Fiesta de la Asunción de María al cielo | Custodia Terrae Sanctae

Fiesta de la Asunción de María al cielo

2012/08/15

Fiesta de la Asunción de María al cielo

Jerusalén, 15 de agosto

Aquí, en la «Tumba de María», en el Valle del Cedrón, a los pies de Getsemaní y en la iglesia de la época cruzada que ahora es ortodoxa, como todos los años, los fieles de Jerusalén y los peregrinos tienen la gracia de celebrar la solemnidad de la Asunción de María al cielo.

La fiesta de la Asunción se ha celebrado a lo largo dedistintos momentos de oración, que comenzaron la víspera con la vigilia en el sepulcro de María, junto a la Basílica de la Agonía. La vigilia estuvo animada por los franciscanos y la lectura de algunos pasajes del Evangelio se fue alternando con cantos marianos y reflexiones de los Padres de la Iglesia. Al finalizar la oración, los participantes se dirigieron con velas encendidas a la basílica de Getsemaní, pasando junto al Huerto de los Olivos, para recibir la bendición final.

En la mañana del 15 de agosto se ha celebrado el momento litúrgico más importante, en la misma basílica. El pontifical, presidido por el custodio de Tierra Santa, fray Pierbattista Pizzaballa, estuvo concelebrado por el vicario custodial, fray Artemio Vítores, Mons. Joseph Kelelian, obispo de la Iglesia armenia católica, y por otros muchos sacerdotes y frailes. En una iglesia llena de fieles locales y peregrinos, fray Firas Hijazin ha pronunciado la homilía, en lengua árabe, explicando el significado del dogma de fe de la Asunción, proclamado por Pío XII en 1950, y pidiendo la intercesión de María por la paz en Siria, un país que nunca se había visto en una situación como la actual.

Por la tarde, el custodio de Tierra Santa ha presidido las segundas vísperas solemnes en la Gruta del Arresto, junto a la iglesia de la Asunción, en donde un fresco, situado ante el pequeño altar, representa a María asunta al cielo. Este pequeño lugar estaba lleno de cristianos locales y peregrinos extranjeros que viven en Jerusalén.

El encuentro de oración, solemne y recogido al mismo tiempo, terminó con la invocación a la Reina de Tierra Santa: «Aquí, donde fuiste constituida tierna Madre nuestra y dispensadora de las gracias, vela con especial protección sobre tu patria terrena; disipa en ella las tinieblas del error para que resplandezca el Sol de la eterna justicia y haz que se cumpla pronto la promesa de tu divino Hijo de formar un solo rebaño bajo un solo pastor…».

La peregrinación continuó hacia la Basílica de la Asunción. La silenciosa procesión descendió por la larga escalinata, que, situada junto a la fachada, mantiene aún el austero y solemne estilo cruzado, hasta llegar a la Tumba de la Virgen. Allí, la asamblea recogida en oración ha vivido un intenso momento de oración, animada con melodías marianas de la tradición occidental, con una única voz, eco de las incesantes oraciones que, en este santo lugar, se han pronunciado a lo largo de los siglos.

Todos los presentes, tras el custodio y los franciscanos, han podido entrar en el edículo para acercarse al bloque de roca, único resto conservado de la tumba vacía de María.

En este día, a los cristianos latinos se les permite presidir una breve liturgia pues en la iglesia, conocida como «Tumba de la Virgen», solo ofician los cristianos ortodoxos, griegos y armenios. Los frailes menores, tras un período en que fueron los únicos propietarios, fueron definitivamente expulsados el año 1757.

Aunque es cierto que ningún texto canónico precisa cómo transcurrió María sus últimos años o cómo dejó la vida terrenal, algunos libros apócrifos, reunidos bajo elciclo de la «Dormición de la Virgen» (todos ellos tienen como base un documento original, un prototipo judeocristiano redactado alrededor del siglo II) nos proporcionan una serie de informaciones acerca de los últimos días y sobre la muerte de María diciendo, entre otras cosas, que los apóstoles depositaron el cuerpo de la Madre de Jesús en Getsemaní, en una tumba nueva que, pasados tres días, encontraron luego vacía. La tumba, custodiada y venerada por los judeocristianos desde los primeros siglos, fue después aislada del resto de tumbas y encerrada en una iglesia. La veneración y el culto a María en este lugar no han cesado nunca, a pesar de todas las transformaciones sufridas, y es precisamente en este lugar donde nació y se alimentó la fe del pueblo cristiano en la Asunción de María al cielo.

Los cristianos de rito oriental dedican todo el mes de agosto a María. El 1 de agosto comienza el mes mariano y la así llamada «Cuaresma de la Virgen», quince días de ayuno en preparación a la fiesta del día 15.

Tras la bendición, los participantes en las celebraciones han podido disfrutar de un agradable momento fraternal en el jardín del sepulcro de María.