Junto a Jesús en su agonía de Getsemaní: segunda peregrinación cuaresmal a Jerusalén | Custodia Terrae Sanctae

Junto a Jesús en su agonía de Getsemaní: segunda peregrinación cuaresmal a Jerusalén

Basílica de la Agonía de Getsemaní, Jerusalén. 14 de marzo de 2012

Este miércoles de la tercera semana de Cuaresma, como ya es tradicional, se ha realizado la segunda peregrinación del período de preparación para la S. Pascua con una solemne celebración a las 16 h en la Basílica de la Agonía, en el Lugar Santo de Getsemaní, donde Jesús vivió los primeros momentos de su pasión, rezando y sufriendo durante la noche de la traición y el arresto en el Huerto de los Olivos.

La comunidad franciscana de Tierra Santa ha intervenido con un elevado número de sus miembros con ocasión de la santa misa solemne, precedida del rezo de la oración de Vísperas y presidida por fray Artemio Vítores, vicario custodial. En torno al altar mayor, a los pies del cual se encuentra la roca de la agonía de Jesús protegida en su contorno por una reja baja de hierro fundido, se han colocado numerosos frailes franciscanos y otros sacerdotes concelebrantes. Al lado del altar, al fondo, han encontrado puesto los cantores, acompañados al órgano por fray Armando Pierucci, director del Magníficat, la escuela de música de la Custodia franciscana en Jerusalén. En esta hermosa basílica, siempre sumergida en la penumbra por sus vidrieras violetas que invitan a la meditación profunda, se han congregado religiosos y religiosas de las muchas congregaciones presentes en Tierra Santa, algunos cristianos de la comunidad local y bastantes peregrinos que, en estos días de Cuaresma no lejanos de la Semana Santa, visitan en número creciente estos lugares, tan importantes para los cristianos, participando con devoción y fervor en las celebraciones especiales que aquí se desarrollan.

La liturgia de la misa propone el pasaje del siervo sufriente del Señor, admirablemente descrito por el profeta Isaías (Is 53,1-7a), y el texto del evangelio de san Mateo sobre la agonía de Jesús en Getsemaní en la noche del arresto que le condujo hasta la cruz (Mt 26,36-46). En el lugar santo de Getsemaní, en el silencio que le envuelve mientras cae la tarde, con sus colores que se van atenuando y en la cercanía de Dios que aquí se experimenta de modo especial, las conmovedoras palabras de estas lecturas adquieren un significado aún más vivo, haciendo percibir con inmediatez la angustia de Jesús ante la pasión que le espera, su miedo, la conciencia de la soledad y del sufrimiento al que ha sido llamado para la salvación del mundo. Esta peregrinación cuaresmal, a lo largo del camino que nos lleva a recorrer los momentos más importantes de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, nos hace descubrir y nos pone en contacto con la profunda humanidad de Cristo, con sus sentimientos más terrenales de miedo y temor ante el dolor y la muerte, con el sufrimiento con el que también a Él le costó asumir hasta el final la voluntad del Padre y ofrecer su vida con absoluta humildad y obediencia, subiendo solo a la cruz y viendo dispersarse y huir también a los amigos que le habían seguido de cerca hasta entonces. Solo María, su Madre, y Juan estarán a los pies de la cruz. Pero en el abandono de Jesús a la voluntad del Padre, en su confianza absoluta de la cercanía de Dios se esconde la verdadera grandeza de la humanidad y de las enseñanzas de Cristo, que nos abren a la vida y a la esperanza, que ligan definitivamente, a través del abrazo a la cruz, el destino del hombre y del mundo a la vida de Dios.

Al finalizar la celebración, todos los presentes se han querido acercar hasta el altar para tocar la piedra sobre la que Cristo sufrió y dirigir al Señor una breve oración, en silencio, en íntimo recogimiento, como hizo Jesús que aquí veló rezando con todas sus fuerzas y se preparó, en comunión con el Padre, para entregar su vida para la vida de todos.

Texto de Caterina Foppa Pedretti
Fotos de fray Giorgio Vigna