El padre Ibrahim Alsabagh de la Custodia de Tierra Santa ha recibido el 26 de junio el premio Jan Karski 2017. El entusiasta franciscano, que trabaja en Siria, ha sido premiado por haber “puesto esperanza en un mundo sin esperanza”.
Desde diciembre de 2014 no pasa un día sin desolación en Alepo. Y tampoco pasa un día sin que el padre Ibrahim Alsabagh trabaje duramente para ayudar a todos los que le rodean en el barrio de Azizeih. Por esta razón le ha sido concedido el premio Jan Karski Eagle 2017 en Cracovia, Polonia, la semana pasada. Este premio se otorga a personalidades que se distinguen en el “servicio humanitario” hacia los demás. Así, el padre Ibrahim ha sido premiado por haber “puesto esperanza en un mundo sin esperanza y llevarla a los olvidados”, como explica el comunicado oficial del evento.
En Alepo, una ciudad en ruinas, el padre franciscano confía en una colección de cartas que hace “alternativamente de bombero, de enfermero, de supervisor, de profesor (…) y en último lugar, de cura”. Desde diciembre de 2014 el sacerdote de la parroquia latina San Francisco de Alepo, el padre Ibrahim Alsabagh, es uno de los últimos párrocos de una ciudad que en tiempos fue la capital económica de Siria y hoy se desangra. Esta ciudad, símbolo del conflicto sirio, se dividió en dos partes durante cuatro años, hasta diciembre de 2016, tras la evacuación de los grupos islámicos. En su diario, “Un instante antes del alba. Siria. Crónicas de guerra y de esperanza desde Alepo”, el fraile franciscano comparte su testimonio de crónica auténtica, redactada día tras día, y habla de la ciudad y de sus habitantes bajo los bombardeos, marcados por todo tipo de privaciones….
En la entrega del premio Karski, el padre Ibrahim Alsabagh subrayaba que este reconocimiento constituye para él “un estímulo” en su misión de llevar “ayuda, consuelo y esperanza a las personas” que viven en la ciudad mártir. El premio se creó en memoria de un joven resistente católico polaco, Jan Karski, que se encargaba de informar de la situación de su país ocupado por los nazis y, especialmente, de la situación de los judíos, a los dirigentes de los países aliados.
¿Qué relación puede haber entre este premio polaco y la cuestión siria? El padre Alsabagh explica que “la historia del pueblo sirio es muy similar a la que el pueblo polaco sufrió durante un tiempo”. Continuando con la comparación, afirma: “Mucha gente, muchas familias cristianas, como Job en las escrituras, lo han perdido todo en un instante, el fruto de toda una vida: casa, familia, salud”. Actualmente entre los habitantes de Alepo, señala el padre Ibrahim, el 70% de las familias no tiene techo ni refugio. La guerra continúa en torno a la ciudad. Por la noche oímos los bombardeos y el ruido de los disparos. A veces la calle principal, que es la única calle por la que se puede acceder a Alepo, está cerrada a causa de los combates”. El valor, la tenacidad y la esperanza del padre Ibrahim (y de los tres frailes que viven con él) le han hecho merecedor del premio Karski, no con el propósito de hacer sentirse orgulloso a este hijo de San Francisco, sino para dar a conocer en todo el mundo la realidad que vive el pueblo sirio. Y esto es, sin duda, un “deber moral” para el sacerdote
“Arriesgando la propia vida”
De igual forma que el padre Ibrahim no dudó un segundo en hacerse cargo de la parroquia de Alepo en diciembre de 2014, hoy no tiene intención de abandonar a los suyos. Incluso si el mundo se derrumba a su alrededor, permanecerá allí hasta el final. A pesar de todo. Aunque se le había ofrecido un puesto en Europa – explicaba el cardenal Dziwisz (obispo emérito de Cracovia) al premiar al padre Alsabagh - el párroco de Alepo, originario de Damasco, “ha elegido volver a su patria, Siria, prisionera de la guerra desde hace años. Ha vuelto para consagrase al servicio pastoral de Alepo, arriesgando incluso su vida”. Es una ciudad parcialmente destruida y a la que “aún le falta todo lo necesario para sobrevivir”, aclara el cardenal polaco. Hay que recordar que Alepo proporcionaba el 60% de la producción industrial del país antes del conflicto. La metrópoli del norte de Siria albergaba entonces 4 millones de habitantes. Hoy, solamente 1,4 millones. Si los cristianos eran el 30% hace décadas en Alepo, ahora son menos del 4%. Más del 60% de las iglesias están tan dañadas que ya no se puede celebrar la misa.
El libro del padre Ibrahim, publicado por primera vez en italiano por Ediciones de Tierra Santa en Milán, ya ha sido traducido a varios idiomas: alemán, español, francés. Se están considerando versiones en inglés y en neerlandés.