He acogido con mucho gusto la invitación a participar en esta conversación porque me da la ocasión de agradecer públicamente el don inesperado, y por ello todavía más grato, de haber participado de cerca en el reciente Sínodo de Obispos para el Oriente Medio que se ha desarrollado en el Vaticano del 10 al 24 de octubre pasado.
Esta tarde estamos un poco divididos en cuanto al tema. Hablaré del Sínodo en general y de su desarrollo. El padre Custodio y el padre Frédéric Manns tocarán mayormente los contenidos.
Como todos saben, el Sínodo de Obispos es un “órgano” consultivo de carácter colegial en el que se desarrolla la constitución jerárquica de la Iglesia. Es sobre todo signo e instrumento de la colegialidad de los Obispos en la Iglesia Católica. El Código de Derecho Canónico habla de ello después de haber tratado unitariamente del Romano Pontífice, es decir, del Papa, y del Colegio de los Obispos. En 7 cánones (342-348) da la definición, describe sus competencias, funciones y otros aspectos.
En cuanto al Sínodo apenas celebrado, se ha tratado de una “Asamblea especial para el Oriente Medio” – por lo tanto no era una “Asamblea Ordinaria” (como por ejemplo la celebrada hace dos años sobre el tema de la Palabra de Dios”)- y ha reunido a los Obispos de Oriente Medio para reflexionar sobre el tema: La Iglesia Católica en Oriente Medio: comunión y testimonio. El lema se ha tomado del texto bíblico inspirador que ha resonado continuamente en el Aula sinodal: “La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma” (Hch 4,32). El objetivo del Sínodo era doble: confirmar y reforzar a los cristianos en su identidad, gracias a la Palabra de Dios y a los Sacramentos; y renovar y promover la comunión eclesial entre las Iglesias particulares de Oriente Medio para que puedan ofrecer un testimonio de vida auténtica y eficaz, un testimonio que incluye también la dimensión ecuménica, el diálogo interreligioso y el aspecto misionero.
La denominación “Oriente Medio” comprende, además de Jerusalén y los Territorios palestinos, dieciséis estados, por orden alfabético: Arabia Saudita, Bahrein, Chipre, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Iraq, Israel, Jordania, Kuwait, Líbano, Omán, Qatar, Siria, Turquía y Yemen. Se trata de una región geográfica muy amplia con 356.174.000 personas, de las que sólo 5.707.000 son católicos, lo que representa el 1,60 por ciento de la población.
El Secretario General del Sínodo, Mons. Nikola Eterovic, ha calificado el Sínodo como la Asamblea de Obispos de la geografía bíblica, refiriéndose a los países de origen y de ministerio y a los Obispos de la comunión bíblica, refiriéndose a los representantes de los cinco continentes presentes en el Aula.
Los Padres Sinodales eran 185, un mosaico bastante representativo de la universalidad de culturas y pueblos que constituyen la Iglesia católica del Oriente Medio. No pocos (87) de los obispos eran religiosos, a los que se suman 4 superiores generales. La Orden franciscana estaba representada por el Ministro General de los Frailes Menores y de los Capuchinos, y por un Conventual encargado del Oriente Medio; entre los obispos había 4 frailes menores y 3 capuchinos.
En el Sínodo han tomado parte también 13 delegados fraternos que, en representación de otras tantas Iglesias y comunidades eclesiales no católicas, han llevado su saludo y apoyo. En el transcurso de los trabajos sinodales han tomado la palabra también un rabino y dos representantes del Islam sunní y chií, subrayando la importancia de la presencia cristiana entre los judíos y los musulmanes y manifestando como una desgracia común la eventual desaparición de los cristianos del Medio Oriente.
En cuanto a los oyentes, había 34 personas, hombres y mujeres, eclesiásticos, religiosos y laicos, que han enriquecido las reflexiones sinodales con sus testimonios y experiencias educativas, pastorales y caritativas desarrolladas principalmente en el Oriente Medio. Los expertos éramos 36, procedentes sobre todo del Oriente Medio. Nuestra misión era la de ayudar a la Secretaría general y especial del Sínodo en la elaboración de síntesis y observaciones, y tomar parte en las discusiones de los “círculos menores” para la redacción de las “Proposiciones” a votar en el Aula y a presentar al Santo Padre.
La Tierra Santa, a ambos lados del Jordán, estaba bien representada tanto entre las filas de los Padres Sinodales, como entre los expertos y oyentes, además de los delegados fraternos.
Es imposible describir detalladamente un evento eclesial que, por primera vez en la historia, ha visto reunidos en torno al Obispo de Roma y Pastor Universal a los obispos de la región medio-oriental, y del gran trabajo realizado en tan solo dos semanas. Es una lástima que muchos medios de comunicación se hayan interesado sólo por las polémicas marginales relativas a intervenciones y textos sacados de contexto.
Así me ha parecido, al menos, en el caso del Mensaje del Sínodo que los sinodales han rechazado en primera lectura pero que los periódicos han divulgado como si se tratara de un texto oficial. Es motivo de alegría, no obstante, que no pocos periódicos, radios y televisiones han descubierto en el evento sinodal un signo del amor sincero y políticamente desinteresado de la Iglesia Católica hacia la martirizada región del Oriente Medio y por su población, especialmente hacia los cristianos.
Otro elemento positivo han sido los innumerables encuentros, muestras e iniciativas encaminadas a dar a conocer el evento eclesial que se estaba desarrollando dentro de los muros vaticanos, pero cuyo eco llegaba bastante lejos.
Ahora algunas impresiones personales. Ha sido motivo de gran emoción la presencia física y espiritual en torno al Papa de toda la Iglesia entera en oración –el Sínodo se ha abierto y concluido con una solemne eucaristía en San Pedro- y en la reflexión. Del Papa recordaré sólo tres cosas. Sus primeras palabras en la homilía del 10 de octubre han sido de “agradecimiento al Señor de la historia porque ha permitido que, a pesar de las circunstancias, con frecuencia difíciles y angustiosas, el Oriente Medio haya visto siempre, desde los tiempos de Jesús hasta hoy, la continuidad de la presencia de los cristianos”.
Me ha llamado la atención también su dolorosa e insistente recomendación expresada en la homilía de apertura y clausura del Sínodo: “Sin comunión no puede haber testimonio. El gran testimonio es la propia vida de comunión… Esta comunión es la vida misma de Dios que se comunica en el Espíritu Santo, mediante Jesucristo.
Es por tanto un don, no algo que tengamos que construir nosotros con nuestras propias fuerzas”. Su presencia simple y discreta de padre y pastor.
El Papa ha rezado y escuchado más que hablado, y ha sacado tiempo para almorzar con toda la Asamblea sinodal, dedicando algunos minutos para saludar a cada uno personalmente. Un hermoso momento vivido con el Papa ha sido también el concierto que se le ofreció la tarde del sábado 16 de octubre con la Misa de Requiem de Giuseppe Verdi.
El Sínodo ha sido también una manifestación de la diversidad y unidad de la única Iglesia de Cristo que Oriente Medio se manifiesta en una variedad de tradiciones litúrgicas, espirituales, culturales y organizativas de las seis grandes y venerables Iglesias Orientales Católicas –copta, greco-melkita, siríaca, maronita, caldea y armenia- como también de la tradición latina.
Se ha visto una “epifanía” litúrgica en las celebraciones en torno al Papa y en la oración de la Hora Intermedia con la que, cada día, se iniciaban los trabajos, además de un intercambio franco y sincero de análisis, opiniones y valoraciones en las intervenciones y discusiones de los Padres Sinodales, los delegados fraternos y los oyentes.
De los angustiosos llamamientos de los obispos de Iraq a las preocupaciones por la emigración de los cristianos del Oriente Medio, de la denuncia de las situaciones de conflicto e injusticia, especialmente en Tierra Santa, que causan a todos sufrimiento, a las llamadas a tratar a los cristianos como a ciudadanos iguales en los países musulmanes, del asilo pastoral para los cristianos orientales en la diáspora en Occidente a la petición de ayuda para la asistencia educativa y religiosa a los numerosísimos cristianos emigrados al Oriente Medio por motivos de trabajo.
El Sínodo ha concluido sus trabajos (14 Congregaciones generales, 6 sesiones en círculos menores) con dos textos: un mensaje dirigido al pueblo de Dios y a todas las personas de buena voluntad y 44 Proposiciones presentadas al Papa que, con la ayuda del Consejo Especial para el Oriente Medio de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, escribirá –si lo considera oportuno- una Exhortación post-sinodal. El mensaje –desde aquí invito a releerlo- es cordial y sereno: saluda, anima a la esperanza y al esfuerzo de todos por la justicia, la reconciliación y la paz. En cuanto a las Proposiciones, basta ojear el elenco sintético de títulos para tener una idea de su importancia y riqueza.
En la introducción figuran los temas: la Palabra de Dios y la pastoral bíblica.
En la sección dedicada a la presencia cristiana en Oriente Medio se encuentran: la identidad de las Iglesias Católicas en Oriente y el compartir la cruz, la tierra y la gestión de los bienes, las peregrinaciones, la paz, la consolidación de la presencia de los cristianos, la pastoral de la emigración y la inmigración.
En la parte dedicada a la comunión eclesial se tratan dos aspectos: la comunión en el seno de la Iglesia Católica (los nuevos movimientos eclesiales, la jurisdicción de los Patriarcas y la situación de los católicos en los países del Golfo, la pastoral vocacional, la lengua árabe, la comunión entre obispos-clero-fieles y los aspectos prácticos relacionados con ello, los curas casados, la formación de los seminaristas, la vida consagrada) y la comunión con las Iglesias y comunidades eclesiales no católicas (ecumenismo e institución de una fiesta común de los mártires).
En la sección dedicada al testimonio se habla de formación cristiana, operarios pastorales, escuelas e instituciones educativas, medios de comunicación, misión, familia, jóvenes, nueva evangelización, doctrina social de la Iglesia, liturgia, diálogo interreligioso, Judaísmo, Islam, Virgen María “Hija bendita” del Oriente Medio a cuya protección materna los Padres Sinodales desean confiar a todos los hijos de la Iglesia.
Jerusalén – San Salvador, 1 de noviembre de 2010 (víspera de Todos los Santos).
Fray G. Claudio Bottini ofm Studium Biblicum Franciscanum
Esta tarde estamos un poco divididos en cuanto al tema. Hablaré del Sínodo en general y de su desarrollo. El padre Custodio y el padre Frédéric Manns tocarán mayormente los contenidos.
Como todos saben, el Sínodo de Obispos es un “órgano” consultivo de carácter colegial en el que se desarrolla la constitución jerárquica de la Iglesia. Es sobre todo signo e instrumento de la colegialidad de los Obispos en la Iglesia Católica. El Código de Derecho Canónico habla de ello después de haber tratado unitariamente del Romano Pontífice, es decir, del Papa, y del Colegio de los Obispos. En 7 cánones (342-348) da la definición, describe sus competencias, funciones y otros aspectos.
En cuanto al Sínodo apenas celebrado, se ha tratado de una “Asamblea especial para el Oriente Medio” – por lo tanto no era una “Asamblea Ordinaria” (como por ejemplo la celebrada hace dos años sobre el tema de la Palabra de Dios”)- y ha reunido a los Obispos de Oriente Medio para reflexionar sobre el tema: La Iglesia Católica en Oriente Medio: comunión y testimonio. El lema se ha tomado del texto bíblico inspirador que ha resonado continuamente en el Aula sinodal: “La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma” (Hch 4,32). El objetivo del Sínodo era doble: confirmar y reforzar a los cristianos en su identidad, gracias a la Palabra de Dios y a los Sacramentos; y renovar y promover la comunión eclesial entre las Iglesias particulares de Oriente Medio para que puedan ofrecer un testimonio de vida auténtica y eficaz, un testimonio que incluye también la dimensión ecuménica, el diálogo interreligioso y el aspecto misionero.
La denominación “Oriente Medio” comprende, además de Jerusalén y los Territorios palestinos, dieciséis estados, por orden alfabético: Arabia Saudita, Bahrein, Chipre, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Iraq, Israel, Jordania, Kuwait, Líbano, Omán, Qatar, Siria, Turquía y Yemen. Se trata de una región geográfica muy amplia con 356.174.000 personas, de las que sólo 5.707.000 son católicos, lo que representa el 1,60 por ciento de la población.
El Secretario General del Sínodo, Mons. Nikola Eterovic, ha calificado el Sínodo como la Asamblea de Obispos de la geografía bíblica, refiriéndose a los países de origen y de ministerio y a los Obispos de la comunión bíblica, refiriéndose a los representantes de los cinco continentes presentes en el Aula.
Los Padres Sinodales eran 185, un mosaico bastante representativo de la universalidad de culturas y pueblos que constituyen la Iglesia católica del Oriente Medio. No pocos (87) de los obispos eran religiosos, a los que se suman 4 superiores generales. La Orden franciscana estaba representada por el Ministro General de los Frailes Menores y de los Capuchinos, y por un Conventual encargado del Oriente Medio; entre los obispos había 4 frailes menores y 3 capuchinos.
En el Sínodo han tomado parte también 13 delegados fraternos que, en representación de otras tantas Iglesias y comunidades eclesiales no católicas, han llevado su saludo y apoyo. En el transcurso de los trabajos sinodales han tomado la palabra también un rabino y dos representantes del Islam sunní y chií, subrayando la importancia de la presencia cristiana entre los judíos y los musulmanes y manifestando como una desgracia común la eventual desaparición de los cristianos del Medio Oriente.
En cuanto a los oyentes, había 34 personas, hombres y mujeres, eclesiásticos, religiosos y laicos, que han enriquecido las reflexiones sinodales con sus testimonios y experiencias educativas, pastorales y caritativas desarrolladas principalmente en el Oriente Medio. Los expertos éramos 36, procedentes sobre todo del Oriente Medio. Nuestra misión era la de ayudar a la Secretaría general y especial del Sínodo en la elaboración de síntesis y observaciones, y tomar parte en las discusiones de los “círculos menores” para la redacción de las “Proposiciones” a votar en el Aula y a presentar al Santo Padre.
La Tierra Santa, a ambos lados del Jordán, estaba bien representada tanto entre las filas de los Padres Sinodales, como entre los expertos y oyentes, además de los delegados fraternos.
Es imposible describir detalladamente un evento eclesial que, por primera vez en la historia, ha visto reunidos en torno al Obispo de Roma y Pastor Universal a los obispos de la región medio-oriental, y del gran trabajo realizado en tan solo dos semanas. Es una lástima que muchos medios de comunicación se hayan interesado sólo por las polémicas marginales relativas a intervenciones y textos sacados de contexto.
Así me ha parecido, al menos, en el caso del Mensaje del Sínodo que los sinodales han rechazado en primera lectura pero que los periódicos han divulgado como si se tratara de un texto oficial. Es motivo de alegría, no obstante, que no pocos periódicos, radios y televisiones han descubierto en el evento sinodal un signo del amor sincero y políticamente desinteresado de la Iglesia Católica hacia la martirizada región del Oriente Medio y por su población, especialmente hacia los cristianos.
Otro elemento positivo han sido los innumerables encuentros, muestras e iniciativas encaminadas a dar a conocer el evento eclesial que se estaba desarrollando dentro de los muros vaticanos, pero cuyo eco llegaba bastante lejos.
Ahora algunas impresiones personales. Ha sido motivo de gran emoción la presencia física y espiritual en torno al Papa de toda la Iglesia entera en oración –el Sínodo se ha abierto y concluido con una solemne eucaristía en San Pedro- y en la reflexión. Del Papa recordaré sólo tres cosas. Sus primeras palabras en la homilía del 10 de octubre han sido de “agradecimiento al Señor de la historia porque ha permitido que, a pesar de las circunstancias, con frecuencia difíciles y angustiosas, el Oriente Medio haya visto siempre, desde los tiempos de Jesús hasta hoy, la continuidad de la presencia de los cristianos”.
Me ha llamado la atención también su dolorosa e insistente recomendación expresada en la homilía de apertura y clausura del Sínodo: “Sin comunión no puede haber testimonio. El gran testimonio es la propia vida de comunión… Esta comunión es la vida misma de Dios que se comunica en el Espíritu Santo, mediante Jesucristo.
Es por tanto un don, no algo que tengamos que construir nosotros con nuestras propias fuerzas”. Su presencia simple y discreta de padre y pastor.
El Papa ha rezado y escuchado más que hablado, y ha sacado tiempo para almorzar con toda la Asamblea sinodal, dedicando algunos minutos para saludar a cada uno personalmente. Un hermoso momento vivido con el Papa ha sido también el concierto que se le ofreció la tarde del sábado 16 de octubre con la Misa de Requiem de Giuseppe Verdi.
El Sínodo ha sido también una manifestación de la diversidad y unidad de la única Iglesia de Cristo que Oriente Medio se manifiesta en una variedad de tradiciones litúrgicas, espirituales, culturales y organizativas de las seis grandes y venerables Iglesias Orientales Católicas –copta, greco-melkita, siríaca, maronita, caldea y armenia- como también de la tradición latina.
Se ha visto una “epifanía” litúrgica en las celebraciones en torno al Papa y en la oración de la Hora Intermedia con la que, cada día, se iniciaban los trabajos, además de un intercambio franco y sincero de análisis, opiniones y valoraciones en las intervenciones y discusiones de los Padres Sinodales, los delegados fraternos y los oyentes.
De los angustiosos llamamientos de los obispos de Iraq a las preocupaciones por la emigración de los cristianos del Oriente Medio, de la denuncia de las situaciones de conflicto e injusticia, especialmente en Tierra Santa, que causan a todos sufrimiento, a las llamadas a tratar a los cristianos como a ciudadanos iguales en los países musulmanes, del asilo pastoral para los cristianos orientales en la diáspora en Occidente a la petición de ayuda para la asistencia educativa y religiosa a los numerosísimos cristianos emigrados al Oriente Medio por motivos de trabajo.
El Sínodo ha concluido sus trabajos (14 Congregaciones generales, 6 sesiones en círculos menores) con dos textos: un mensaje dirigido al pueblo de Dios y a todas las personas de buena voluntad y 44 Proposiciones presentadas al Papa que, con la ayuda del Consejo Especial para el Oriente Medio de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, escribirá –si lo considera oportuno- una Exhortación post-sinodal. El mensaje –desde aquí invito a releerlo- es cordial y sereno: saluda, anima a la esperanza y al esfuerzo de todos por la justicia, la reconciliación y la paz. En cuanto a las Proposiciones, basta ojear el elenco sintético de títulos para tener una idea de su importancia y riqueza.
En la introducción figuran los temas: la Palabra de Dios y la pastoral bíblica.
En la sección dedicada a la presencia cristiana en Oriente Medio se encuentran: la identidad de las Iglesias Católicas en Oriente y el compartir la cruz, la tierra y la gestión de los bienes, las peregrinaciones, la paz, la consolidación de la presencia de los cristianos, la pastoral de la emigración y la inmigración.
En la parte dedicada a la comunión eclesial se tratan dos aspectos: la comunión en el seno de la Iglesia Católica (los nuevos movimientos eclesiales, la jurisdicción de los Patriarcas y la situación de los católicos en los países del Golfo, la pastoral vocacional, la lengua árabe, la comunión entre obispos-clero-fieles y los aspectos prácticos relacionados con ello, los curas casados, la formación de los seminaristas, la vida consagrada) y la comunión con las Iglesias y comunidades eclesiales no católicas (ecumenismo e institución de una fiesta común de los mártires).
En la sección dedicada al testimonio se habla de formación cristiana, operarios pastorales, escuelas e instituciones educativas, medios de comunicación, misión, familia, jóvenes, nueva evangelización, doctrina social de la Iglesia, liturgia, diálogo interreligioso, Judaísmo, Islam, Virgen María “Hija bendita” del Oriente Medio a cuya protección materna los Padres Sinodales desean confiar a todos los hijos de la Iglesia.
Jerusalén – San Salvador, 1 de noviembre de 2010 (víspera de Todos los Santos).
Fray G. Claudio Bottini ofm Studium Biblicum Franciscanum