Santuario franciscano que pocos peregrinos visitan desde la construcción del muro de separación entre Israel y Palestina, Qubaybe es uno de los cuatro lugares en los que se puede situar Emaús. El convento franciscano, de impresionante grandeza, se sitúa en el centro del pueblo, ahora musulmán. Fray Salim Yunes es el guardián desde hace dos años. «Soy un fraile laico y actualmente no tenemos a ningún fraile sacerdote disponible para venir a vivir aquí. Por eso organizamos turnos con los sacerdotes que vienen a celebrar la misa por una semana. Cuando eso no es posible, vamos y venimos de Jerusalén todas las mañanas», explica fray Salim.
Este verano, fray Jean-Hilaire Ardillier, sacerdote francés de la comunidad de Saint Jean, ha pasado cuatro días en el convento. De regreso, feliz por su estancia, nos cuenta: «Es un hermoso lugar situado en las estribaciones de Samaria. El convento se encuentra frente a las colinas cultivadas en terrazas desde hace milenios. La belleza, el silencio pero también el aislamiento y el significado del lugar hacen que este lugar maravilloso sea muy apto para un retiro o para rezar. Jesús aquí nos recuerda que Él ha resucitado. Es un lugar donde la Escritura se abre, si nos dejamos penetrar por la Palabra de Dios con la lectura y la oración. Y esta es mi experiencia: la Palabra se ha abierto para mí. Y además –añade con una sonrisa-, ¡la comida es excelente!».
Además de una familia cristiana, tres comunidades de religiosas viven en la aldea. Las hermanas del Catecismo viven en el santuario franciscano, ocupándose principalmente de la cocina del convento y de la escuela materna para los niños del pueblo. Están después las religiosas de San Carlos Borromeo que tienen un dispensario, y las religiosas salvatorianas que se ocupan de un albergue para ancianos y discapacitados. «La Custodia tiene costumbre de celebrar la misa para estas comunidades, y no sería correcto desatender estas funciones», subraya fray Salim.
«Nosotros damos un servicio que es muy apreciado y que no cuesta mucho: se trata de celebrar dos misas al día», dice fray Guylain Prince, franciscano de Quebec, que ha pasado una semana en Qubaybe. «Las religiosas están muy agradecidas por nuestra venida; he podido además seguir con mis investigaciones y leer mucho sobre la historia del lugar durante mi tiempo libre. El hecho de que sea poco visitado hace del lugar casi un eremitorio, un lugar donde el modo de vida se orienta a la interioridad y al trabajo intelectual, pero también físico; por ejemplo, para la conservación del jardín y de los edificios».
Las dificultades del tráfico, ligadas al muro de separación, han reducido a solo uno o dos autobuses de peregrinos los que vienen a Qubaybe cada mes. El 25 de septiembre, día de los santos Cleofás y Simón, y el lunes de Pascua que conmemora el encuentro de Jesús con estos dos discípulos tras la resurrección, son los dos únicos días del año en el que el santuario se llena. Parroquianos de Jerusalén, franciscanos y peregrinos de paso se acercan hasta aquí en autobús para celebrar la misa y almorzar. Después, el lugar vuelve a la tranquilidad. «Los habitantes son muy amables. No he tenido experiencias negativas cuando he paseado por el pueblo», nos dice fray Jean-Hilaire. «La gente tiene curiosidad y nos mira atentamente cuando paseamos porque no vienen muchos occidentales. Pero tienen grandes atenciones con los frailes que viven aquí», añade fray Guylain.
«La Custodia cuida este santuario desde el siglo XIX. Es nuestra misión, por esto estamos aquí para mantener el lugar, acoger a los pocos peregrinos que vienen y vivir con los habitantes del lugar», insiste fray Salem. A pesar del muro de separación y sin trabajo pastoral, los franciscanos están siempre aquí. Fray Jean-Hilaire concluye: «La Custodia tiene una gran suerte de tener Qubeybe, y los católicos tienen una gran suerte a la Custodia. No es gratificante custodiar este santuario, pero los franciscanos lo hacen y esto me parece algo muy hermoso».
Hélène Morlet
Este verano, fray Jean-Hilaire Ardillier, sacerdote francés de la comunidad de Saint Jean, ha pasado cuatro días en el convento. De regreso, feliz por su estancia, nos cuenta: «Es un hermoso lugar situado en las estribaciones de Samaria. El convento se encuentra frente a las colinas cultivadas en terrazas desde hace milenios. La belleza, el silencio pero también el aislamiento y el significado del lugar hacen que este lugar maravilloso sea muy apto para un retiro o para rezar. Jesús aquí nos recuerda que Él ha resucitado. Es un lugar donde la Escritura se abre, si nos dejamos penetrar por la Palabra de Dios con la lectura y la oración. Y esta es mi experiencia: la Palabra se ha abierto para mí. Y además –añade con una sonrisa-, ¡la comida es excelente!».
Además de una familia cristiana, tres comunidades de religiosas viven en la aldea. Las hermanas del Catecismo viven en el santuario franciscano, ocupándose principalmente de la cocina del convento y de la escuela materna para los niños del pueblo. Están después las religiosas de San Carlos Borromeo que tienen un dispensario, y las religiosas salvatorianas que se ocupan de un albergue para ancianos y discapacitados. «La Custodia tiene costumbre de celebrar la misa para estas comunidades, y no sería correcto desatender estas funciones», subraya fray Salim.
«Nosotros damos un servicio que es muy apreciado y que no cuesta mucho: se trata de celebrar dos misas al día», dice fray Guylain Prince, franciscano de Quebec, que ha pasado una semana en Qubaybe. «Las religiosas están muy agradecidas por nuestra venida; he podido además seguir con mis investigaciones y leer mucho sobre la historia del lugar durante mi tiempo libre. El hecho de que sea poco visitado hace del lugar casi un eremitorio, un lugar donde el modo de vida se orienta a la interioridad y al trabajo intelectual, pero también físico; por ejemplo, para la conservación del jardín y de los edificios».
Las dificultades del tráfico, ligadas al muro de separación, han reducido a solo uno o dos autobuses de peregrinos los que vienen a Qubaybe cada mes. El 25 de septiembre, día de los santos Cleofás y Simón, y el lunes de Pascua que conmemora el encuentro de Jesús con estos dos discípulos tras la resurrección, son los dos únicos días del año en el que el santuario se llena. Parroquianos de Jerusalén, franciscanos y peregrinos de paso se acercan hasta aquí en autobús para celebrar la misa y almorzar. Después, el lugar vuelve a la tranquilidad. «Los habitantes son muy amables. No he tenido experiencias negativas cuando he paseado por el pueblo», nos dice fray Jean-Hilaire. «La gente tiene curiosidad y nos mira atentamente cuando paseamos porque no vienen muchos occidentales. Pero tienen grandes atenciones con los frailes que viven aquí», añade fray Guylain.
«La Custodia cuida este santuario desde el siglo XIX. Es nuestra misión, por esto estamos aquí para mantener el lugar, acoger a los pocos peregrinos que vienen y vivir con los habitantes del lugar», insiste fray Salem. A pesar del muro de separación y sin trabajo pastoral, los franciscanos están siempre aquí. Fray Jean-Hilaire concluye: «La Custodia tiene una gran suerte de tener Qubeybe, y los católicos tienen una gran suerte a la Custodia. No es gratificante custodiar este santuario, pero los franciscanos lo hacen y esto me parece algo muy hermoso».
Hélène Morlet