El Vía Crucis en el barrio de Takhana, en la estación central de autobuses de Tel Aviv | Custodia Terrae Sanctae

El Vía Crucis en el barrio de Takhana, en la estación central de autobuses de Tel Aviv

Tras el funeral por fray Salvatore Brancato, volviendo hacia Jaffa, pasé por el bario de Takhana Mercazit para bendecir un apartamento ocupado por trabajadores indios, que estaba situado en el último piso de un edificio. Subiendo lentamente por las escaleras escuché como si fueran cantos de iglesia y palabras recitadas a ritmo de oración comunitaria alternada. Llegué a la planta que buscaba. La puerta del apartamento estaba abierta y algunas personas descansaban en el rellano, sin poder entrar porque no había sitio. Oraciones y cantos en lengua konkani entonados de manera popular y tradicional. Pregunté a uno qué era lo que ocurría. Amablemente me susurró que estaban siguiendo el rezo del Vía Crucis. Poco a poco conseguí entrar, abriéndome paso entre tanta gente. Veo una mesa pequeña y simple, pegada a la pared, que sirve de altar, con una cruz, centro de atracción y de veneración. Muchos jóvenes, chicos y chicas, están de rodillas, con las manos juntas, como se hacía antes. Otras personas están de pie porque no hay sitio material para arrodillarse. Todos estaban absortos en la oración conducida por algunos miembros de la comunidad. En sus rostros se refleja la serenidad y el cansancio de una semana de duro trabajo, la nostalgia de la familia y de la casa en la lejanía. Pero todos confiados y llenos de fe. Mirando a Jesús en la cruz absorben la fuerza necesaria para llevar la cruz de cada uno.

Son de Kerala, estado la India meridional evangelizado por el apóstol Tomás en la primera predicación apostólica. Después, en el siglo XVI, el gran misionero de Asia, el jesuita español san Francisco Javier, reavivó su fe con el impulso de su celo misionero.

Esta comunidad de indios no tiene ningún capellán que les acompañe en tierra extranjera para poder ayudarles a conservar su fe cristiana. Su único y auténtico acompañante es el Espíritu Santo y el amor a la Virgen. Viven el cristianismo con la simplicidad y amor. Son los pobres del Señor, ricos de su presencia en el corazón.

Al final me piden la bendición sacerdotal en la que verdaderamente creen muchísimo. Tras la bendición vuelve cada uno a su apartamento, en los que llegan a vivir diez, doce personas, para el merecido descanso del fin de semana. Algunos suben al ático de edificio para ejecutar danzas tradicionales y seguir con una pequeña fiesta en comunidad con ocasión de la Santa Pascua, una justa actividad recreativa. ¡Que el Señor les bendiga!

Fray Arturo Vasaturo ofm