El miércoles 25 de mayo se ha celebrado en Tierra Santa la solemnidad del Corpus Christi, solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Acompañado por frailes franciscanos y religiosos de distintas comunidades, Su Beatitud Mons. Fuad Twal, patriarca latino de Jerusalén, ha realizado por este motivo el ingreso solemne en el Santo Sepulcro.
Esta solemnidad del rito latino celebra la presencia real de Jesucristo en el sacramento de la Eucaristía. Tiene lugar todos los años dos semanas después de Pentecostés y sesenta días después de Pascua.
Las puertas de la basílica se han abierto de par en par para recibir al cortejo. A las primeras Vísperas cantadas ha seguido la procesión cotidiana, terminando con los tres giros en procesión alrededor del edículo.
Por la noche, mientras la ciudad vieja descansaba, los frailes franciscanos se han acercado de nuevo a la basílica de la Resurrección para celebrar el oficio, presidido por el vicario custodial, fray Dobromir Jasztal.
La mañana del jueves 26 de mayo, frailes y fieles se han vuelto a congregar para la misa presidida por Su Beatitud el patriarca latino. Los franciscanos, seminaristas del Patriarcado latino y los concelebrantes han comenzado con la oración de Laudes ante la tumba, mientras que los peregrinos, de todas las nacionalidades, rezaban en torno al edículo. Grupos de visitantes pasaban por detrás de la tumba para encender velas; otros, desde lejos, miraban con curiosidad los andamios que servirán en unos días para llevar a cabo la restauración del edículo.
Antes de la misa, Mons. Giuseppe Lazzarotto, nuncio apostólico, ha leído la carta del Pontífice, dirigida al patriarca de Jerusalén con ocasión de la celebración de sus bodas de oro sacerdotales. La carta se centra en la vida del patriarca y concluye con las siguientes palabras: «Deseamos hacerle llegar, como si estuviésemos presentes junto a usted, todo nuestro amor fraterno e implorar para usted ricas recompensas divinas, con nuestra bendición paternal sobre todo a su persona, y después a los fieles que le rodean y sobre los que deseamos recaiga, pidiéndole que no se olvide de nosotros en sus oraciones».
En su homilía, el patriarca ha subrayado el valor fundamental de la Eucaristía en nuestra relación con el prójimo. «La celebración de la fiesta del Corpus Christi nos invita a meditar sobre nuestra responsabilidad en la construcción de una sociedad solidaria, justa y fraterna... En nuestra época en particular [...] el Corpus Christi debe hacer de nosotros un solo cuerpo, una sola Iglesia consolidada por la fe en Dios y la solidaridad entre nosotros».
«Con todos vosotros, queridos amigos, quiero dar gracias a Dios por el don del sacerdocio, recibido hace 50 años –concluye-. Se acerca ya el fin de mi mandato y humildemente puedo decir que la misión que se me encargó se ha cumplido. Poniendo mi futuro en las manos de Dios, doy gracias por todos estos años al servicio directo del Santo Padre y de la Iglesia Madre de Jerusalén».
Todos esperaban para la procesión final. El patriarca portaba el Cuerpo de Cristo vivo en la Eucaristía en torno al lugar donde fue sepultado y resucitó. La fiesta ha concluido en la capilla de la Resurrección, con la bendición con el Santísimo Sacramento.
Esta solemnidad del rito latino celebra la presencia real de Jesucristo en el sacramento de la Eucaristía. Tiene lugar todos los años dos semanas después de Pentecostés y sesenta días después de Pascua.
Las puertas de la basílica se han abierto de par en par para recibir al cortejo. A las primeras Vísperas cantadas ha seguido la procesión cotidiana, terminando con los tres giros en procesión alrededor del edículo.
Por la noche, mientras la ciudad vieja descansaba, los frailes franciscanos se han acercado de nuevo a la basílica de la Resurrección para celebrar el oficio, presidido por el vicario custodial, fray Dobromir Jasztal.
La mañana del jueves 26 de mayo, frailes y fieles se han vuelto a congregar para la misa presidida por Su Beatitud el patriarca latino. Los franciscanos, seminaristas del Patriarcado latino y los concelebrantes han comenzado con la oración de Laudes ante la tumba, mientras que los peregrinos, de todas las nacionalidades, rezaban en torno al edículo. Grupos de visitantes pasaban por detrás de la tumba para encender velas; otros, desde lejos, miraban con curiosidad los andamios que servirán en unos días para llevar a cabo la restauración del edículo.
Antes de la misa, Mons. Giuseppe Lazzarotto, nuncio apostólico, ha leído la carta del Pontífice, dirigida al patriarca de Jerusalén con ocasión de la celebración de sus bodas de oro sacerdotales. La carta se centra en la vida del patriarca y concluye con las siguientes palabras: «Deseamos hacerle llegar, como si estuviésemos presentes junto a usted, todo nuestro amor fraterno e implorar para usted ricas recompensas divinas, con nuestra bendición paternal sobre todo a su persona, y después a los fieles que le rodean y sobre los que deseamos recaiga, pidiéndole que no se olvide de nosotros en sus oraciones».
En su homilía, el patriarca ha subrayado el valor fundamental de la Eucaristía en nuestra relación con el prójimo. «La celebración de la fiesta del Corpus Christi nos invita a meditar sobre nuestra responsabilidad en la construcción de una sociedad solidaria, justa y fraterna... En nuestra época en particular [...] el Corpus Christi debe hacer de nosotros un solo cuerpo, una sola Iglesia consolidada por la fe en Dios y la solidaridad entre nosotros».
«Con todos vosotros, queridos amigos, quiero dar gracias a Dios por el don del sacerdocio, recibido hace 50 años –concluye-. Se acerca ya el fin de mi mandato y humildemente puedo decir que la misión que se me encargó se ha cumplido. Poniendo mi futuro en las manos de Dios, doy gracias por todos estos años al servicio directo del Santo Padre y de la Iglesia Madre de Jerusalén».
Todos esperaban para la procesión final. El patriarca portaba el Cuerpo de Cristo vivo en la Eucaristía en torno al lugar donde fue sepultado y resucitó. La fiesta ha concluido en la capilla de la Resurrección, con la bendición con el Santísimo Sacramento.