Ramadan en Jerusalén | Custodia Terrae Sanctae

Ramadan en Jerusalén

2012/07/31

Ramadan en Jerusalén

Son sugestivos los atardeceres en la Jerusalén Este durante el mes del Ramadán: los gritos y el caos de los vendedores que habitualmente invaden la ciudad ceden el paso a un clima mucho más recogido. Está llegando casi el momento que interrumpe el ayuno, y los últimos comerciantes cierran sus negocios. Los hay que hacen la compra para la cena, que se compone principalmente del “qatayef”, el dulce típico de Ramadán… una mezcla de harina y agua, relleno de nueces, azúcar y queso blanco dulce, servido con el zumo tradicional.

“Estas cosas toman un sabor diferente cuando es Ramadán, las tenemos todo el año pero vendemos más en estos meses, y son todavía más buenas sobre todo cuando sueña el cañón”.

La jornada del Ramadán viene marcada por la oración y el riguroso ayuno asume un significado de profunda purificación interior, que se expresa también en una mayor solidaridad hacia los más necesitados. Es un tiempo privilegiado para acercarse más a Dios, y este año en todo Oriente Medio el Ramadán se tiñe de un acento especial, con los ojos fijos en los acontecimientos de Siria. A la dramática situación de un país cercano a Jerusalén el Patriarca Mons. Twal se dirigió en su mensaje de felicitación. “Que este mes —el más sagrado para los musulmanes— inspire a todos a trabajar por la paz y la estabilidad”, dijo su Beatitud.

“El Ramadán es el mes bendito y todos ayunan y ahora llegará la hora del iftar, cuando el ayuno se romperá. Todo vuelven rápido a casa habiendo comprado la comida típica, y espero que el año próximo festejemos el Ramadán sin la ocupación”.

Son algo más de las siete y media cuando oímos la señal que interrumpe el ayuno: del cañón situado en un cementerio cercano a las murallas de la Jerusalén Vieja sale el golpe que avisa a toda la ciudad santa. Es en este momento que el muezzim comienza a entonar la plegaria, y un clima de fiesta invade toda la Jerusalén Este. Mientras, las calles que poco antes estaban silenciosas se llenan nuevamente de esta dimensión de convivencia, típica de las noches del Ramadán, y que de nuevo, por la mañana volverán a ser más reflexivas, inmersas en el clima recogido que solo un mes sagrado y especial puede dar. Y tal vez más, en esta encrucijada de culturas y religiones.