Jerusalén celebra la fiesta de san Francisco | Custodia Terrae Sanctae

Jerusalén celebra la fiesta de san Francisco

2012/10/04

Jerusalén, 3-4 de octubre de 2012

«Un rayo de sol es suficiente para acabar con muchas sombras» (san Francisco).
En todo el mundo, la familia franciscana celebra la fiesta de su seráfico padre, una fiesta apreciada y querida por todos los cristianos. Aquí, en Jerusalén, las celebraciones han comenzado el día 3, en la iglesia de San Salvador, con el rezo de las primeras vísperas solemnes presididas por el custodio, fray Pierbattista Pizzaballa.

Muchos frailes, de distintas nacionalidades, han renovado sus votos, confiando en las manos del custodio su opción de vivir el Evangelio según el ejemplo de Francisco.
Durante las vísperas se ha celebrado la emotiva ceremonia del tránsito de san Francisco. Todos los presentes, con velas encendidas, han seguido con recogimiento la lectura de la muerte del santo. Después, con todas las luces de la iglesia apagadas, la procesión del custodio y los concelebrantes ha llegado hasta la imagen de san Francisco, donde se habían colocado las reliquias del santo junto a la Regla de los Hermanos Menores.

Antes de la homilía, el custodio ha dirigido un caluroso mensaje de bienvenida a los capuchinos, también ellos hijos de san Francisco, a los hermanos del SBF, a los miembros de Koinonía y a toda la gran familia franciscana que vive y trabaja en Tierra Santa.

La homilía del custodio se ha centrado en el breve verso de la llamada de Abram: «Abram marchó, como le había ordenado el Señor» (Gn 12,4). Es el comienzo de la historia de Abram, un viaje que encierra su vocación: las promesas, bendiciones, la alianza… todo aparece como en germen. Este ha sido el mensaje que el custodio ha dirigido a los frailes que, en esta ocasión, han renovado su profesión. Es una invitación para reafirmar este acto de fe: «la salida de Abram, dejarlo todo para encontrar morada en la promesa de Dios, en la pertenencia a Él, con las consecuencias concretas que esto implica. Es como recorrer el camino de la semilla que muere para tener vida, para dar vida abundante y fecunda, como la de Abram; es seguir a Jesús en la Pascua. Este es un camino que dura toda la vida y que hoy comienza de nuevo con el único fundamento que realmente cuenta: el de pertenecerle a Él». La celebración ha terminado con el acto devocional de besar la reliquia del santo.

La mañana del 4 de octubre ha comenzado con la misa solemne celebrada en la iglesia de San Salvador, llena de fieles. Como es tradicional, el padre Guy Tardivy, superior de los dominicos, ha presidido la misa concelebrada por el custodio, fray Pierbattista Pizzaballa, y por el vicario, fray Artemio Vítores. En la ceremonia han participado los obispos de la Iglesia de Jerusalén: Mons. William Shomali, Mons. Musa al-Hay, Mons. Joseph Zreiei y Mons. Joseph Kelekian. Estaban presentes también las autoridades civiles y distintos representantes gubernamentales y consulares de Jerusalén. En la homilía, el padre Keven, dominico, ha subrayado la simplicidad de Francisco, cualidad que le ha hecho famoso y ejemplo a imitar, deteniéndose en el don de los estigmas impresos en su cuerpo, premio ardientemente deseado y recibido antes de morir. Al finalizar la celebración, el custodio ha dado las gracias a todos los presentes, invitándoles a rezar por los cristianos de Siria, donde la situación es bastante grave.

La celebración de las segundas vísperas, presididas por el vicario custodial, fray Artemio Vítores, ha puesto el punto final a la fiesta del 4 de octubre.

Los franciscanos de la Custodia trabajan desde hace siglos en Tierra Santa, esforzándose por seguir el ejemplo de Francisco para plasmar en la contemplación, el trabajo y el apostolado, las tres dimensiones que encierra este carisma único.