Emaús : perseverar en la fe | Custodia Terrae Sanctae

Emaús : perseverar en la fe

Este pasado domingo 29 de septiembre, en el pequeño pueblo árabe de Emaús al Qubayba, situado a alrededor de 12 km de Jerusalén, algunos franciscanos de Tierra Santa han realizado la peregrinación dedicada a la memoria de los santos Cleofás y Simeón. Según la tradición y los escritos del historiador Eusebio de Cesarea, Cleofás sería el hermano de José, esposo de la Virgen María. Su nombre se cita en el Evangelio de Lucas (Lc 24,18), al nombrar a uno de los dos hombres a los que Jesús se apareció tras el descubrimiento de la tumba vacía. Tío de Jesús, sería también el padre de Simeón, futuro obispo de Jerusalén, presente también en el momento de la aparición de Cristo en el camino de Emaús. Eusebio de Cesarea lo cita como «primo del Señor». Los dos discípulos, abatidos por la muerte de Cristo, habían dejado la ciudad santa y se dirigían hacia Emaús, a casa de Cleofás. Encontrándose con Jesús, al que no reconocieron, le ofrecieron hospitalidad, compartiendo con Él la comida. Fue en aquel momento cuando reconocieron a Aquel de quien lloraban su muerte.
Varios pueblos de Tierra Santa se disputan el título de la Emaús bíblica. El sitio de Al Qubayba, bajo dominio cruzado desde el siglo XII, fue considerado a partir del 1280 como la ciudad en la que se apareció el Resucitado. En el siglo XV los franciscanos se establecieron en el lugar, donde descubrieron las ruinas de una iglesia bizantina y las de una antigua basílica cruzada, donde se conservan los restos de la que se supone era la casa de Cleofás. Allí construyeron el santuario de la Manifestación del Señor.
Situado en los Territorios palestinos, el sitio hoy es de difícil acceso, pues las carreteras tradicionales han sido bloqueadas por la barrera de separación israelí, lo cual implica desvíos largos y complicados. Difícilmente los peregrinos visitan el lugar, exponiéndose a dificultades. Solo los franciscanos, acompañados de otros religiosos, religiosas, voluntarios o amigos, han participado en la celebración prevista inicialmente para el 25 de septiembre, pero celebrada tradicionalmente por los frailes el domingo más cercano.
La misa, que comenzó a las 10.30, ha estado presidida por el custodio de Tierra santa, fray Pierbattista Pizzaballa, asistido por el nuevo guardián del convento de San Salvador, fray Stéphane Milovitch; una misa sobria pero intensa, caracterizada por la vigorosa fe en la resurrección.
En su homilía, el custodio ha recordado la «frustración» de los discípulos de Emaús: Jesús, el profeta «en hechos y palabras», fue asesinado. Pero Cristo, en una verdadera catequesis, les explica que «todo eso debía suceder». Siendo su corazón «lento para creer» (Lc 24,25), ellos no le reconocieron. Fray Pierbattista advierte que «la actitud y la dificultad de Cleofás pueden ser también las nuestras. Nosotros nos construimos a nuestro Jesús», pero debemos «crucificar» nuestros fantasmas, de otra forma no podremos «reconocerlo en la verdad». El custodio ha afirmado que, para reconocer a Cristo como «Señor de nuestra vida», debemos entregarnos a Él, es decir «reconocernos como Iglesia» porque «es en la eucaristía donde Cristo se encuentra en su integridad», igual que en Emaús, cuando los dos discípulos reconocieron a Jesús al partir el pan. La fe no consiste solo en seguirlo como profeta sacrificado, sino más bien viviendo «de la vida del Señor, que ha resucitado y nos hace resucitar cuando lo encontramos en la Eucaristía».
Tras la misa, la asamblea ha compartido el almuerzo dominical en el santuario antes de retomar el camino de vuelta a Jerusalén.