Crónica de un franciscano desde Beirut | Custodia Terrae Sanctae

Crónica de un franciscano desde Beirut

“He me aquí, estoy bien hasta ahora, y gracias a Dios, también los míos. Ellos han dejado la casa que había sido reconstruida después de la guerra (1975-1990), Ellos y todos los de nuestro barrio. Nuestra casa ha sido dañada. Todos los puentes están destruidos, y esto quiere decir que no se puede ir ni tan siquiera a ver la casa. Hace dos días, mi tía ha conseguido llegar y ha visto las ventanas rotas, las puertas sean las de aluminio, sea la de entrada que era de madera- están desvencijadas, destruidas por la presión de los bombardeos. Hasta hoy las casas no han sido robadas, pero nada lo impedirá en futuro. Para repararlas se necesitarán miles y miles de dólares. En lo concerniente al convento de Beirut, permanecemos sólo los frailes. Todos los huéspedes (no quedaba una habitación libre) han dejado el convento, mejor dicho, han escapado a Siria para después retornar a sus países
Los bombardeos se hacen sentir !y cómo!, a escasos kilómetros del convento, hacia el sur: primero el aeropuerto, al este de Beirut entre 2-4 kl. De aquí. Lo más próximo era el puerto que ha sido bombardeado más veces. El más fuerte ha sucedido esta mañana y ha causado dos muertos. Gemmayzeh está vacía, durante el día pasan pocos coches y de noche ninguno, todos los restaurantes permanecen cerrados… no estaba así desde hacía años. Hasta Dawra ha sido bombardeada esta mañana, Dawra está en el cruce que une Beirut con la región cristiana, ayer la misma suerte le ha tocado a Jounieh. Desde hace escasos minutos los bombardeos se suceden sobre Yarzeh, vecino a Baabda, esto quiere decir que los barrios y las regiones cristianas están desde ahora también bajo los bombardeos.

Donde más se sufre es en el Sur: destruidos todos los puentes, cerradas todas las carreteras, ha quedado aislado y la gente sufre todo. Sufre por las necesidades más elementales, por la falta de medicinas, pero también por las necesidades más elementales para la vida. En Tiro para 120.000 personas, llegan sólo 1000 cajas de pan: cada caja contiene un kilo, esto quiere decir un kilo para cada 120 personas. Y no hablemos de los bombardeos y las masacres que se hacen contra los niños, las mujeres y los ancianos: todo por “pura defensa”, como Israel declara. Y en muchas otras regiones del Sur se sufre lo mismo por no decir más.

Los turistas han partido, aterrorizados !pobre Líbano!, se esperaban 1.700.000 turistas este verano… !ahora nada!. Desde hace tres día las embajadas están organizando convoyes de autobuses para sacar del país a sus ciudadanos. Los israelíes hablan aún de dos semanas de bombardeos para destruir las fuerzas de Hezbullah (o para continuar a destruir Líbano, digo yo), pero verdaderamente no se sabe…

En Trípoli ha sido bombardeado el puerto, no muy lejos de nuestro convento y de los apartamentos que construye la Custodia para familias sin recursos, gracias a Dios no han alcanzado el barrio habitado de Mina, (donde tenemos el convento, la escuela y donde se construyen las nuevas casas para familias). No he ido a Mina desde una semana, para no permanecer atrapado allí, existe el riesgo que bombardeen algunos puentes que unen Beirut con el Norte, si no han sido ya destruidos… esperemos que no. Permanezco en contacto telefónico con todos.

Nos preguntas si podemos salir: sí, nada nos lo impide… ¿pero adonde? Y la gasolina empieza a faltar. He hecho algunos aprovisionamientos, spaghetti, arroz, leche, en gran cantidad, porque no se sabe cuando se agotarán definitivamente. Los supermercados están casi vacíos de estos alimentos. Hasta ahora el convento parece un puesto seguro, por lo menos así lo parece, aunque si no conseguimos dormir por la noche por culpa de los bombardeos. Si la situación se agravase aún más, quizás tendremos que abandonar el convento e ir al de Harissa, pero hasta ahora estamos bien. Verdaderamente estoy agotado y un poco preocupado; sólo la fe y la oración nos ayudan en un momento tan difícil.