Bendecida la nueva lavandería de la Custodia | Custodia Terrae Sanctae

Bendecida la nueva lavandería de la Custodia

En una atmósfera fraterna, la Custodia se ha reunido el jueves 27 de noviembre para bendecir los nuevos locales de la lavandería. Los frailes han ido llegando en grupos. Tras permanecer algunos minutos en la sala principal, han empezado visitando las antiguas estancias, hablando entre ellos de las nuevas instalaciones y también con los empleados de la lavandería.
Fray Carlos Molina, responsable de la lavandería, conduce la visita: «Hemos podido organizar las salas en función del recorrido de la colada, desde el momento en que llega. Primero está la sala donde se clasifica, después se lava y se seca la ropa en una segunda sala. Finalmente, se plancha y se dobla en una última sala, antes de ser introducida en bolsas y en las repisas de cada fraile o servicio. En los viejos locales, todo se mezclaba y no había una lógica». El sastre está en un local independiente, al lado de la lavandería (para mayor información sobre los entresijos de la lavandería, véase el artículo «Cuando el hábito hace al monje»).
«De marzo a noviembre de 2014, han trabajado en las obras entre 20 y 25 operarios», explica Ettore Soranzo, responsable de la Oficina técnica de la Custodia. Todo se ha hecho internamente, desde las plantas hasta la distribución final; los últimos retoques se han realizado durante todo el mes de noviembre».
Ramia, que dirige el equipo y la logística, sentada en su despacho, nos hace partícipes de su entusiasmo: «¡Aquí todo es nuevo! Hay lavadoras y planchas nuevas, las viejas han sido reparadas. También el pavimento es más fácil de limpiar!». Pietro Ongaro, un italiano de la empresa Imesa, ha pasado dos meses en Jerusalén para reparar las máquinas. Deberá volver en febrero para controlar que todo funciona perfectamente.

El custodio, fray Pierbattista, ha tomado la palabra subrayando en su discurso la importancia del lavado y la limpieza en la Biblia. «A pesar de la falta de agua –o quizá precisamente por esto- en la Biblia, el hecho de lavarse y ser lavado es un gesto fundamental en los momentos importantes de la vida: en la acogida a los invitados, en las fiestas especiales, en la preparación de las comidas y, naturalmente, antes de presentarse ante Dios en la oración. Nadie se presenta delante del prójimo, y sobre todo delante de Dios, sucio y sin lavarse». Es un gesto exterior que refleja la vida interior de cada uno, y lavar los propios vestidos puede ser una invitación a purificar el corazón propio. «Lávame de toda mi culpa, límpiame de mi pecado. Rocíame con el hisopo y quedaré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve» (Salmo 51,4.9). Dirigiéndose en especial a los frailes franciscanos, el padre custodio ha añadido después: «Hoy, para todos, estar limpio es una cuestión de educación. Para un religioso, cuidar de sí mismo es un valor añadido y un medio para demostrar su camino interior: limpio pero no exagerado; sobrio, pero no desordenado; simple y sin lujo». Ha dado después las gracias a todo el personal de la lavandería que, ocupándose de la ropa, permite a los frailes ahorrar tiempo y les ayuda a presentarse limpios ante los demás y ante Dios. El ruido de las lavadoras ha servido de fondo al discurso, que ha concluido con el rezo del padrenuestro en árabe, seguido de la bendición de los locales y de las personas presentes.

Fray Carlos ha dado después las gracias a todos, destacando la presencia de dos extrabajadores de la lavandería, ahora jubilados –Afaf y George- que aprovechan todas las ocasiones para volver, tras 45 y 50 años de trabajo en el equipo. Una vez más, se ve que, en la Custodia, la fraternidad, hermandad y sinceridad caminan de la mano.

Hélène Morlet