Beatificación de sor María Alfonsina: la basílica de Nazaret se queda pequeña | Custodia Terrae Sanctae

Beatificación de sor María Alfonsina: la basílica de Nazaret se queda pequeña

A pesar de que la basílica de Nazaret está formada por dos iglesias, una encima de otra, se ha quedado pequeña para acoger a la multitud de fieles que han venido de toda la Tierra Santa, e incluso desde Jordania, Líbano y Siria, para celebrar la beatificación de la Madre María Alfonsina. Danil Ghattas, nacida el año 1843 en Jerusalén, y conocida por su nombre religioso, sor María Alfonsina, fue la cofundadora de la Congregación de las Hermanas del Rosario, única congregación autóctona de Tierra Santa.

Dos horas antes del comienzo de la misa, los primeros fieles empezaban a coger sitio y las primeras filas se reservaban para un centenar de hermanas del Rosario, es decir, casi un tercio de la Congregación.

La madre María Alfonsina es la segunda beata palestina aunque es la primera en ser beatificada aquí en la diócesis [La primera beata fue Mariam Badarwi, sor María de Jesús Crucificado, carmelita de Belén, nacida en Ibilline, Galilea, en 1846 y beatificada en Roma por Juan Pablo II en 1983.]. De hecho, en 2005, la Congregación para la Causa de los Santos comunicó que las beatificaciones a partir de entonces se celebrarían en las diócesis que hubieran promovido la causa de los nuevos beatos en el transcurso de una celebración eucarística, y que la ceremonia estaría presidida por un representante del Santo Padre. Esta decisión pretendía subrayar la diferencia entre la beatificación y la canonización. Cuando se beatifica a una persona el Papa permite su veneración a los miembros de la Orden Religiosa a la que pertenecía y a los fieles procedentes del lugar en que vivía. La canonización, sin embargo, permite que sea la Iglesia Católica entera la que la venere.
Así, la diócesis de Jerusalén y la Congregación del Rosario, a partir de ahora, podrán venerar a la madre María Alfonsina.

Pero la diócesis de Jerusalén no es como las demás diócesis. Si la beatificación ha reunido a sus fieles de Nazaret, donde se encuentra la iglesia con mayor capacidad del país, este lugar es sobre todo el lugar en el que la Virgen María, que ha guiado toda la vida de la beata, pronunció su primer fiat, en el momento de la Anunciación. Y es justamente el día de la Anunciación cuando María Alfonsina murió, en 1927, en Ain Karem, en olor de santidad.

Tras el ejemplo que la beata sor María de Jesús Crucificado, Mariam Bawardi, ofreció de vida contemplativa a la diócesis, con María Alfonsina, los fieles están invitados a contemplar y seguir su ejemplo de vida apostólica. Una vida apostólica que la beata ejerció con espíritu de servicio y humildad tal que sólo tras su muerte las hermanas descubrieron que había sido la fundadora de la Congregación, por orden de la Virgen María, que se le aparecía regularmente.

Pero este domingo ni la beata ni su congregación han pasado desapercibidas. Ya el día anterior, el canal de televisión Noursat-Tele Luce dedicó su programación a la beatificación.

Hoy, tras la liturgia de la Palabra, Mons. Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, junto al Nuncio Apostólico, Mons. Antonio Franco, y el Patriarca Emérito, Su Beatitud Michel Sabbah, ha procedido a la lectura del decreto que proclama Beata a la madre María Alfonsina. Tras la lectura de la traducción del texto en lengua árabe se ha corrido el velo que cubría un hermoso retrato de la beata. Una gran emoción, manifestada con aplausos y yu-yus, ha recorrido la multitud.

Su Beatitud el Patriarca Fouad Twal, que presidía la misa junto a Mons. Salim Sayegh, obispo auxiliar y vicario patriarcal para Jordania, Mons. Giacinto-Boulos Marcuzzo, obispo auxiliar y vicario patriarcal para Israel, Mons. Kamal Bathish, los obispos greco-católicos de Tierra Santa, el Custodio de Tierra Santa y alrededor de 120 sacerdotes –entre los que había una veintena de frailes-, y en presencia también de representantes de la Iglesia greco-ortodoxa y copta, se ha acercado después al ambón para pronunciar la homilía con la voz velada por la emoción.

Saludando a sus hermanos en el episcopado y a toda la asamblea, el Patriarca ha dicho: “Elevemos a Dios nuestra acción de gracias por este suceso único en la historia de la Iglesia de Jerusalén, madre de todas las Iglesias (…). Deseamos que este día signifique un antes y un después en la historia de nuestro país y que la Tierra Santa vuelva a ser, como lo fue al comienzo de la Iglesia, un vivero de santos e intercesores (…) Una iglesia que no suscita santos y santas entre su clero, sus laicos y sus religiosos es una madre estéril. Lo más importante no es tanto hacer grandes proyectos. Lo que más necesita la Iglesia es el testimonio de los santos”.

Tras la homilía y la oración universal ha dado comienzo la liturgia eucarística con la procesión de las ofrendas. Además de las ofrendas canónicas, llevadas por los familiares de la beata y algunas hermanas del Rosario, se han presentado al altar dos fotografías de María Alfonsina y del padre Tanous, un rosario y, cosa sorprendente, una disciplina –instrumento de penitencia- a cuyo lado se encontraba un cordón franciscano.

A excepción de los niños, a la mayoría de la gente se le han hecho cortas las casi dos horas y media de celebración. Su belleza, y sobre todo la belleza de los cantos, compuestos para la ocasión tomando como motivo las palabras de la beata y cantados por un coro formado de miembros procedentes de distintas parroquias de Tierra Santa y el Líbano, el recogimiento cargado de una alegre emoción y su importancia histórica han hecho de la celebración algo magnífico. La multitud de fieles ha tardado en disgregarse como queriendo conservar el máximo de tiempo posible esos instantes de alegría espiritual.

Esta tarde se tenía la impresión de que la diócesis no era la misma. Para los fieles, además de la gracia única de vivir en la misma Tierra en que vivió Jesús, se añadía el estímulo de vivir hoy siguiendo a la Virgen María y tras el ejemplo de María Alfonsina, en la realidad cotidiana, siguiendo el mensaje de Cristo y el Evangelio, siempre el mismo y siempre nuevo, un mensaje de amor, de gratuidad, de generosidad.

Mab

Omelia del Patriaca