Jesús lleva nuestra cruz, el peso de ser hombres: peregrinación cuaresmal al Litóstroto. Conmemoración Viae Crucis | Custodia Terrae Sanctae

Jesús lleva nuestra cruz, el peso de ser hombres: peregrinación cuaresmal al Litóstroto. Conmemoración Viae Crucis

Santuario de la Condena, Jerusalén. 28 de marzo de 2012

En esta semana de Cuaresma que introduce a la Semana Santa, continúan las peregrinaciones con las que la comunidad cristiana de Tierra Santa se prepara para vivir los acontecimientos de la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesús. La tarde del miércoles 28 de marzo, a las 17.00 h, se celebró la conmemoración solemne del Vía Crucis, en la Capilla de la Condena, que, junto a la Iglesia de la Flagelación, forma parte del convento franciscano situado en la Vía Dolorosa, en la Ciudad Vieja de Jerusalén. Aquí, desde 1923, se encuentra también la sede del Studium Biblicum Franciscanum, la Facultad de Ciencias bíblicas y Arqueología de la Custodia de Tierra Santa. La tradición cristiana sitúa en este lugar dos momentos especiales de la Pasión de Jesús: la flagelación y la condena a muerte. El santuario de la Condena fue reconstruido en 1904 por fray Wendelin Hinterkeuser sobre los restos de una antigua iglesia de época medieval cuyos restos salieron a la luz, de forma casual, pocos años antes. De la basílica original no se conoce el nombre pero la nueva que se construyó se dedicó al recuerdo de la condena a muerte de Jesús debido al pavimento de grandes piedras, que continúa también en el subterráneo del vecino convento del {Ecce Homo}, y que está considerado parte del Litóstroto, el lugar en el que Poncio Pilato estampó su sello en la sentencia de Jesús y desde el que salió Jesús llevando la cruz. Las vidrieras de la cúpula y las obras que se representan en las paredes del santuario hablan de algunos de los momentos más dramáticos de la vida de Jesús: sometido a juicio, flagelado, condenado y cargando con la cruz. Precisamente aquí se encuentra también la segunda estación del Vía Crucis, La imposición de la cruz, como se indica en la pared exterior del santuario de la Condena, al comienzo de la Vía Dolorosa.

Así pues, en este santo lugar, muchos fieles se han reunido para participar en la santa misa solemne, precedida por el rezo de la oración de Vísperas, en conmemoración del Vía Crucis, el camino doloroso bajo el peso de la cruz que conducirá a Jesús, condenado a muerte, hasta el Calvario. La celebración ha estado presidida por fray Gregor Geiger, profesor de Lengua hebrea y aramea en el Studium Biblicum Franciscanum, con el que han concelebrado fray Artemio Vítores, vicario custodial, y fray Najib Ibrahim, guardián de la Flagelación y profesor de Exégesis neotestamentaria en el Studium Biblicum. La comunidad franciscana ha participado en gran número en esta cita, así como los religiosos y religiosas de las congregaciones presentes en Tierra Santa. También eran numerosos los cristianos locales de lengua árabe y los amigos, voluntarios y colaboradores de la Custodia franciscana. La pequeña iglesia estaba llena y algunos de los presentes han tenido que participar en esta sugerente celebración desde el exterior, en el hermoso claustro del convento.

La liturgia propone, en la primera lectura, las conmovedoras palabras del cuarto canto con el que el profeta Isaías presenta al Siervo del Señor (Is 53,1-10): «Despreciado y evitado de la gente […] traspasado por nuestras culpas […] Con opresión y sentencia injusta fue quitado de en medio». Pero en este misterio de sufrimiento, de soledad y de abandono está ya contenida la promesa de la redención para todos, que pasa precisamente por la Pasión de Cristo: «Cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años y por su medio triunfará el plan del Señor». El texto del evangelio de san Juan (Jn 19,16-22) narra precisamente el momento en el que Jesús, cargando ya con la cruz, se dirige hacia el Gólgota para ser crucificado. Aquí, bajo la mirada de muchos, «porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad», se somete a la muerte, figurando en lo alto de la cruz la motivación escrita de su condena: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos». Jesús no ha puesto límites a su amor: «Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo» (Jn 13,1) y, obediente al Padre, amó a Dios y cumplió enteramente su voluntad. Escribe el papa Juan Pablo II: «Jesús, precisamente por ser escarnecido y llevar la corona del sufrimiento, es el verdadero rey. Su cetro es la justicia (cfr. Sal 44,7). El precio de la justicia es el sufrimiento en este mundo: Él, el verdadero rey, no reina por medio de la violencia, sino a través del amor que sufre por nosotros y con nosotros. Lleva sobre sí la cruz, nuestra cruz, el peso de ser hombres, el peso del mundo. Así es como nos precede y nos muestra cómo encontrar el camino para la vida verdadera».


Texto de Caterina Foppa Pedretti
Fotos de fray Giorgio Vigna