Fiesta de la Preciosísima Sangre de nuestro Señor Jesucristo | Custodia Terrae Sanctae

Fiesta de la Preciosísima Sangre de nuestro Señor Jesucristo

Como todos los años, también este primer día de julio la Custodia de Tierra Santa y los fieles de Jerusalén se han reunido en la basílica de Getsemaní para celebrar junto la solemnidad de la Preciosísima Sangre de nuestro Señor Jesucristo.
La fiesta litúrgica, que tras la reforma del Concilio Vaticano II se unió a la del Santísimo Cuerpo del Señor (Corpus Domini), sigue siendo celebrada por la fraternidad de la Custodia porque el santuario de la Agonía en el monte de los Olivos conserva la memoria física del sudor de sangre del Señor Jesús en la noche de su arresto. El fenómeno, conocido en medicina como hematidrosis, está ligado al exudado del suero de las venas a causa de fuertes tensiones a las que se puede ver sometida una persona, y fue registrado por el evangelista médico, san Lucas, en el capítulo 22 de su Evangelio.
Este año, la concurrencia con el último viernes de Ramadán hacía temer incidentes para ir a la basílica franciscana, a pesar de ello, una asamblea numerosa de fieles, sobre todo religiosos y religiosas de las distintas comunidades de consagrados presentes en Jerusalén, ha podido ir al Pontifical presidido por el Rvmo. P. Custodio, fray Francesco Patton.
En su homilía, el padre custodio ha partido de una cita de la Carta que san Francisco escribió a todos los fieles, para demostrar que el santo de Asís había entendido el íntimo vínculo entre la Sangre del cáliz eucarístico, la Sangre vertida en Getsemaní y la derramada en la cruz. Sangre preciosa la del Señor, ha dicho el P. Francesco Patton, porque es signo de una vida totalmente entregada, totalmente trasfundida a nosotros para hacernos consanguíneos con Dios, miembros de la misma familia divina.
Festejar la Preciosísima Sangre de Jesús significa entonces para nosotros inserirnos en esta dinámica de entrega de la vida, de entregarnos al Padre celestial y a nuestros hermanos, en perfecta imitación a nuestro divino modelo, Jesucristo.
Al finalizar la celebración eucarística, invitados por el guardián del santuario, fray Benito Choque, los numerosos concelebrantes y los fieles presentes se han felicitado mutuamente en el patio del convento, ante los olivos seculares que fueron los probables testigos del sudor de sangre de Jesús. Que la Sangre de Cristo se derrame, más copiosa si cabe, por todo el mundo para obtener la paz y la redención a todo ser humano.