Este viernes 18 de marzo, el Calvario estaba tranquilo. Fray Rodrigo verificaba con otros cuatro seminaristas el desarrollo de la celebración: por dónde pasar, dónde colocar la cruz tras la procesión… Celebrar la liturgia en el Santo Sepulcro es posible solo gracias a una organización milimétrica, respetuosa del Statu quo. Los franciscanos no han llegado todavía y los peregrinos son pocos; las religiosas que han venido para asistir a la celebración rezan en silencio.
La solemnidad de la Virgen Dolorosa, o de los Siete Dolores, se celebra en el Santo Sepulcro en el altar latino de la Crucifixión y el lugar ortodoxo de la elevación de la cruz. En un relicario se puede ver una imagen de la Virgen que llora la muerte de su hijo. La reciente restauración de los mosaicos del techo y de las paredes ha permitido redescubrirlos. La asamblea estaba, por tanto, frente a la escena que representa la crucifixión, frente a María que está de pie, llorando, junto a la cruz.
La misa ha estado presidida por el vicario custodial, fray Dobromir Jasztal, como marca la tradición franciscana. «María se distinguió por su fe y su valor ante la responsabilidad y el sufrimiento que acompañaron la misión de su hijo. A través del sufrimiento, Dios reforzó su corazón humilde y fiel para que pudiera convertirse en refugio e inspiración para los cristianos en un contexto de pruebas y persecuciones». Citando las palabras de Jesús «Mujer, aquí tienes a tu hijo» y «He aquí a tu madre», fray Dobromir ha insistido: es el don que cada uno de nosotros recibe mientras está a los pies de la cruz de Cristo. «Nuestros sufrimientos, unidos a la cruz de la Dolorosa, no pueden sino reforzar nuestra fe, nuestro valor, nuestra obediencia a la Palabra de Dios. Y, sobre todo, nos hacen testigos del Reino de justicia, de amor y de paz para todos»
Estamos al comienzo de las solemnidades de la Pascua. La alegría del Domingo de Ramos se acerca, pero podemos ya participar en los sufrimientos vividos por María durante la próximo Pasión de su hijo.
Los siete dolores de la Virgen María:
La profecía de Simeón sobre el Niño Jesús (Lc 2, 34-35).
La huída de la Sagrada Familia a Egipto (Mt 2, 13-21)
La pérdida de Jesús en el Templo durante tres días (Lc 2, 41-51)
El encuentro entre María y Jesús en el viacrucis (Lc 23, 27-31)
María contempla el sufrimiento y muerte de Jesús en la cruz (Jn 19, 25-27)
María acoge entre sus brazos al hijo muerto y bajado de la cruz (Mt 27, 57-59)
María deja el cuerpo de su hijo en el sepulcro (Jn 19, 40-42)
La solemnidad de la Virgen Dolorosa, o de los Siete Dolores, se celebra en el Santo Sepulcro en el altar latino de la Crucifixión y el lugar ortodoxo de la elevación de la cruz. En un relicario se puede ver una imagen de la Virgen que llora la muerte de su hijo. La reciente restauración de los mosaicos del techo y de las paredes ha permitido redescubrirlos. La asamblea estaba, por tanto, frente a la escena que representa la crucifixión, frente a María que está de pie, llorando, junto a la cruz.
La misa ha estado presidida por el vicario custodial, fray Dobromir Jasztal, como marca la tradición franciscana. «María se distinguió por su fe y su valor ante la responsabilidad y el sufrimiento que acompañaron la misión de su hijo. A través del sufrimiento, Dios reforzó su corazón humilde y fiel para que pudiera convertirse en refugio e inspiración para los cristianos en un contexto de pruebas y persecuciones». Citando las palabras de Jesús «Mujer, aquí tienes a tu hijo» y «He aquí a tu madre», fray Dobromir ha insistido: es el don que cada uno de nosotros recibe mientras está a los pies de la cruz de Cristo. «Nuestros sufrimientos, unidos a la cruz de la Dolorosa, no pueden sino reforzar nuestra fe, nuestro valor, nuestra obediencia a la Palabra de Dios. Y, sobre todo, nos hacen testigos del Reino de justicia, de amor y de paz para todos»
Estamos al comienzo de las solemnidades de la Pascua. La alegría del Domingo de Ramos se acerca, pero podemos ya participar en los sufrimientos vividos por María durante la próximo Pasión de su hijo.
Los siete dolores de la Virgen María:
La profecía de Simeón sobre el Niño Jesús (Lc 2, 34-35).
La huída de la Sagrada Familia a Egipto (Mt 2, 13-21)
La pérdida de Jesús en el Templo durante tres días (Lc 2, 41-51)
El encuentro entre María y Jesús en el viacrucis (Lc 23, 27-31)
María contempla el sufrimiento y muerte de Jesús en la cruz (Jn 19, 25-27)
María acoge entre sus brazos al hijo muerto y bajado de la cruz (Mt 27, 57-59)
María deja el cuerpo de su hijo en el sepulcro (Jn 19, 40-42)