Dialogando con Dios en espera de su venida. Ingreso solemne del custodio en Belén e inicio del Adviento | Custodia Terrae Sanctae

Dialogando con Dios en espera de su venida. Ingreso solemne del custodio en Belén e inicio del Adviento

Basílica de la Natividad – Iglesia de santa Catalina, Belén. 26-27 de noviembre de 2011

Estos días que celebran el inicio del Adviento y que inauguran, al mismo tiempo, el nuevo Año litúrgico, son días intensos y especiales para la Custodia de Tierra Santa. En concreto, la liturgia de apertura del Adviento, es decir, las primeras Vísperas y el Oficio de Lecturas celebrados en Belén durante la tarde del sábado 26 de noviembre, han estado precedidos, la mañana del mismo día, por el ingreso solemne del custodio de Tierra Santa, fray Pierbattista Pizzaballa, en la iglesia de Santa Catalina, adyacente a la Basílica de la Natividad. De hecho, se ha establecido que, por motivos pastorales, cuando la fecha del 25 de noviembre, fiesta de santa Catalina de Alejandría –titular de la iglesia, de la parroquia y del convento de la Custodia franciscana en la Basílica de la Natividad de Belén- caiga cerca del primer domingo de Adviento, el ingreso solemne del custodio que celebra la fiesta de la santa se posponga al sábado.

Tras la reunión fraterna con el mujtar, el Sr. Yacob Amer, y con los responsables de la parroquia de Jerusalén, en la sala del diván del convento de San Salvador, fray Pierbattista ha partido para Belén acompañado por un cortejo de diversos miembros de la Curia custodial y de los automóviles de los parroquianos de Jerusalén. Escoltado por la policía israelí a través de las calles desiertas de la ciudad que, pasando detrás del monte Sión, continúan por la larga carretera que conduce a Belén, la caravana ha hecho una parada en Mar Elías, el convento de San Elías que se yergue como una fortaleza a la izquierda de la carretera sobre el lugar en el que antaño hubo un monasterio bizantino y que recuerda el lugar de reposo del profeta Elías cuando, desde el monte Carmelo, para huir de la ira de la reina Gezabel, partió en peregrinación hacia el monte Horeb (1 Re 19,4-8). En este punto, que marca el fin de la jurisdicción parroquial de Jerusalén y el comienzo de la de la parroquia de Beit Jalaa, el custodio ha sido recibido con alegría por las autoridades civiles y por la comunidad cristiana de Beit Jalaa. Tras el intercambio de felicitaciones, el nuevo grupo se ha unido a la caravana de coches. Es el único momento en el que los vehículos procedentes de los territorios de Cisjordania y de los lugares bajo el control de la Autoridad Nacional Palestina, como es el caso del pequeño pueblo de Beit Jalaa, pueden atravesar los confines del Estado de Israel y pasar dentro del territorio circundado por el muro de separación.

Siguiendo la vieja carretera oficial que conducía desde Jerusalén a Belén, sólo accesible en esta ocasión tan particular a lo largo del año, el cortejo ha alcanzado el muro en las inmediaciones del sitio que aloja la Tumba de Raquel, un santuario hoy difícilmente alcanzable debido a su posición y encerrado entre las barreras que separan Israel y los territorios palestinos, y, tras haber rodeado un trecho del muro, ha superado el punto de acceso a la ciudad de Belén. Aquí, en el punto exacto en el que el paso se abre tras la pesada barrera que señala la brusca separación de los dos pueblos, las policías israelí y palestina, según lo convenido para esta particularísima ocasión, se han estrechado la mano en un gesto simple y humano enormemente sugerente. Mientras tanto, la caravana, escoltada ahora por los cuerpos especiales de la policía palestina, ha atravesado Belén pasando por sus viejos barrios llenos de gente y de niños en espera, en la calle, de ver y saludar al custodio a su paso.

Una vez en las cercanías de la gran plaza que hay frente a la Basílica de la Natividad, el custodio ha continuado el camino a pie, acompañado por las autoridades locales y por el secretario custodial, fray Silvio de la Fuente. Esperando para recibirle, en la parte central de una plaza llena de gente, había numerosos grupos de scouts árabes, formados a ambos lados con sus variopintas y coloridas divisas, la banda y los jóvenes que tocaban las gaitas. Más allá de la carretera que atraviesa la plaza, a lo largo del patio empedrado que se halla ante el ingreso de la Basílica, le esperaban el vicario custodial, fray Artemio Vítores, con muchos de los estudiantes del Studium Biblicum Franciscanum de Jerusalén y otros miembros de la comunidad franciscana de Tierra Santa, llegados a Belén para esta solemnidad especial. Una vez en la entrada de la Basílica, junto al pasaje bajo que lleva a su interior, y después, de nuevo, apenas entrado, antes de atravesar la puerta de la izquierda que conduce al claustro de la iglesia franciscana de Santa Catalina, fray Pierbattista se ha parado para saludar cordialmente a los religiosos de la comunidad greco-ortodoxa, con la que los franciscanos comparten la propiedad del santuario. A lo largo del claustro, el custodio se ha vuelto a detener en la entrada de la iglesia de Santa Catalina, donde le esperaban fray Stephan Milovitch, actual guardián de la Basílica de la Natividad, portando vestiduras moradas –el color que la Iglesia reserva para los períodos de Adviento y Cuaresma-, rodeado por los monaguillos y los cantores franciscanos bajo la dirección de fray Armando Pierucci, director del Instituto Magníficat de Jerusalén. Detrás de él, una gran cantidad de fieles llenaba la iglesia, como suele ocurrir en las fiestas más importantes, incluyendo a religiosos y religiosas de las muchas congregaciones presentes en Tierra Santa, amigos y colaboradores de la Custodia franciscana, y muchísimos miembros de la comunidad cristiana árabe local, llegados de lugares más o menos lejanos. A su ingreso en la iglesia, el custodio ha realizado el rito de la vestición y del beso a la Cruz y, cuando los cantores y fieles han entonado el {Te Deum}, fray Pierbattista ha proseguido hasta alcanzar el altar mayor, colocándose junto a fray Artemio Vítores, fray Silvio de la Fuente, fray Noel Muscat –discreto de Tierra Santa- y fray Peter Vasko, presidente de la Franciscan Foundation for the Holy Land. En este punto, los representantes de los grupos scout locales han hecho entrega al custodio de una de sus pañoletas rojas. «Muchas son las divisiones que afligen a esta tierra –ha dicho fray Pierbattista en su breve intervención, traducida al árabe por fray Marwan Di'des, párroco de Belén- pero el Adviento debería hacernos respirar realmente una nueva vida. Las divisiones y las incomprensiones nos acompañan siempre, pero la esperanza y la posibilidad de construir una comunidad unida residen en el corazón de cada uno de nosotros. Mi deseo más sincero es, por tanto, que los cristianos puedan realmente ser una antorcha encendida de unidad y de amor por Belén y por toda la Tierra Santa». Una vez impartida la bendición solemne, el custodio y el vicario custodial se han detenido en el claustro para el cordial y festivo intercambio de felicitaciones con todos los amigos y fieles presentes.

A primera hora de la tarde han comenzado de forma solemne las celebraciones del período de Adviento con las primeras Vísperas, presididas por el custodio y concelebradas por fray Artemio Vítores, fray Stephane Milovitch, fray Noel Muscat y fray Silvio de la Fuente. Durante la ceremonia se ha realizado la tradicional procesión a la Gruta de la Natividad donde, en el lugar del pesebre que se encuentra al lado de la pequeña gruta, llamada «de los Magos», a la derecha del altar de la Natividad, fray Pierbattista ha encendido con una vela la llama con la que, una vez de vuelta a la iglesia, ha encendido también el primero de los cuatro cirios de la corona de Adviento, realizada con ramos de abeto y colocada al lado del altar mayor. Una vez finalizadas las Vísperas, las celebraciones han continuado a media tarde con el Oficio de Lecturas, presidido por el guardián de la Basílica de la Natividad, fray Stephane Milovitch. Tras el canto de los salmos que exaltan la próxima venida del Señor y la lectura del comienzo del libro del profeta Isaías (Is 1,1-18) y de un texto sacado de la Catequesis de san Cirilo, obispo de Jerusalén, dedicado a la doble venida de Cristo (Cat. 15,1-5: PG 33,870-874), la ceremonia ha concluido con la procesión a la Gruta de la Natividad y la incensación de la estrella de plata -que marca el punto del nacimiento de Jesús- y del pesebre, mientras que toda la asamblea, portando cada uno en su mano una vela encendida, cantaba el Te Deum.

En la mañana del día siguiente, domingo 27 de noviembre, la misa parroquial principal en la iglesia de Santa Catalina ha estado solemnemente presidida por el padre custodio que ha completado así, en presencia de innumerables fieles, las celebraciones que inauguran el período de Adviento. La santa misa, concelebrada por fray Stephane Milovitch y por fray Silvio de la Fuente y animada por el coro de jóvenes de Belén, se ha celebrado en árabe y la homilía ha sido pronunciada por el párroco local, fray Marwan Di'des.

Vemos cómo Belén se anima en estas jornadas de fiesta, con la gente del lugar que vive y camina, a pesar de las dificultades y problemas, y con los peregrinos que llenan la plaza del centro, con su belleza antigua y su alegría humilde. Aquí, en una pequeña gruta, en una noche silenciosa de hace muchísimos años, culminó toda la pedagogía de amor de Dios. Y, ciertamente, el Adviento es el tiempo de la esperanza y de la espera, del deseo inmenso de descubrir a un Dios cercano; pero es también el tiempo de la preparación integral para este encuentro, del cambio radical en el corazón que da a conocer a fondo el camino que Dios recorre. Un camino difícil pero extraordinario que ya se deja ver en el comienzo del libro del profeta Isaías, cuando el Señor, después de haberse enfadado con Israel por su ingratitud e hipocresía, concluye así: «Venid, pues, y disputemos […] Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán» (Is. 1,18). Frente a un pueblo que se aleja de la comunión con Dios, que reniega de las palabras y se expone a la violencia, el Señor quiere abrir los oídos, retomar el diálogo, volver al corazón y, en vez de aniquilar a su pueblo rebelde y violento, Él nos sorprende con su elección no violenta, hecha de amor, perdón y confianza en la discusión. He aquí la actualidad de Dios, la actualidad de su Navidad, que lleva a cumplimiento su pedagogía de salvación a través de la encarnación de su Palabra en Jesús. Este es el camino que viene de Belén; este es el sentido auténtico de la espera de la Navidad; este es el deseo de paz y vida para todos los hombres, para la Tierra Santa, para el mundo entero.

Texto de Caterina Foppa Pedretti
Fotos de Marco Gavasso