso después de la derrota de los cornetas de Hattin, en julio de 1187, cuando los habitantes fueron presas del asedio del emir de Saladino, Muzafar al-Din Kukburi. El asedió llevó a la conquista de Nazaret, al exterminio de los ciudadanos y a la profanación del edificio sagrado, que sin embargo no fue destruido.
Por casi cuarenta años la ciudad y su arquidiócesis permanecieron en manos de musulmanes y solo una serie de treguas y concesiones permitieron a los religiosos retomar las celebraciones en la basílica y de hospedar a los peregrinos.
Nazaret y el camino que unía a Acri fue formalmente sometida al control cristiano en enero de 1229, gracias al acuerdo realizado entre Federico II y el Sultán al-Malik al Kamil; el control franco de la ciudad fue confirmado aún en 1241, pero parece que el arzobispo lo había hecho regresar no antes de 1250.
La última generosa donación de muebles, paramentos y vestimentas sacerdotales a la catedral fue realizada por el rey de Francia Luis IX, quien acudió en peregrinaje a Nazaret en marzo de 1251.
Finalmente, en abril de 1263 la ciudad fue presa de un asalto por uno de los emires del sultán Baibars: el pueblo fue saqueado y la imponente basílica cruzada destruida para siempre. Salvada de la destrucción, la Gruta de la Anunciación permaneció hasta 1730 como único lugar aún accesible a los cristianos del lugar y a los peregrinos, los cuales no obstante eran obligados a pagar una tasa a los guardianes musulmanes.
La primera iglesia franciscana del siglo XVIII

En el siglo XVIII, en Nazaret, las comunidades cristianas vivieron un momento de mayor tranquilidad. Es prueba de ello el hecho de que en 1730 el Pachá permitiera la construcción de una nueva iglesia sobre la sagrada Gruta, a ser realizada en seis meses, el tiempo necesario para su peregrinaje a la Meca. El 15 de octubre de 1730, el Guardián Pedro de Luri consagraba la nueva iglesia, que finalmente pudo acoger a la comunidad local latina ya en continuo crecimiento. El día de la inauguración, de hecho, se hizo la confirmación a más de cien católicos. El crecimiento de la comunidad alienta la Custodia a comisionar, en el año 1877, el alargamiento de la misma iglesia, gracias al soporte del padre Cipriano da Treviso, comisario de Tierra Santa.
El edificio tenía una orientación norte-sur, con la gruta de la Anunciación, precedida por una breve antecámara, encerrada en la cripta debajo del presbítero. La iglesia fue descrita, en las crónicas de Tierra Santa contemporáneas, como la más bella poseída por la Iglesia Latina en oriente. El padre Elzear Horn, en 1742, realizó diversos dibujos que indican bien la organización de la Gruta debajo del presbiterio, al que se puede llegar por una escalinata. En la antecámara a la Gruta estaba la Capilla del Ángel, con bóvedas de cruceta sostenidas por las cuatro columnas en granito hoy todas visibles. En la antecámara, a la izquierda, estaba el altar dedicado a San Gabriel. En la gruta se ubicaba en el fondo el altar leñoso, abundantemente decorado con una pintura que ilustra la Anunciación y, debajo del altar, el punto exacto de la Encarnación, señalado por el escrito en plata: “Verbo Caro hic factum est”. Todas las ilustraciones del siglo XVIII muestran la columna despiezada y la completa, que desde siglos indican el lugar en el que se encontraba el Ángel Gabriel y la Virgen durante el Anuncio. El ambiente estaba unido, por una antigua zanja, a la gruta llamada la “Cocina de María” y al convento franciscano.
La iglesia superior tenía dos altares a lo largo de los flancos dedicado uno a San Francisco y el otro a San Antonio de Padua, y dos altares laterales en la zona absidal, dedicados a San José, esposo de
El nuevo santuario
Ya a fines de la primera guerra mundial, la Custodia manifestó, al Papa Pío IX, la idea de construir un santuario más digno, en el lugar de la Anunciación. Muchos años después, en 1954 si presentó la ocasión ideal: el primer centenario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Para celebrar este suceso el padre custodio Giacinto Faccio, decidió emprender las obras, que incluyeron la demolición de todas las estructuras del siglo XVIII y las investigaciones arqueológicas de los restos antiguos.
El conocido arquitecto Antonio Barluzzi, que había realizado importantes santuarios para la Custodia, como el Getsemaní, el Tabor y el Dominus Flevit, fue el primero en recibir el encargo de la planificación del nuevo santuario. Un artículo con los dibujos de su proyecto fue publicado en la revista de Tierra Santa del año 1954. El proyecto previó una gran iglesia con piso central, cubierta por una cúpula y sostenida por cuatro campanarios; fue concebida, como la Basílica del Santo Sepulcro, con la Gruta venerada en el centro.
El redescubrimiento del antiguo pueblo y de los restos arqueológicos de los diversos edificios de culto con los siglos, manifestaba una antigua e ininterrumpida veneración mariana, por ello se convierte en un elemento indispensable a ser considerado en la planificación del nuevo santuario. En esta línea también estaba la Santa Sede, de la que partió la invitación de conservar lo mejor posible los restos del antiguo pueblo y las diversas iglesias. Solicitud que llevó a la Custodia a promover un nuevo proyecto, esta vez encargado al arquitecto italiano Giovanni Muzio, bajo propuesta del Padre Custodio Alfredo Polidori, quien valoró la experiencia de Muzio en la planificación de edificios religiosos, en especial para los Padres Menores, para los cuales en Roma se construyó la iglesia de San María Mediadora y la anexa Curía General.
Las necesidades a satisfacer fueron diversas: construir un nuevo santuario mariano que pudiera recibir a millones de peregrinos de todo el mundo; conservar lo mejor posible a la vista los restos cruzados, bizantinos y pre-bizantinos como testimonio de la larga veneración en el lugar; solucionar las difíciles condiciones topográficas debido a la fuerte pendiente de la colina; pensar en un lugar práctico y fácilmente manejable también para un número limitado de religiosos y que pudiera además acoger las actividades de la comunidad parroquial de Nazaret. El arquitecto se apasionó de tal forma con dicho proyecto que renunció a sus honorarios.
Concibió una iglesia fundada sobre los muros cruzados y subdividida en dos niveles, de forma que en el inferior, los fieles pudiera quedarse orando delante de la gruta de la Encarnación del Vero, en un ambiente simple pero con capacidad al mismo tiempo, mientras que en una gran iglesia superior se celebrara la glorificación de María a través de los siglos y los continentes. Para ello decidió decorar las paredes con las diversas manifestaciones marianas ocurridas en diversas regiones del mundo. Muzio pensó también en un gran óculo central abierto sobre la Gruta, de forma que las dos iglesias pudieran fundirse en una sola, coronadas por una cúpula poligonal con forma de corona de flores invertida con terminación de un farol, con la función de indicar desde lejos, como una estrella, el lugar santo.
Con la aprobación de la Santa Sede las obras se iniciaron y continuaron sin descanso. La Custodia hizo frente a los enormes costos de la obra también gracias a la generosa respuesta de muchos donantes que, a través de las páginas de la revista “La Tierra Santa” y la valiosa colaboración de los Comisarios de Tierra Santa, permanecieron actualizados sobre las fases de la construcción.
Los trabajos para la sistematización del lugar comenzaron en 959 y el acuerdo con la empresa ejecutora fue firmado en setiembre de 1960. En 1964, el Papa Pablo VI, durante su peregrinaje a Tierra Santa, acudió a visitar el nuevo Santuario aún en construcción.
Domingo 23 de marzo de 1969, después de ocho años de trabajo, el santuario fue finalmente consagrado en presencial del Cardenal Gabriele Maria Garrone – el entonces Prefecto de la Sta. Congregación para la Educación Católica, del Patriarca Latino de Jerusalén S.B. Monseñor Gori, del Ministro General de la Orden Franciscana padre Costantino Koser, del Guardián de Tierra Santa Rev.mo P. Alfonso Calabrese. Los guardianes que se alternaron durante la planificación y la ejecución de la obra fueron P. Giacinto Faccio, P. Angelo Lazzeri, P. Alfredo Polidori, P. Lino Cappiello y P. Alfonso Calabrese.
Los franciscanos en Nazaret
Bonifacio da Ragusa, quien fue dos veces Guardián de Tierra Santa, escribió en 1567 que casi veinte años antes los padres estaban en Nazaret, donde custodiaban la iglesia de la Anunciación y que, hasta cierto punto, debido a los desórdenes del país, debieron refugiarse en Jerusalén dejando las llaves a un cristiano del lugar que “hasta ahora custodia la casa, abre y cierra la iglesia y tiene encendidos dos faroles con el aceite que le da el padre Guardián”.
Con una firma, decreto del sultán, obtenido por el padre superior de Tierra Santa, el 15 de junio de 1546 se permite a los franciscanos restaurar su iglesia de Nazaret. Evidentemente, se trataba de la iglesia de la Anunciación construida por los Cruzados y luego destruida, entre sus ruinas continuó la veneración en la gruta. La iglesia, no obstante, no fue restaurada debido a los continuos ataques contra los cristianos que alejaron a los padres.
Desde 1620, la presencia franciscana en Nazaret es oficial. En aquel año, el Guardián Tommaso Obicini da Novara obtiene del Emir druso de Sidón, Fakhr ad-Din II, la donación de la Gruta venerada. Asegurada la gruta a los franciscanos, el padre Jacques de Vendôme, un padre de nacionalidad francesa, valiente y enérgico, permaneció como guardia junto con otros dos hermanos que lo alcanzaron en Jerusalén. Ellos construyeron una celda provisional en las ruinas cruzadas y un pequeño ambiente adyacente a la Gruta, utilizado para celebrar las funciones.
A partir de 1635, con el asesinato del emir, los padres perdieron la protección y los cristianos de Nazaret estuvieron en la mira de los turcos por dos siglos: la Gruta fue muchas veces saqueada, despojada de los muebles y dañada y los padres golpeados, encarcelados e incluso asesinados.
En el siglo XVII y XVIII, se hizo repetidamente necesario el abandono del convento de Nazaret y la retirada forzosa al hospicio franciscano de Acco o a Jerusalén- en especial modo, en el siglo XVII, las extorsiones y los saqueos por parte del gobernador de Safed llevaron muchas veces a los padres a pedir justicia ante la corte imperial de Istambul, ya sea para que se les devuelva sus bienes, o para que cesen las extorsiones de dinero y se retomará la legalidad en el país. A pesar de esto, la tenacidad los llevó a abrir la primera escuela parroquial en 1645 y a dar hospitalidad a los peregrinos en el hospicio organizado entre las simples celdas del pequeño convento. Asimismo, las peregrinaciones, las procesiones vinculadas a las festividades religiosas, fueron no obstante impedidas, partían de Nazaret a la vuelta de los lugares cercanos de las memorias evangélicas como Canaán y Tiberiades.
En 1697, en vista de las continuas dificultades, los franciscanos pensaron en una solución para afrontar mejor la inestabilidad continua. Para ello “alquilaron” el pueblo de Nazaret y, con el tiempo, otros tres pueblos poco lejanos (Yaffia, Mugeidel y Kneifes). Para mantener el alquiler los padres debían pagar un canon significativo. Esta costumbre permaneció hasta fines del 1770, cuando renunciaron debido a la insostenible tasación. En la práctica, el padre guardián de Nazaret asumía el encargo de funcionario civil y juez, recolectando tasas para el Pachá de Saida y para el gobernador de Acco. Era una carga comparable a la del Emir, en otras palabras, de Señor del lugar.
Durante el siglo XIX, el imperio otomano comenzó a sentir nuevamente las presiones nacionalistas internas que estaban animando al mundo árabe. Se obtuvo una política más liberal y reformista del sultán Abdülmecid I, quien permitió mayor apertura también hacia las diversas expresiones religiosas. En Nazaret, por ejemplo, en 1867 los padres pudieron abrir el noviciado para la formación de jóvenes religiosos franciscanos, que fue cerrado en 1940. Fue un siglo de crecimiento para todos: los latinos, que en 1848 sumaban 600 fieles, dentro del fin de siglo se duplicó el número.
También las obras sociales y parroquiales crecieron: está fechada en 1842, la apertura de la primera escuela femenina, que sostiene las demás que la Custodia estaba inaugurando también en Jerusalén y Belén. En el año 1837, se construyó un hospicio para los peregrinos, luego destruido por un terremoto y un aluvión. La actual Casa Nueva, edificada frente a la basílica, es del año 1896: además de alojar a personajes ilustres como Napoleón Bonaparte, la Casa Nueva recibió también a numerosos prófugos palestinos de la guerra árabe – israelí en 948.
Hoy, los franciscanos cuentan en Nazaret con una comunidad parroquial de 5000 fieles reunidos alrededor del Santuario de la Anunciación. El Terra Santa College, la escuela franciscana, ocupa un amplio edificio unido al convento y tiene aproximadamente 800 estudiantes cristianos y musulmanes, favoreciendo así la integración religiosa. Otras actividades sociales están dirigidas a los ancianos de la casa de reposo y a los discapacitados que disfrutan de un centro adecuado. Además, la Custodia ha construido algunas habitaciones para apoyar a los más necesitados.