Los frailes capitulares dejaron muy temprano Nazaret en autobús para llegar a Jerusalén. Cuando llegaron al Monte de los Olivos, ha sido celebrada la Eucaristía en la Basílica del Getsemaní, presidida por el Definidor general fr. Amaral Bernardo Amaral.
“La experiencia de este lugar – dijo – nos enseña que no basta haber hecho la profesión, es necesario mantener vivo el ardor y proteger con firmeza nuestro primer amor. Este lugar de flaqueza, de traición y de abandono, nos hace reflexionar sobre la necesidad de estar vigilantes para mantener firme nuestra profesión de fe en Jesús, el Maestro”.
Después de un refresco ofrecido por la fraternidad local entre los olivos del jardín, los frailes entraron procesionalmente en la Ciudad Vieja de Jerusalén por la Puerta de los Leones, cantando alabanzas al Señor en sus lenguas. Una vez llegados al Santo Sepulcro, fueron acogidos con gran solemnidad por el Custodio, fr. Pierbattista Pizzaballa, y por los frailes de las fraternidades de Jerusalén, que habían llegado para la ocasión.
Los frailes fueron aspergidos con el agua bendita, mientras la basílica se llenaba del canto del Te Deum, según la tradición seglar de los ingresos solemnes. Al fin el Custodio dio a todos su saludo, exhortándolos a renovar siempre su adhesión de fe en el Resucitado.
Después del almuerzo en Casa Nova, los frailes, divididos en grupos lingüísticos, regresaron al Santo Sepulcro para una visita guiada por los frailes de la Custodia de Tierra Santa, y enseguida participaron con la gente al Via Crucis recorriendo la Via Dolorosa, en las callejuelas estrechas de la Ciudad Vieja.
Al final del día, los grupos de lengua inglesa e italiana se trasladaron a Ain Karem, huéspedes del local convento franciscano, mientras todos los otros (de lengua española, portuguesa, francesa y alemana) han sido alojados en Jerusalén en la Casa Maria Bambina, junto al convento de S. Salvador.
“La experiencia de este lugar – dijo – nos enseña que no basta haber hecho la profesión, es necesario mantener vivo el ardor y proteger con firmeza nuestro primer amor. Este lugar de flaqueza, de traición y de abandono, nos hace reflexionar sobre la necesidad de estar vigilantes para mantener firme nuestra profesión de fe en Jesús, el Maestro”.
Después de un refresco ofrecido por la fraternidad local entre los olivos del jardín, los frailes entraron procesionalmente en la Ciudad Vieja de Jerusalén por la Puerta de los Leones, cantando alabanzas al Señor en sus lenguas. Una vez llegados al Santo Sepulcro, fueron acogidos con gran solemnidad por el Custodio, fr. Pierbattista Pizzaballa, y por los frailes de las fraternidades de Jerusalén, que habían llegado para la ocasión.
Los frailes fueron aspergidos con el agua bendita, mientras la basílica se llenaba del canto del Te Deum, según la tradición seglar de los ingresos solemnes. Al fin el Custodio dio a todos su saludo, exhortándolos a renovar siempre su adhesión de fe en el Resucitado.
Después del almuerzo en Casa Nova, los frailes, divididos en grupos lingüísticos, regresaron al Santo Sepulcro para una visita guiada por los frailes de la Custodia de Tierra Santa, y enseguida participaron con la gente al Via Crucis recorriendo la Via Dolorosa, en las callejuelas estrechas de la Ciudad Vieja.
Al final del día, los grupos de lengua inglesa e italiana se trasladaron a Ain Karem, huéspedes del local convento franciscano, mientras todos los otros (de lengua española, portuguesa, francesa y alemana) han sido alojados en Jerusalén en la Casa Maria Bambina, junto al convento de S. Salvador.