acercarán al Cenáculo para conmemorar Pentecostés en el mismo lugar donde el Espíritu Santo descendió sobre la Iglesia en oración. Durante el año se acercan hasta aquí en dos ocasiones: el Jueves Santo con ocasión del lavatorio de los pies, y para la oración por la unidad de los cristianos en enero. Por distintos motivos, es imposible celebrar aquí la misa, por eso se celebran «simples» oraciones.
Este es el motivo por el que los franciscanos se establecieron en el convento de «San Francisco junto al Cenáculo», cercano a este santo lugar donde la tradición sitúa la última Cena y Pentecostés. «El objetivo es permitir a los peregrinos que celebren la eucaristía lo más cerca posible del lugar donde Cristo la instituyó», explica fray Enrique Bermejo, fraile guardián del convento. Los hermanos menores residieron en el monte Sión desde el siglo XIV al XVI; tras la expulsión se establecieron en el convento de San Salvador, donde viven todavía hoy. Regresaron al monte Sión solo en 1936, a dos casas compradas a los palestinos y adaptadas para la vida en fraternidad. Llamado afectuosamente «Pequeño Cenáculo» o Cenacolino (en italiano), en este lugar viven actualmente cinco frailes procedentes de distintos países.
«Yo soy brasileño, pero hay también un fraile de Quebec, un polaco y dos españoles», explica fray Wander en el jardín. «La puerta está siempre cerrada por motivos de seguridad, pero basta con llamar». Llamad y se os abrirá, como dice el Evangelio. Sigue una para en el baño, después las fotos, un breve paseo por el jardín, explicación del fraile y misa, según el programa habitual de los grupos de peregrinos que pasan por aquí.
Para acogerles mejor, se ha preparado una segunda capilla que completa la más antigua, restaurada en los años 80. El jardín, sin embargo, se ha renovado en 2014 (véase el artículo: http://es.custodia.org/default.asp?id=784&ricerca=cenacolino&id_n=27860). Accesible a todos, se pensó de tal forma que creara un movimiento hacia la nueva capilla gracias a las vidrieras luminosas. Una escultura conmemora la Eucaristía, la piscina recuerda el Bautismo y los bancos permiten detenerse para rezar. Los pájaros, árboles y flores, constituyen un escenario agradable, una isla de paz en el monte Sión, uno de los lugares más sensibles de Jerusalén.
El Cenáculo se encuentra en el monte Sión, y la cámara alta de la que habla el Evangelio forma parte de la vasta propiedad adquirida por los franciscanos en el siglo XIV. En este conjunto arquitectónico, una tradición medieval sitúa, en la habitación de abajo, la tumba de David, el rey de los judíos. En el siglo XVI, la cámara alta fue transformada en mezquita por los otomanos, después de que expulsaran a los franciscanos. Como en otros sitios en Tierra Santa, las pasiones se concentran en un único lugar, hasta tal punto que generan verdaderas tensiones en ocasiones, que los frailes experimentan con frecuencia cuando el simple hábito franciscano suscita reacciones. El Estado Judío, sin embargo, garantiza la libertad de acceso al santo lugar y, en períodos de tensiones, vela por la seguridad necesario de personas y lugares.
Un poco más allá se encuentra el Cenacolino, un oasis de paz. «Todos los santuarios sufren por la disminución del número de peregrinos. Muchos son los que tienen miedo de venir a Tierra Santa, ¡pero es uno de los lugares más seguros del mundo», subraya fray Enrique.
También aquí están los franciscanos custodiando los santos lugares y os esperan y reciben en distintas lenguas.
El Cenacolino está abierto por las mañanas desde las 8.00 hasta las 12.00 horas. Vuelve a abrir a las 14.30 y la última misa se puede celebrar a las 17.00 en invierno, y a las 18.00 horas en verano.
HM
Este es el motivo por el que los franciscanos se establecieron en el convento de «San Francisco junto al Cenáculo», cercano a este santo lugar donde la tradición sitúa la última Cena y Pentecostés. «El objetivo es permitir a los peregrinos que celebren la eucaristía lo más cerca posible del lugar donde Cristo la instituyó», explica fray Enrique Bermejo, fraile guardián del convento. Los hermanos menores residieron en el monte Sión desde el siglo XIV al XVI; tras la expulsión se establecieron en el convento de San Salvador, donde viven todavía hoy. Regresaron al monte Sión solo en 1936, a dos casas compradas a los palestinos y adaptadas para la vida en fraternidad. Llamado afectuosamente «Pequeño Cenáculo» o Cenacolino (en italiano), en este lugar viven actualmente cinco frailes procedentes de distintos países.
«Yo soy brasileño, pero hay también un fraile de Quebec, un polaco y dos españoles», explica fray Wander en el jardín. «La puerta está siempre cerrada por motivos de seguridad, pero basta con llamar». Llamad y se os abrirá, como dice el Evangelio. Sigue una para en el baño, después las fotos, un breve paseo por el jardín, explicación del fraile y misa, según el programa habitual de los grupos de peregrinos que pasan por aquí.
Para acogerles mejor, se ha preparado una segunda capilla que completa la más antigua, restaurada en los años 80. El jardín, sin embargo, se ha renovado en 2014 (véase el artículo: http://es.custodia.org/default.asp?id=784&ricerca=cenacolino&id_n=27860). Accesible a todos, se pensó de tal forma que creara un movimiento hacia la nueva capilla gracias a las vidrieras luminosas. Una escultura conmemora la Eucaristía, la piscina recuerda el Bautismo y los bancos permiten detenerse para rezar. Los pájaros, árboles y flores, constituyen un escenario agradable, una isla de paz en el monte Sión, uno de los lugares más sensibles de Jerusalén.
El Cenáculo se encuentra en el monte Sión, y la cámara alta de la que habla el Evangelio forma parte de la vasta propiedad adquirida por los franciscanos en el siglo XIV. En este conjunto arquitectónico, una tradición medieval sitúa, en la habitación de abajo, la tumba de David, el rey de los judíos. En el siglo XVI, la cámara alta fue transformada en mezquita por los otomanos, después de que expulsaran a los franciscanos. Como en otros sitios en Tierra Santa, las pasiones se concentran en un único lugar, hasta tal punto que generan verdaderas tensiones en ocasiones, que los frailes experimentan con frecuencia cuando el simple hábito franciscano suscita reacciones. El Estado Judío, sin embargo, garantiza la libertad de acceso al santo lugar y, en períodos de tensiones, vela por la seguridad necesario de personas y lugares.
Un poco más allá se encuentra el Cenacolino, un oasis de paz. «Todos los santuarios sufren por la disminución del número de peregrinos. Muchos son los que tienen miedo de venir a Tierra Santa, ¡pero es uno de los lugares más seguros del mundo», subraya fray Enrique.
También aquí están los franciscanos custodiando los santos lugares y os esperan y reciben en distintas lenguas.
El Cenacolino está abierto por las mañanas desde las 8.00 hasta las 12.00 horas. Vuelve a abrir a las 14.30 y la última misa se puede celebrar a las 17.00 en invierno, y a las 18.00 horas en verano.
HM