«Alégrate, María, llena eres de gracia»: fiesta de la Anunciación en Nazaret | Custodia Terrae Sanctae

«Alégrate, María, llena eres de gracia»: fiesta de la Anunciación en Nazaret

Basílica de la Anunciación, Nazaret. 24-25 de marzo de 2012

El sábado 24 y el domingo 25 de marzo, la pequeña ciudad de Nazaret de Galilea se ha vestido de fiesta para celebrar la solemnidad de la Anunciación del Señor, una fiesta especialmente querida por la población local que, desde hace muchísimo tiempo, conmemora los eventos esenciales de la historia cristiana precisamente en los lugares en los que se llevaron a cabo.

Nazaret significa «retoño» y evoca las palabras del profeta Isaías: «Saldrá un vástago del tronco de Jesé, / y un retoño brotará de sus raíces» (Is 11,1). El retoño anunciado por el profeta es Jesús, que vivió en Nazaret una vida escondida y después, en Cafarnaún, comenzó a anunciar el Evangelio de la salvación. Según el papa Pablo VI, las tres grandes enseñanzas que nos vienen de Nazaret son el valor del silencio, la importancia del trabajo y la centralidad de la vida de la familia.

Pero el Evangelio de la redención salió de Nazaret ya en el preciso momento en el que el ángel llevó el anuncio a María de la encarnación del Señor en su seño. Con la Anunciación la historia humana se cambia para siempre gracias al «Sí» pronunciado por María al proyecto de Dios, la obra más hermosa de toda la creación. Según el protoevangelio de Santiago, el ángel se manifestó por primera vez a María en una fuente, donde ella abandonó el cántaro, y una segunda vez en su casa, donde se llevó a cabo el anuncio. Los restos de la casa de María se conservan aún en la Gruta de la Anunciación, la amplia cripta excavada en la roca que se encuentra en la parte inferior de la actual basílica. Las piedras de esta humilde casa, que se pueden admirar hasta el día de hoy, hablan del silencio de Dios, de su delicadeza y respeto por su criatura, una joven y simple mujer de Nazaret. En las palabras del saludo del ángel, «Alégrate, María, llena eres de gracia», resuena la alegría mesiánica anunciada por el profeta Sofonías: « ¡Exulta, hija de Sión! / ¡Da voces jubilosas, Israel! / ¡Regocíjate con todo el corazón, hija de Jerusalén! […] Aquel día se dirá a Jerusalén: No temas, Sión. No desmayen tus manos, / que el Señor está en medio de ti / como poderoso Salvador; / se goza en ti con alegría, / te renovará en su amor, / exultará sobre ti con júbilo / como en los días de fiesta» (Sof 3,14.16-18). En estas palabras está la invitación a la alegría: «Regocíjate con todo tu corazón»; está la alusión a la presencia del Señor: «Rey de Israel es el Señor en medio de ti»; está la exhortación a no tener miedo: «No temas, Sión, no desmayen tus manos»; y está, finalmente, la promesa de la intervención salvífica de Dios: «El Señor, tu Dios, está en medio de ti como poderoso Salvador». El relato de la Anunciación nos permite reconocer en María a la nueva «hija de Sión», invitada por Dios a una gran alegría. Ella, llamada a ser la Madre del Hijo de Dios, acoge el mensaje en nombre de toda la humanidad para la salvación universal. María es la Virgen de la alianza que Dios establece con toda la humanidad. También para los cristianos de Tierra Santa, que hoy temen por su futuro, el mensaje de la Anunciación se repite: «No temas [...] El Señor está contigo».

En la tarde del sábado 24 de marzo, el patriarca latino de Jerusalén, S. E. Mons. Fuad Twal junto a S. E. Mons. Kamal Batish, obispo auxiliar emérito de Jerusalén, y a S. E. Mons. Giacinto Boulos Marcuzzo, obispo auxiliar de Nazaret, ha realizado el ingreso solemne en la Basílica de la Anunciación de Nazaret. Abriendo la procesión con la que el patriarca y su séquito han llegado a la plaza de la basílica, recorriendo las calles de esta pequeña ciudad, estaban las bandas de los jóvenes exploradores árabes. Junto a Mons. Twal, a las autoridades civiles y religiosas de la región y al párroco de Nazaret, fray Amjad Sabbara, había una amplia representación de la comunidad franciscana de la Custodia de Tierra Santa, religiosos y religiosas pertenecientes a distintas congregaciones, numerosos cristianos locales y grupos de peregrinos. El patriarca ha sido recibido solemnemente en la entrada de la basílica por fray Ricardo Bustos, guardián franciscano del santuario de la Anunciación y de San José de Nazaret. Descendiendo a la parte inferior de la basílica, Mons. Twal con su séquito y con la numerosa representación franciscana ha rendido homenaje a la Gruta de la Anunciación, arrodillándose brevemente delante del pequeño altar a cuyos pies están impresas las palabras que señalan la entrada del Hijo de Dios en el mundo, Verbum caro hic factum est. Posteriormente, en la parte superior de la basílica, llena de gente, el patriarca ha presidido las primeras Vísperas de forma solemne, rodeado por Mons. Batish, Mons. Marcuzzo, fray Ricardo y fray Amjad. La celebración ha estado animada por el Coro de la Basílica de la Anunciación. Al finalizar la oración, todos los presentes han podidos saludar a las autoridades y felicitarles por la fiesta.

El santuario de la Anunciación se levanta precisamente sobre el lugar en el que, según la tradición cristiana, el arcángel san Gabriel anunció a María la encarnación de Jesús en su seno. Ya en el primer siglo, los descendientes de la familia de la Virgen construyeron sobre este lugar un edificio sagrado. La primera basílica fue realizada en el siglo V, según el estilo bizantino. En el siglo XI se reconstruyó en estilo románico la antigua basílica ya en decadencia. También este edificio fue destruido después y se salvó solo la Gruta santa. En 1620, la Custodia de Tierra Santa obtuvo la concesión de los restos de la basílica. En 1730 se edificó otra iglesia, ampliada en 1871 y demolida después en 1955 para construir la basílica actual. Con las excavaciones arqueológicas realizadas entre 1955 y 1959, durante los trabajos de cimentación de la nueva basílica, salieron a la luz los restos de las dos iglesias anteriores, bizantina y cruzada, y también los restos de la primitiva construcción judeo-cristiana, de época muy anterior a la construcción bizantina. La actual basílica fue edificada en los años 1960-69 y consagrada el 25 de marzo de 1969 por el Card. Gabriele Garrone. Fue construida según el diseño del arquitecto Giovanni Muzio, con revestimiento exterior en piedra local. La fachada principal tiene en lo alto la estatua en bronce del Redentor bajo la cual están la escena de la Anunciación y, más abajo, los cuatro evangelistas. La fachada sur, dedicada a la Virgen María adolescente, lleva la inscripción «Salve Regina» y está inspirada en la iglesia franciscana de 1730. A la izquierda se aprecian todavía una parte del muro y de los tres ábsides cruzados. El interior está constituido por una basílica inferior y otra superior. La inferior, a modo de cripta, custodia la Gruta de la Anunciación – Casa de María. La superior está dedicada a la exaltación de la Virgen, Madre de Dios hecho hombre. El techo de la amplia cúpula tiene la forma de un lirio invertido, simbolizando la pureza de María. El gran mosaico del altar mayor, inspirado en la tradición teológica franciscana de María, Mediadora de la gracia, y en la proclamación del Concilio Ecuménico Vaticano II de María como Madre de la Iglesia, muestra la inscripción «Unam Sanctam Catholicam et Apostolicam», escrito en la parte más alta del mosaico. En el centro se encuentra la figura de Cristo y, a su lado, san Pedro y la Virgen coronada y rodeada por la Iglesia carismática y jerárquica, peregrina sobre la tierra, en camino hacia Cristo. Las dos capillas laterales están dedicadas una al Santísimo Sacramento y la otra a la Orden franciscana –y más concretamente a la Custodia de Tierra Santa. La tradición popular de la devoción a la Virgen está presente en las paredes de la construcción donde, en forma de estandartes procesionales, figuran representaciones polícromas de los distintos santuarios marianos dispersos por el mundo, los más significativos de cada nación o pueblo.

En la tarde del sábado, fray Ricardo Bustos, junto a Mons. Twal, algunos obispos y la numerosa comunidad franciscana, ha guiado una sugerente procesión con antorchas en la que han participado centenares de fieles. La imagen de María se ha llevado en procesión hasta el interior de la basílica y se ha depositado en la parte inferior, a poca distancia de la Gruta de la Anunciación. A continuación, se ha realizado la solemne adoración eucarística en la cripta de la basílica, también con gran participación de religiosos, cristianos locales y peregrinos.

El domingo por la mañana, a las 10 h, en la parte superior de la basílica, espléndidamente adornada con flores blancas, el patriarca latino, Mons. Twal, ha presidido la santa misa solemne de la fiesta de la Anunciación. En esta ocasión especial, han concelebrado junto al patriarca Mons. Kamal, Mons. Marcuzzo, un obispo italiano huésped y fray Ricardo Bustos. Entre los concelebrantes había también decenas de sacerdotes y religiosos, entre ellos muchos franciscanos. Miles de fieles han llenado la basílica para asistir a la celebración, llegados no solo de Nazaret sino también de distintas zonas de Galilea, e incluso de Jerusalén, Belén y muchas otras localidades de Tierra Santa, junto a numerosos grupos de peregrinos de distintas lenguas y procedencia. La liturgia ha estado animada por el Coro Magníficat de la Custodia, dirigido por Hania Soudah Sabbara, y por el Coro de la Basílica de la Anunciación, que han cantado la santa misa dedicada a san José compuesta por fray Armando Pierucci, organista de la Custodia y director del Magníficat, la escuela de música de los franciscanos en Jerusalén. Fray Armando ha acompañado al órgano la celebración.

La liturgia ha seguido las lecturas del V domingo de Cuaresma, con el texto del profeta Jeremías 31,31-34, el Salmo 50 y el texto de la Carta a los Hebreos 5,7-9, al que ha seguido la lectura de la Anunciación contenida en el evangelio de san Lucas 1,26-38. Mons. Twal ha comenzado su homilía, pronunciada en lengua árabe, dirigiendo un saludo y una calurosa bienvenida a todos los presentes, a los obispos que le han acompañado, al guardián y al párroco del santuario de Nazaret, a la comunidad franciscana de la Custodia, a los sacerdotes y religiosos concelebrantes, a los fieles de Tierra Santa, a todos los fieles que han podido seguir la celebración por televisión en directo en Europa y Oriente Medio, a la comunidad Fatebenefratelli de Nazaret que ha celebrado sus bodas de plata, al nuevo Centro Internacional María de Nazaret para profundizar en el conocimiento de la figura de María y a los numerosos peregrinos de toda lengua y procedencia. En el anuncio del ángel a María –ha seguido diciendo Mons. Twal- Dios se revela por primera vez como Trinidad: el Espíritu Santo descenderá sobre María, la potencia de Dios Padre le cubrirá con su sombra y el Hijo se encarnará en su seno. Dios busca la comunión con el hombre para realizar su proyecto de redención y la humanidad entra así realmente en comunión con el Señor gracias a la respuesta de María, que acepta entrar en la economía de la salvación, siente su vocación y la responsabilidad a la que fue llamada. Esto no es un hecho personal sino que está abierto a toda la humanidad; Jesús ha nacido y muerto por todos los hombres y nosotros pertenecemos a su Iglesia, porque la salvación tienen carácter eclesial y comunitario, nos empuja continuamente a la relación con el prójimo. Como en la experiencia de María, la Palabra de Dios nos interpela también hoy, ilumina los hechos inesperados de nuestra vida y los sacrificios que se nos piden. Debemos reflexionar aún sobre nuestra capacidad para acoger el mensaje y las exigencias de Dios, sobre el modo en que recibimos a los visitantes y peregrinos en Tierra Santa, sobre la disponibilidad para hacerles experimentar un auténtico enriquecimiento humano, cultural y espiritual. Tras el encuentro con el ángel, María sale rápidamente a visitar a su prima, Isabel, para ayudarla y asistirla en el embarazo que lleva adelante en edad avanzada. En las palabras del Magníficat, María glorifica la presencia de Dios en su vida con expresiones de bendición y agradecimiento. También nosotros, por eso, estamos llamados a acercarnos, sin demora, a familiares, amigos y conocidos cuando un acontecimiento importante, alegre o dramático, sucede en su vida, ayudando a reforzar la fe y manifestando un espíritu de unidad y de pertenencia a la familia terrenal y religiosa.

El patriarca ha concluido su homilía con una delicada reflexión sobre la situación de los cristianos en Oriente medio, que experimentan ansiedad y temor ante la inestabilidad política y la incertidumbre de la región. Por ello, ha dirigido una llamada a los gobernantes, para que se vean iluminados por la experiencia de amor y comunión de la Sagrada Familia y se alejen de la violencia y de los intereses personales. Ha apelado después a los hermanos de religión musulmana, con los que los cristianos de Tierra Santa conviven desde hace mucho tiempo, para que juntos se persiga la paz por amor de Dios y del prójimo y se colabore en la construcción de la patria común progresando en la ciudadanía, en la libertad religiosa y en la tutela de los derechos humanos. La última llamada ha sido a María, para que ayude a toda la comunidad cristiana medio oriental a vivir la Palabra de Dios, a afrontar las dificultades de esta tierra y a ser siempre ejemplo de amor y de tolerancia. Que María lleve la paz a todos los corazones y en todas las familias bendiga a los jóvenes, a las madres, a los ancianos, a Galilea, a toda la Tierra Santa y al mundo entero.

Al finalizar la liturgia eucarística, el párroco de Nazaret, fray Amjad Sabbara, ha comunicado a la asamblea el feliz anuncio de que el próximo año la comunidad católica celebrará la Pascua con la comunidad ortodoxa, un paso de gran importancia para el desarrollo del ecumenismo en Tierra Santa.

Con el canto del Ave María de Nazaret, los obispos y sacerdotes concelebrantes han realizado una breve procesión al interior de la basílica para conmemorar la encarnación del Verbo de Dios durante la que se han leído el prólogo del evangelio de san Juan 1, 1-18 y el texto de la Anunciación del evangelio de san Mateo 1,18-25.

Mons. Twal ha puesto punto final a la celebración solemne con el rezo del Angelus Domini e impartiendo la bendición apostólica con la concesión de la indulgencia plenaria.

Texto de Caterina Foppa Pedretti
Fotos de Miroslaw Jadlosz