La «pequeña árabe», la flor del Carmelo de Belén | Custodia Terrae Sanctae

La «pequeña árabe», la flor del Carmelo de Belén

2012/08/27

El domingo, 26 de agosto, se ha celebrado en Belén la misa solemne, en la capilla del convento de las religiosas carmelitas de la localidad. La misa, presidida por S. E. Mons. Marun Lahham, vicario patriarcal en Jordania, estuvo concelebrada por Mons. Kamal Bathish, Mons. Joseph Zrayei y numerosos sacerdotes y religiosos; era numerosa también la presencia de religiosos y fieles de Belén y sus alrededores, de Haifa y de Nazaret, además de muchos peregrinos, todos ellos llegados para celebrar la fiesta de la «pequeña árabe», la humilde monja del Carmelo de Belén, objeto de gracias divinasextraordinarias.

En su homilía, Mons. Marun ha recordado la experiencia vivida por Mariam de Jesús Crucificado, que eligió el camino de la simplicidad y la humildad en cada una de sus acciones. Hija de Teresa de Ávila, Mariam vivió según su ejemplo en la vida de la santidad y de las virtudes, en la meditación y en la oración, encarnando en sí los consejos evangélicos de obediencia, castidad y pobreza. Fue beatificada el 13 de noviembre de 1983 por el papa Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro, en Roma.

Mariam, de origen sirio-libanés, nació en Ibillin, un pequeño pueblo de Galilea, en 1846, y entró con veinte años en el convento de las religiosas de San José de la Aparición, en Marsella. En seguida se dio cuenta de sus extraordinarios dones y fue invitada a entrar en un monasterio de clausura. En 1867 entra en la orden de las carmelitas descalzas de Pau, siendo enviada posteriormente a Mangalore, India, donde hizo la profesión y tomó el nombre de sor María de Jesús Crucificado. Fue entonces cuando sintió una fuerte llamada a fundar el Carmelo de Belén, en Tierra Santa. Salió rápidamente con cinco de sus hermanas, adquirió el terreno y, en tan solo ocho meses, pudo concluir la construcción del monasterio gracias a la intervención de una benefactora francesa ilusionada con dicho proyecto.

Mientras tanto, los signos extraordinarios que acompañaron siempre su vida fueron en aumento. Sor Mariam recibió los estigmas y padeció grandes sufrimientos antes de morir, el 26 de agosto de 1878, en Belén a causa de la gangrena contraída tras una factura producida por una caída.

Hoy, en Belén, son 17 las monjas de distintas nacionalidades que viven en el silencio y en la oración por todos los hombres y por la paz para toda la humanidad.

El proceso de canonización continúa y las monjas, junto a toda la Iglesia, rezan para que la «pequeña árabe» se convierta en la primera santa de Palestina. Mariam nos enseña a dedicar toda nuestra vida a aquello que no pasa,a lo que cuenta realmente, solo a Dios. Pedimos su intercesión en nuestra difícil búsqueda de la justicia y de la paz en Tierra Santa y en todas las regiones de Oriente Medio.

Al finalizar la misa, tras la bendición y el beso a la reliquia de la beata, después de saludar a las monjas, los participantes han podido disfrutar de un agradable momento fraternal en una de las salas del monasterio.