El 26 de enero, en la Basílica de San Pablo Extramuros de Roma, el Santo Padre, durante las vísperas de clausura de la Semana de oración ecuménica, ha recordado que este año el lema para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos ha sido propuesto por la comunidad cristiana de Jerusalén que ha invitado a meditar sobre el modelo de vida de los apóstoles: “Perseveraban constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2,42).
“La búsqueda del restablecimiento de la unidad entre los cristianos divididos –ha dicho el Papa- no puede reducirse, por tanto, a un reconocimiento de las diferencias recíprocas y a la consecución de una convivencia pacífica.
Lo que anhelamos es aquella unidad por la que Cristo mismo rezó y que por su naturaleza se manifiesta en la comunión de la fe, de los sacramentos, del ministerio. El camino hacia esta unidad se debe considerar como un imperativo moral, una respuesta la llamada concreta del Señor. Por eso, hay que vencer la tentación de la resignación y el pesimismo, que son falta de confianza en la potencia del Espíritu Santo”.
La homilía del Santo Padre, el mismo día en que la Iglesia celebra la conversión de san Pablo, ha recordado que el gran apóstol misionero no olvidó jamás el vínculo de comunión con la Iglesia de Jerusalén, apoyando siempre la colecta en favor de los cristianos de aquella comunidad, que consideraba no sólo una obra de caridad sino el signo y la garantía de la unidad entre las Iglesias nuevas que se iban formando entonces y la primitiva comunidad de la Ciudad Santa, un signo de unidad de la única Iglesia de Cristo.
Para quien ha participado en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos en Jerusalén estas palabras tienen un significado profundo. La presencia numerosa de tantas confesiones cristianas en la Ciudad Santa han hecho que estos encuentros hayan sido únicos. En ninguna parte del mundo se reúnen tantas confesiones cristianas como en Jerusalén. El ecumenismo aquí es algo muy concreto, una exigencia palpable en una realidad que toma forma.
El último encuentro se ha celebrado en la catedral anglicana de San Jorge Mártir, el domingo 30 de enero. La oración, presidida por el Rvdo. Suheil Dawani, ha vivido con nostalgia este último encuentro. Tener la posibilidad de encontrase con otras expresiones cristianas ha sido enriquecedor para todos.
El obispo anglicano ha recordado que uno de sus primeros actos oficiales tras su toma de posesión de la silla episcopal, hace cuatro años, fue la creación de un grupo de trabajo por la paz y la reconciliación y ha subrayado que la “reconciliación” es mucho más que una palabra, es un acontecimiento, una experiencia que afecta a toda la persona y que debe convertirse en un estilo de vida. El término reconciliación, ha seguido diciendo el Rvdo.
Suheil, debe ser el indicativo de la naturaleza misma de la Iglesia. No podemos permanecer indiferentes sino que tenemos que ser activos en la búsqueda de la reconciliación. En la parábola del Buen Samaritano, el sacerdote y el levita no han hecho nada malo, pero su indiferencia es de por sí mala. El obispo ha insistido en que, con esta perspectiva, nosotros como cristianos tenemos el ministerio de la reconciliación, sobre todo en este mundo donde el hombre experimenta cada vez más la división. “Reconcíliate primero con tu hermano y luego presenta tu sacrificio” (Mt 5, 23-24).
La reconciliación es un requisito previo para la comunión con Dios y con el prójimo. La homilía ha concluido con la invitación a amarnos en la verdad y con los hechos, no con palabras. La presencia discreta pero notoria del órgano y del violín han acompañado toda la oración.
Durante la procesión final, el organista ha dado prueba de su talento llamando la atención de todos los presentes, que han permanecido inmóviles escuchando esta exhibición antes de participar en el refresco que, en un clima alegre, todos han podido disfrutar confraternizando con los demás. Un encuentro que, por desgracia, es el último de esta Semana de Oración ecuménica y que ha dejado a muchos con las ganas de volver a encontrarse lo antes posible.
Marco Gavasso
“La búsqueda del restablecimiento de la unidad entre los cristianos divididos –ha dicho el Papa- no puede reducirse, por tanto, a un reconocimiento de las diferencias recíprocas y a la consecución de una convivencia pacífica.
Lo que anhelamos es aquella unidad por la que Cristo mismo rezó y que por su naturaleza se manifiesta en la comunión de la fe, de los sacramentos, del ministerio. El camino hacia esta unidad se debe considerar como un imperativo moral, una respuesta la llamada concreta del Señor. Por eso, hay que vencer la tentación de la resignación y el pesimismo, que son falta de confianza en la potencia del Espíritu Santo”.
La homilía del Santo Padre, el mismo día en que la Iglesia celebra la conversión de san Pablo, ha recordado que el gran apóstol misionero no olvidó jamás el vínculo de comunión con la Iglesia de Jerusalén, apoyando siempre la colecta en favor de los cristianos de aquella comunidad, que consideraba no sólo una obra de caridad sino el signo y la garantía de la unidad entre las Iglesias nuevas que se iban formando entonces y la primitiva comunidad de la Ciudad Santa, un signo de unidad de la única Iglesia de Cristo.
Para quien ha participado en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos en Jerusalén estas palabras tienen un significado profundo. La presencia numerosa de tantas confesiones cristianas en la Ciudad Santa han hecho que estos encuentros hayan sido únicos. En ninguna parte del mundo se reúnen tantas confesiones cristianas como en Jerusalén. El ecumenismo aquí es algo muy concreto, una exigencia palpable en una realidad que toma forma.
El último encuentro se ha celebrado en la catedral anglicana de San Jorge Mártir, el domingo 30 de enero. La oración, presidida por el Rvdo. Suheil Dawani, ha vivido con nostalgia este último encuentro. Tener la posibilidad de encontrase con otras expresiones cristianas ha sido enriquecedor para todos.
El obispo anglicano ha recordado que uno de sus primeros actos oficiales tras su toma de posesión de la silla episcopal, hace cuatro años, fue la creación de un grupo de trabajo por la paz y la reconciliación y ha subrayado que la “reconciliación” es mucho más que una palabra, es un acontecimiento, una experiencia que afecta a toda la persona y que debe convertirse en un estilo de vida. El término reconciliación, ha seguido diciendo el Rvdo.
Suheil, debe ser el indicativo de la naturaleza misma de la Iglesia. No podemos permanecer indiferentes sino que tenemos que ser activos en la búsqueda de la reconciliación. En la parábola del Buen Samaritano, el sacerdote y el levita no han hecho nada malo, pero su indiferencia es de por sí mala. El obispo ha insistido en que, con esta perspectiva, nosotros como cristianos tenemos el ministerio de la reconciliación, sobre todo en este mundo donde el hombre experimenta cada vez más la división. “Reconcíliate primero con tu hermano y luego presenta tu sacrificio” (Mt 5, 23-24).
La reconciliación es un requisito previo para la comunión con Dios y con el prójimo. La homilía ha concluido con la invitación a amarnos en la verdad y con los hechos, no con palabras. La presencia discreta pero notoria del órgano y del violín han acompañado toda la oración.
Durante la procesión final, el organista ha dado prueba de su talento llamando la atención de todos los presentes, que han permanecido inmóviles escuchando esta exhibición antes de participar en el refresco que, en un clima alegre, todos han podido disfrutar confraternizando con los demás. Un encuentro que, por desgracia, es el último de esta Semana de Oración ecuménica y que ha dejado a muchos con las ganas de volver a encontrarse lo antes posible.
Marco Gavasso