«Fui forastero y me hospedasteis» | Custodia Terrae Sanctae

«Fui forastero y me hospedasteis»

El sábado 17 de enero se ha celebrado la jornada internacional del emigrante. En la parroquia de San Antonio de Jafa, la fiesta ha tenido un sabor especial por el gran número de emigrantes católicos en Israel.
Llegaron en pequeños grupos, vestidos de fiesta y alegres de encontrarse en una jornada dedicada a ellos; libaneses llegados del Norte de Israel, filipinos de Jerusalén, esrilanqueses, eritreos, indios o africanos de Tel Aviv. Todos estaban allí.
La misa ha estado presidida por el padre David Neuhaus, vicario patriarcal para los emigrantes, y ha sido concelebrada por numerosos sacerdotes. Estaban presentes el párroco, fray Záher Abud ofm, el padre Tojy Jose ofm, el padre Dharma Pichai ofm y los padres Peter y Marco.
La parroquia, como ha explicado el padre Záher, acoge a numerosos emigrantes: «Para servirla mejor en su vida cotidiana y en su vida espiritual, la Custodia llama a los frailes franciscanos procedentes de la misma cultura. Así, hay dos sacerdotes indios, un filipino –el padre Carlos, ausente porque se encontraba en Filipinas por el viaje del Papa-, un africano… Esto permite comprender mejor a los fieles y, por tanto, acompañarles con más cuidado en las dificultades que puedan encontrar». Esta Iglesia tan diversa, compuesta por varias culturas y lenguas, se ha visto durante la lectura de las preces: in konkani, tagalo, tigriña y malayalam, sin olvidar el cingalés, español, árabe, hebreo e inglés. Varias culturas y varias lenguas reunidas por la misma fe en Jesús, salvador de la humanidad.
El evangelio de Mateo ha sido especialmente adecuado: «Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la
cárcel y vinisteis a verme» (Mt 25,35-36). Dios está presente allí donde están los débiles y la Iglesia no los olvida: el mismo día, en Filipinas, el papa Francisco se ha dirigido a Tacloban para estar con los supervivientes del tifón Haiyan.
Como precisaba el padre David Neuhaus: «El objetivo de esta jornada es precisamente celebrar la gran riqueza que todas estas culturas aportan a la Iglesia y, al mismo tiempo, cultivar la conciencia de nuestra unidad. Estamos en comunión con la Iglesia universal, con las familias que se han quedado en distintos países, y con el papa Francisco, de viaje en Sri Lanka y en las islas Filipinas».
Ha aclarado después: «La mayoría de los emigrantes en Israel son trabajadores que han dejado sus familias y su país por un salario más alto. Hay cerca de 50.000 refugiados no reconocidos y que, por eso, no tienen ningún derecho; están también los nacionales de Eritrea. Finalmente, hay también ilegales, pero entre ellos hay pocos católicos»
Rosa nos dice: «Dejé la India y a mi familia desde hace ya varios años para trabajar aquí. Vine sola, pero Dios está siempre conmigo. Echo mucho de menos a mi marido y a mis hijos. Regreso a mi país aproximadamente cada 18 meses. Mis empleadores son muy humanos y la comunidad india está muy unida, nos ayudamos recíprocamente. Las peregrinaciones que hacemos a los lugares santos con la parroquia son momentos de retomar fuerzas». Después, sigue diciendo emocionada: «¡Echo tanto de menos a mi familia!».
La celebración, animada por corales de distintas regiones del mundo, ha concluido en una atmósfera muy festiva. Una procesión guiada por un grupo ge'ez –con danzas y cantos navideños acompañados por instrumentos tradicionales- se ha dirigido hacia el salón de la escuela vecina. Estos católicos eritreos orientales, que se rigen por el calendario ortodoxo que celebra la Navidad el 6 de enero, están todavía celebrando la fiesta gozosa del nacimiento de Cristo. La asamblea no ha dejado de aplaudir los distintos espectáculos que ofrecían distintos grupos. Danzas, cantos, mímica… los jóvenes filipinos han hecho mímica de la guerra, un flagelo del que han huido en gran número.
Hidrimariam, eritreo de rito ge'ez y refugiado en Israel para huir de las persecuciones en su país, explica. «Esta jornada del emigrante nos permite reunirnos con otros emigrantes que viven en Israel y presentar nuestras tradiciones. ¡Una gran oportunidad!».
La fiesta ha permitido valorar la belleza y el dinamismo de los emigrantes. «Somos refugiados, nuestro presente y nuestro futuro son precarios, pero estamos muy contentos de estar juntos hoy, en comunión con los refugiados de todo el mundo, para vivir un momento de oración y de unidad como Iglesia. Si compartimos nuestros sufrimientos, es también importante compartir nuestras alegrías», concluye Hidrimariam.

Hélène Morlet