El llanto de Jesús por la ciudad amada: peregrinación cuaresmal al santuario del Dominus Flevit | Custodia Terrae Sanctae

El llanto de Jesús por la ciudad amada: peregrinación cuaresmal al santuario del Dominus Flevit

Iglesia del Dominus Flevit, Jerusalén. 7 de marzo de 2012

Durante la tarde del miércoles 7 de marzo se ha celebrado la tradicional peregrinación cuaresmal al santuario del Dominus Flevit, que significa «el Señor lloró», situado en la ladera del Monte de los Olivos. Esta pequeña iglesia, tan original por su forma que recuerda una gota y tan sugerente por el espléndido panorama de la Ciudad Santa de que se disfruta desde la ventana situada a espaldas del altar mayor, fue construida por el arquitecto Antonio Barluzzi en 1955 sobre los restos de una antigua iglesia bizantina de la que se conservan algunos mosaicos del siglo VII en el pavimento. La tradición asocia a este lugar el episodio descrito en el evangelio de san Lucas del llanto de Jesús por Jerusalén (Lc 19, 41-44), «que no supo reconocer el tiempo en que fue visitada» y «no supo comprender aquello que lleva a la paz».

Durante mucho tiempo, los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa han cultivado la práctica de la peregrinación como acto devocional particular que consiste en recogerse y orar unidos precisamente en los lugares de la pasión y muerte de Jesús narrados en los evangelios y consolidados por la tradición cristiana.

La liturgia cuaresmal en la iglesia del Dominus Flevit prevé la celebración de la santa misa solemne cantada precedida del rezo de las Vísperas y es heredera de ritos y prácticas devocionales con una antigüedad de siglos.

La santa misa ha estado presidida por fray Artemio Vítores, vicario custodial, en torno al cual se ha recogido la numerosa comunidad franciscana de la Custodia. Muchos han sido también los religiosos y religiosas pertenecientes a las distintas congregaciones de Tierra Santa que han tomado parte en la celebración junto a algunos cristianos locales y un pequeño grupo de peregrinos.

La peregrinación cuaresmal de los franciscanos, que continuará cada semana hacia un santuario distinto, comienza precisamente en el lugar en el que el Señor, viendo la extraordinaria belleza de la ciudad amada, lloró por su destino de sufrimiento y división. Esta peregrinación, por tanto, es sobre todo un camino interior de aproximación al misterio de la salvación, la posibilidad de sumergirse, con Jesús, en todos los momentos y en todas las expresiones de su sufrimiento hasta culminar en su muerte en la cruz de la que se elevará, victorioso y resucitado, la mañana de Pascua.

Texto de Caterina Foppa Pedretti
Fotos de fray Adelmo Vásquez Díaz