En busca de los frutos de la sabiduría según el ejemplo de san Alberto Magno: Santa misa con ocasión de la onomástica de S.M. Alberto II, rey de Bélgica | Custodia Terrae Sanctae

En busca de los frutos de la sabiduría según el ejemplo de san Alberto Magno: Santa misa con ocasión de la onomástica de S.M. Alberto II, rey de Bélgica

Iglesia parroquial de San Salvador, Jerusalén. 13 de noviembre de 2011

El domingo 13 de noviembre se ha celebrado en la iglesia parroquial de San Salvador la santa misa solemne con ocasión de la onomástica de S.M. Alberto II, rey de Bélgica, cuya fiesta, la de san Alberto Magno, patrono de la dinastía belga, se celebra el 15 del presente mes. La celebración ha estado presidida por fray Stephane Milovitch, actual guardián de la Basílica de la Natividad, a quien se han unido como concelebrantes fray Artemio Vítores, vicario custodial, y fray Christian Eeckhout o.p., padre dominico de la Ecole Biblique et Archeologique Francaise de Jerusalén. También han tomado parte en la ceremonia otros sacerdotes, sobre todo, miembros de la comunidad franciscana de Tierra Santa. Estaba también presente el cónsul general de Bélgica en Jerusalén, Geert Cockx. Llenaban la iglesia muchos religiosos y religiosas pertenecientes a diversas congregaciones presentes en Tierra Santa, algunos miembros de la comunidad belga local, amigos y colaboradores de la Custodia franciscana y pequeños grupos de cristianos locales de lengua árabe.

En su homilía, pronunciada en holandés y francés, fray Christian Eeckhout se ha inspirado en la parábola de los talentos (Mt 25,14-30), propuesta por la liturgia del día, para poner en evidencia el estilo con el que san Alberto Magno supo hacer fructificar los dones y cualidades que recibió del Señor. San Alberto, que vistió desde joven el hábito de los frailes predicadores, llegó a ser un gran profesor en el campo de la Física aristotélica y de la espiritualidad cristiana del siglo XIII y enseñó con grandes honores en París y en varios Estudios de los dominicos de Germania –sobre todo en el de Colonia, fundado por él y donde tuvo como discípulo a santo Tomás de Aquino. Después, fue obispo de Ratisbona, a cuya sede renunció para volver a dedicarse al estudio, a la enseñanza y a la predicación, trabajando al mismo tiempo para difundir la paz entre los pueblos y entre las Iglesias. Fue proclamado santo y doctor de la Iglesia y reconocido patrono de los estudiosos de las ciencias naturales, además de ser propuesto por la Iglesia como «maestro para todos los creyentes que, a través de la profundización en las ciencias, desean aprender a conocer mejor al Señor, nuestro Creador y Padre, y a amarlo en mayor medida». San Alberto, por tanto, que empleó con abundante fruto sus numerosos talentos, es un elevado modelo de la capacidad de conciliar «sabiduría humana y fe divina» en todos los campos del saber: diplomático, científico, filosófico, político, económico y social. Nuestro mejor deseo, especialmente para los gobernantes de las naciones y, en particular, para el rey de Bélgica, de quien se celebra la onomástica, es el de que puedan alcanzar aquella «cultura de la sabiduría» de la que habla el Libro del Eclesiástico: «Acércate a ella como quien ara y siembra, y espera sus mejores frutos [...] Como túnica de gloria te la vestirás, te la ceñirás como corona de júbilo» (Si 6,19.31). Esta sabiduría, más que cualquier otra conquista material, nos abrirá las puertas de la inteligencia a Dios de tal forma que podremos gozar plenamente de su presencia y su conocimiento al término de nuestra existencia terrenal.

Concluida la santa misa, todos los participantes han podido felicitar a las autoridades y miembros de la comunidad belga en el diván del convento de San Salvador, donde se había preparado para los invitados un agradable refresco.

Texto de Caterina Foppa Pedretti
Fotos de Marco Gavasso