Fiesta de San Juan en Ein Karem | Custodia Terrae Sanctae

Fiesta de San Juan en Ein Karem

25 de junio de 2012 Liturgias en los Santos Lugares

“Bendito sea el Señor Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo”. El Benedictus está escrito en todas las lenguas sobre azulejos de cerámica que acompañan al peregrino en su entrada al santuario de San Juan Bautista. En Ein Karem, el 24 de junio, día dedicado al nacimiento del Precursor de Cristo, resuena en el lugar donde se recuerda este acontecimiento: el cántico que su padre Zacarías elevó, lleno del Espíritu Santo, cuando su hijo nació de Isabel, a la que todos consideraban estéril. “Israel, en aquel tiempo, era algo así como esta pareja anciana y estéril, poco habituada al hecho de que Dios pudiera intervenir siempre y en todo lugar”, comentó en su homilía el Custodio de Tierra Santa, en la misa celebrada en el Santuario de Ein Karem, que acoge a cristianos locales y peregrinos:

“Cuando hoy parece demasiado tarde, que todo ha acabado, cuando la obra del hombre no puede hacer nada… ahí interviene Dios, precisamente para decir que no eres tú, hombre, no eres tú, Zacarías, no eres tú, Isabel, sino que soy yo quien realizo esta obra, yo soy quien llevo, allí donde parecía que había acabado, la vida…”

La fiesta del nacimiento del Bautista se inició en la tarde anterior con el rezo de las primeras vísperas en otro de los santuarios custodiados por los franciscanos y dedicados al hijo de Isabel y Zacarías.

San Juan en el Desierto, en Ein Karem, pero alejado de cualquier lugar habitado, espléndido rincón. Al atardecer da inicio esta solemnidad.

Aquí se erige un santuario y un convento y aquí se ofrece a la vista de los visitantes y peregrinos la gruta transformada en capilla, donde habría vivido el Bautista, y la fuente donde saciaba su sed.

“Este es el lugar que nos hace pensar en el desierto, en Juan que se retira para preparar su misión —explica el padre Artemio, que presidió las vísperas— lugar de la ascesis, de la purificación y de la soledad”:

P. ARTEMIO VITORES, ofm
Vicario Custodia de Tierra Santa
“Pero soledad no por soledad… sino para encontrarse con el Señor. La soledad es dura, por ello está el riesgo, como les sucedió a los judíos en el desierto, de querer volver atrás. Pero cuando uno vence esa tensión, el desierto es el lugar sobre todo del encuentro con el Señor. Porque es aquí donde uno se encuentra, a través de la oración, con el Señor. La oración por tanto se convierte en un diálogo amoroso, se convierte en un encuentro, en un modo de entender quién es el Señor, de ponernos a su servicio…”