Ceremonieros para ofrecer momentos de oración intensa | Custodia Terrae Sanctae

Ceremonieros para ofrecer momentos de oración intensa

Más de un millar de fieles esperarán ante las puertas de la iglesia de Santa Catalina en Belén el momento de la misa de medianoche, la Misa del Gallo. En la sombra, tres franciscanos serán los encargados de hacer el servicio en esta celebración. Hemos hablado con estos maestros de la liturgia que tienen un solo objetivo: hacer de esta celebración un momento de oración intensa para todos.

No busquéis su sonrisa durante las celebraciones, su concentración es máxima. Fray Marcelo, fray Ulises y fray Bernardo son los ceremonieros de la Custodia, sobre ellos descansa el respeto a numerosas tradiciones, reglas sutiles y códigos protocolarios –establecidos entre otros por el Statu Quo de 1853- y que regulan, todavía hoy, los derechos y privilegios de las distintas comunidades cristianas de Tierra Santa.

Fray Marcelo Cichinelli, maestro de ceremonias, ocupa esta responsabilidad desde 2010, pero trabaja y estudia en el campo litúrgico desde hace quince años. De hecho, la misión del ceremoniero no se limita solo al tiempo de la celebración; esa es solo «la parte que sale del iceberg, la que los fieles pueden ver», subraya. Pero se necesitan jornadas enteras de preparación, en la sombra, para evitar que un error o un olvido se transformen en un incidente diplomático entre dos comunidades o autoridades.

Seguir los tiempos litúrgicos, conocer las particularidades de las Iglesias orientales, con las que es necesario compartir ciertos lugares o incluso la coordinación de distintos actos; los ceremonieros trabajan durante todo el curso del año. Fray Marcelo se ha encargado, en 2013, de más de cincuenta ceremonias oficiales, en una veintena de lugares distintos ¡y en otras tantas lenguas! Apasionado por su misión, pasa las horas en los archivos de la Custodia. Leyendo las crónicas y testimonios dejados por sus antecesores, explica: «En la Custodia tenemos algunos tesoros, como este libro de ceremonias del año 1752. Hacemos dialogar al pasado con el presente, lo que está en juego es el mantenimiento del culto cristiano vivo en la tierra de Jesús. La Iglesia cambia, se moderniza, pero no debe hacer desaparecer siglos de devoción». Para cada ceremonia, con la ayuda de doctores en Liturgia, él se encarga de hacer un libro para la misa, respetuoso con las tradiciones.

Por eso un ceremoniero lo es gran parte de su vida. Para que le ayuden cotidianamente, fray Marcelo se sirve de fray Ulises Ramón Zarza y fray Bernardo Moya Montero, los dos seminaristas. «No es fácil encontrar a alguien que quiera dedicar tantas horas de trabajo y que luego lo ejerza durante un largo período», confiesa fray Marcelo. Aceptando esta misión, nuestros dos seminaristas eran conscientes de dedicarse a «una formación larga y densa, en la que todos los días se aprende algo nuevo», como afirma fray Ulises. Y no esconde que, a veces, la misión es pesada: «Nuestra agenda es bien precisa, pero vivimos un poco en paralelo respecto a la comunidad. A veces comemos solos y terminamos las celebraciones después de todos los demás».

La jornada del 24 de diciembre la pasarán en la iglesia de Santa Catalina hasta la mañana del 25. Controlarán todo: desde el audio de los micrófonos a las luces, los hábitos sacerdotales y los misales, para no falte nada. «Cuando la ceremonia ha empezado, todo el mundo tiene sus ojos fijos en vosotros y no se puede volver», explica fray Marcelo. Esto explica seguramente el sentimiento de firmeza e inflexibilidad que emanan de su persona, en perjuicio de los fotógrafos, que muchas veces experimentan el rechazo. El interesado lo reconoce: «No somos duros ni nos pasamos todo el tiempo diciendo que no. Lo hacemos solo por un motivo: evitar la pérdida del control. Las personas no entienden que todo está cronometrado y ordenado, preparado por un consejo desde hace semanas». Y añade: «La gran diferencia entre un director de orquesta y un maestro de ceremonias es que se habla de la fe, que es lo más precioso para un creyente. Las personas vienen del mundo entero para vivir esta misa de medianoche y debemos ofrecerles un momento de oración intensa y armoniosa. Esto es lo que explica nuestra vigilancia en todo momento». Termina luego con una benévola mirada a fray Ulises. «Esta misión crea una gran proximidad entre nosotros y con frecuencia doy las gracias a mi equipo, porque siento todo el espíritu de san Francisco en nuestro trabajo cotidiano». No hay duda de que la relación humana es intensa. Fray Ulises añade: «Nos conocemos tanto que no hay necesidad de palabras durante las celebraciones, basta con una mirada».

Los tres frailes consideran un honor compartir esta responsabilidad. La Misa del Gallo no será sino el inicio; seguirán al día siguiente, entre Belén, Jerusalén y Nazaret, por no hablar del primer día de enero. Nuestro agradecimiento a estos frailes que nos recuerdan el mandato que les fue conferido en su tiempo por la Sede Apostólica (bula del papa Clemente VI, en 1324) a los franciscanos: Celebrar solemnemente las misas cantadas y los oficios divinos en los santos lugares del cristianismo.


Emilie Rey