Este año la Navidad se ha celebrado en la intimidad de los palestinos. De hecho, raros son los grupos de peregrinos que han venido para celebrar el nacimiento de Cristo. Por tanto, a las 13.30, en una plaza del Pesebre atiborrada de gente, ha realizado su ingreso solemne el patriarca latino de Jerusalén, Mons. Fuad Twal, recibido por los franciscanos y seminaristas del Patriarcado, así como por los armenios y los griegos ortodoxos, en el interior de la basílica.
Probablemente esta será su última Navidad en Belén como patriarca pues, habiendo alcanzado la edad de 75 años, ha presentado su dimisión a la Santa Sede, según el Derecho Canónico.
Había de todo: la fanfarria de los exploradores, los gorros de Papá Noel, el árbol gigante y un belén de tamaño natural. Los palestinos, cristianos y musulmanes, han llegado en gran número para participar en esta gran fiesta de Navidad, que reúne a la gente en los momentos difíciles.
Al caer la noche, la ciudad se ha adornado con las luces de guirnaldas multicolores. El árbol, coronado por la estrella, es como un faro para los curiosos. Todos vienen para hacerse fotos ante este gigante que destaca en la gran plaza. Pero a las 19.00 horas las luces se han apagado durante cinco minutos. El patriarca ha querido realizar este signo en solidaridad con todas las víctimas de la violencia en el mundo y, particularmente, por las del conflicto israelo-palestino. El árbol se ha apagado, pero la luna llena alumbraba la noche mientras sonaba un canto patriótico. «Este año, en Navidad, sentimos una profunda tristeza», dice Mona, una palestina que ha venido de Jerusalén con sus niños. E insiste: «No es como las Navidades anteriores».
Esta noche parece que el llamamiento del patriarca a los peregrinos para que siguieran viniendo a Tierra Santa no ha sido escuchado, o demasiado poco. Un grupo de estudiantes franceses, venidos de Lorient, en Bretaña, no esconde su alegría de estar aquí. «Es mágico», asegura Alban. «Es verdad que en Jerusalén la atmósfera de Navidad no se sentía tanto, ¡pero aquí sí!», afirma Isaure. Los 21 estudiantes celebran la Misa de Nochebuena en el Campo de los Pastores, como otros cuarenta grupos; menos que las 70 misas del año pasado, e incluso mucho menos que las 140 de la Navidad de 2013.
A las 21 horas es tiempo de ir buscando sitio en la iglesia. Hacia las 23 h, el patriarca abre solemnemente, después de la de Getsemaní el pasado 13 de diciembre, la Puerta Santa de la iglesia de Santa Catalina para el Año de la Misericordia. Preside la ceremonia en presencia de Mons. Kamal-Hanna Bathish, y del vicario patriarcal, Mons. William Shomali. Muchos frailes de la Custodia, entre ellos el guardián del convento, fray Ricardo Bustos, concelebran la misa, mientras otros trabajan en la organización de la celebración, para que todo se desarrolle en las mejores condiciones.
El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, llega algunos minutos antes de la medianoche. Hay también ministros, embajadores, cónsules y representantes diplomáticos.
La homilía del patriarca, leída por Mons. Shomali, insiste en la importancia de este Año de la Misericordia, para recordarnos que es muy necesaria. «Lo que estamos sufriendo estos días es la ausencia de la misericordia […]. La misericordia no se limita a las relaciones individuales, sino que debe abrazar también la vida pública en todos sus sectores: político, económico, cultural, social… a todos los niveles: internacional, regional y local; en todas las direcciones: entre los Estados, pueblos, etnias, religiones y confesiones. La misericordia no es un signo de debilidad –ha seguido diciendo-, sino una expresión de la omnipotencia divina que se manifiesta al máximo precisamente en la misericordia y en el perdón. No hay oposición entre la misericordia de Dios y su justicia, porque Él es justo y misericordioso de igual modo. Quien se niega a acudir a su misericordia, termina en el puño de su justicia. Esto es lo que da esperanza a los pueblos y a los individuos, víctimas de la injusticia. Jesús, en previsión, afirmó: “Con la medida con la que medís, así seréis medidos también vosotros” (Mt 7,2) y “Bienaventurados los misericordiosos, porque obtendrán misericordia”».
A medianoche, las campanas han empezado a voltear, y el Gloria del coro de la Custodia ha hecho vibrar la iglesia. A la salida de la misa, se ven las sonrisas en los rostros. Quizá sea bueno recordar el sermón de san León Magno, leído esta noche: «No se permite estar triste mientras se celebra el aniversario de la vida».
TD
Probablemente esta será su última Navidad en Belén como patriarca pues, habiendo alcanzado la edad de 75 años, ha presentado su dimisión a la Santa Sede, según el Derecho Canónico.
Había de todo: la fanfarria de los exploradores, los gorros de Papá Noel, el árbol gigante y un belén de tamaño natural. Los palestinos, cristianos y musulmanes, han llegado en gran número para participar en esta gran fiesta de Navidad, que reúne a la gente en los momentos difíciles.
Al caer la noche, la ciudad se ha adornado con las luces de guirnaldas multicolores. El árbol, coronado por la estrella, es como un faro para los curiosos. Todos vienen para hacerse fotos ante este gigante que destaca en la gran plaza. Pero a las 19.00 horas las luces se han apagado durante cinco minutos. El patriarca ha querido realizar este signo en solidaridad con todas las víctimas de la violencia en el mundo y, particularmente, por las del conflicto israelo-palestino. El árbol se ha apagado, pero la luna llena alumbraba la noche mientras sonaba un canto patriótico. «Este año, en Navidad, sentimos una profunda tristeza», dice Mona, una palestina que ha venido de Jerusalén con sus niños. E insiste: «No es como las Navidades anteriores».
Esta noche parece que el llamamiento del patriarca a los peregrinos para que siguieran viniendo a Tierra Santa no ha sido escuchado, o demasiado poco. Un grupo de estudiantes franceses, venidos de Lorient, en Bretaña, no esconde su alegría de estar aquí. «Es mágico», asegura Alban. «Es verdad que en Jerusalén la atmósfera de Navidad no se sentía tanto, ¡pero aquí sí!», afirma Isaure. Los 21 estudiantes celebran la Misa de Nochebuena en el Campo de los Pastores, como otros cuarenta grupos; menos que las 70 misas del año pasado, e incluso mucho menos que las 140 de la Navidad de 2013.
A las 21 horas es tiempo de ir buscando sitio en la iglesia. Hacia las 23 h, el patriarca abre solemnemente, después de la de Getsemaní el pasado 13 de diciembre, la Puerta Santa de la iglesia de Santa Catalina para el Año de la Misericordia. Preside la ceremonia en presencia de Mons. Kamal-Hanna Bathish, y del vicario patriarcal, Mons. William Shomali. Muchos frailes de la Custodia, entre ellos el guardián del convento, fray Ricardo Bustos, concelebran la misa, mientras otros trabajan en la organización de la celebración, para que todo se desarrolle en las mejores condiciones.
El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, llega algunos minutos antes de la medianoche. Hay también ministros, embajadores, cónsules y representantes diplomáticos.
La homilía del patriarca, leída por Mons. Shomali, insiste en la importancia de este Año de la Misericordia, para recordarnos que es muy necesaria. «Lo que estamos sufriendo estos días es la ausencia de la misericordia […]. La misericordia no se limita a las relaciones individuales, sino que debe abrazar también la vida pública en todos sus sectores: político, económico, cultural, social… a todos los niveles: internacional, regional y local; en todas las direcciones: entre los Estados, pueblos, etnias, religiones y confesiones. La misericordia no es un signo de debilidad –ha seguido diciendo-, sino una expresión de la omnipotencia divina que se manifiesta al máximo precisamente en la misericordia y en el perdón. No hay oposición entre la misericordia de Dios y su justicia, porque Él es justo y misericordioso de igual modo. Quien se niega a acudir a su misericordia, termina en el puño de su justicia. Esto es lo que da esperanza a los pueblos y a los individuos, víctimas de la injusticia. Jesús, en previsión, afirmó: “Con la medida con la que medís, así seréis medidos también vosotros” (Mt 7,2) y “Bienaventurados los misericordiosos, porque obtendrán misericordia”».
A medianoche, las campanas han empezado a voltear, y el Gloria del coro de la Custodia ha hecho vibrar la iglesia. A la salida de la misa, se ven las sonrisas en los rostros. Quizá sea bueno recordar el sermón de san León Magno, leído esta noche: «No se permite estar triste mientras se celebra el aniversario de la vida».
TD