La Casa Nova de Ain Karem revive | Custodia Terrae Sanctae

La Casa Nova de Ain Karem revive

Situada en la colina, a unos diez km al oeste de Jerusalén, el pueblo de Ain Karem tiene un significado especial para los peregrinos cristianos, conocido por ser la ciudad natal de Isabel, adonde fue su prima, la Virgen María, a visitarla, pero también la de Juan Bautista. Este pueblo de dos mil habitantes hospeda las iglesias de la Visitación (siglo IV) y de San Juan «in Montana» (siglo V), adonde se puede ir a rezar a la gruta de san Juan. Además de los dos santuarios franciscanos, Ain Karem acoge una iglesia griega ortodoxa y el monasterio de Nuestra Señora de Sión. Finalmente, los peregrinos en busca de tranquilidad o excursionismo van a regenerarse al monasterio franciscano de San Juan del Desierto, situado a pocos kilómetros.

Aquí desde el siglo XII, los franciscanos viven una vida de oración y de servicio a los peregrinos. El convento de Ain Karem acoge también a los estudiantes del primer y segundo año de Filosofía del seminario internacional de la Custodia de Tierra Santa. Hoy son una decena de estudiantes junto con cuatro frailes. Entre ellos, fray Leszek, responsable del santuario, que en el pasado ha dirigido la Casa Nova de Belén, ha asumido la responsabilidad de los lugares y ha comenzado numerosas obras. «No había ya presencia continua en la Casa Nova de Ain Karem, aunque la atmósfera de este pueblo es, bajo tantos aspectos, distinta de la de Jerusalén. Nuestro convento y nuestro santuario son auténticos oasis; era necesario revalorizarlos para permitir a los peregrinos que los aprovechasen», explica. Así nació la idea de reabrir la casa de acogida franciscana para los peregrinos.

Desde hace seis meses, trabajadores y voluntarios trabajan en estos grandes edificios del silgo XIX que conservan toda su fascinación, pero también en los muchos jardines y rincones que florecen, en esta estación primaveral. Fray Severino es optimista: «En seis meses se pueden ya notar grandes cambios; los peregrinos son cada vez más numerosos. Lo que les gusta es la atmósfera fraterna que damos a este lugar». De hecho, la Casa Nova no es un hotel y el franciscano insiste: «Aquí todo se vive con simplicidad. Nosotros, por ejemplo, tenemos nuestro gallinero y nuestro huerto, gatos y perros. Lo que proponemos a los peregrinos es compartir con nosotros un modo de vida y oración sanos». Además, en Casa Nova todos se ponen manos a la obra, y fray Severino da ejemplo. Dirige un equipo de voluntarios, la mayoría de ellos polacos e italianos, pero fray Severino tiene los brazos abiertos a toda persona de buena voluntad.

En la cocina, por ejemplo, nos encontramos con Giuseppe, jefe de cocina siciliano, venido para echar una mano en la restauración durante algunos meses. El menú del día es una de las especialidades de la casa: ¡oca! Ayer había pollo al romero del jardín y tiramisú; también la pasta hecha en casa es muy apreciada. Tanto a fray Severino como a los voluntarios les gusta la buena comida, y no se envidian los menús de Jerusalén. La voz ya se ha extendido entre los frailes de la Custodia: ¡Donde fray Severino se come bien! Las anécdotas no faltan, como los mil chiles de sala, preparados con cariño en una sola jornada: «Fue una auténtica proeza y un momento de amistad», cuentan. A su lado, Stawomir, joven polaco de ojos azules, divide su tiempo entre el jardín y el servicio en la mesa. «Todo está pensado y organizado; cada cosa a su tiempo», dice sonriendo fray Severino, que cruza bajo una pérgola florida. «Recientemente hemos instalado el wifi en toda la Casa Nova y hemos lanzado nuestra página en Facebook».

A esta actividad frenética se añade una rica vida comunitaria con sus frailes. «Me veis ahora sin el hábito franciscano porque estoy trabajando fuera, pero en algunas horas estaré detrás de una mesa enseñando Filosofía a nuestros estudiantes». El profesor da las gracias: «Esta múltiple misión que me ha sido confiada me proporciona mucha alegría. Recibimos a muchos peregrinos que tienen necesidad de ser escuchados, que saben lo que han venido a buscar a esta Tierra Santa. Ser responsable de una casa de acogida es poder dedicarles tiempo, ¡aunque sea precioso para mí!»

De hecho, apenas hemos acabado de tomarnos el delicioso capuchino que nos ha preparado Giuseppe, nos cruzamos con fray Serguey y Ettore, de la Oficina técnica de Jerusalén. Siguiéndoles descubrimos, en el subsuelo del convento, el proyecto de restauración de una inmensa sala abovedada. «Tenemos la ambición de aumentar nuestra capacidad de acogida a 200 cubiertos, para acoger grandes grupos durante los seminarios, por ejemplo. En el exterior habrá una larga terraza al sol con vistas a la colina y las iglesias de la Visitación». Calidad, simplicidad y libertad, estas son las palabras que emanan de este lugar único que invita a la espiritualidad.

Para mayor información, o para reservar en Casa Nova, consulta el enlace a la Casa Nova de Ain Karem, así como la página en Facebook dedicada a este lugar.

Émilie R.