San Joaquín y santa Ana: la grandeza del don de Dios | Custodia Terrae Sanctae

San Joaquín y santa Ana: la grandeza del don de Dios

Miércoles, 27 de julio

Recogidos en el silencio y la luz de una hermosa puesta de sol estival, entre las alturas de Galilea y a pocos kilómetros de Nazaret, ayer por la tarde, 26 de julio, se congregaron aldedor de unos 200 participantes en la santa misa celebrada de forma solemne en Séforis (Tzippori en hebreo), con motivo de la fiesta de los santos Joaquín y Ana. Junto a los sacerdotes del lugar ha concelebrado un ilustre visitante, el Cardenal Giovanni Coppa, Nuncio Apostólico emérito en la República Checa.

El escenario elegido, insólito e impresionante, fue el de los restos de la basílica cruzada, erigida justo donde la tradición sitúa la casa de san Joaquín y santa Ana y de la que sólo quedan en pie el ábside principal y parte de los muros laterales. El lugar, adquirido por los franciscanos en el siglo XIX, se ha convertido en un precioso sitio arqueológico en el que se ha descubierto un pavimento de mosaico en una antigua sinagoga con una inscripción aramea cuyo fragmento se conserva en una pequeña capilla lateral de la iglesia, adaptada actualmente como sacristía.

En este lugar, generalmente aislado, ayer resonaron las voces festivas de los cristianos de lengua árabe reunidos para la celebración. Gente humilde, simple, llegada de distintos puntos de Israel para esta ocasión particular que tiene un significado importante para quien vive en esta zona, ya que el lugar fue testigo del nacimiento de los padres de la Virgen, san Joaquín y santa Ana, y les sirvió de morada.

Un misterio profundo y una devoción realmente genuina la que hoy en día se puede disfrutar en este rincón apartado y tranquilo de Galilea. Pero no son las fuentes canónicas las que nos hablan de estas dos personas tan importantes en la historia de la salvación sino que son los textos apócrifos del siglo II, fundamentalmente el {Protoevangelio de Santiago}, los que han contribuido a alimentar, sobre todo, el culto a santa Ana, difundido rápidamente primero por Oriente y luego por Occidente.

La aventura humana de esta pareja estéril a la que el Señor concedió, en edad ya avanzada, el maravilloso don de una hija, María, delicado y silencioso instrumento que abrirá el camino a la salvación del mundo, es emocionante por su simplicidad y, al mismo tiempo, ejemplo de la dinámica de la que Dios se sirve para relacionarse con el hombre y con su historia. La familia de Joaquín y Ana representa la síntesis virtuosa entre educación y disponibilidad a la acción de Dios. Es una familia rica en cualidades morales, probablemente rica también en medios materiales, pero profundamente humilde y consciente los límites humanos y de las propias limitaciones personales. Es la familia de la espera radical, de la confianza sin medida, del deseo insaciable, a la que Dios prepara un don inmenso que va más allá de las expectativas, según la lógica de la sobreabundancia y la dulzura, que son la esencia de su existencia y su amor.

Joaquín y Ana viven ya en el horizonte del don y de la gratuidad, en la espera de un reconocimiento y de una relación que abrace totalmente su intimidad, en un deseo que, como dice Emmanuel Levinas, “nace más allá de todo lo que pudiera faltar al sujeto o apagarlo”, como movimiento fundamental, pura transportación, orientación absoluta. En su apertura del corazón se encuentran expuestos al riesgo de la mortificación, es decir, de la eventualidad de pagar un alto precio por su fidelidad. Pero la pasión de sus conciencias ante Dios se convierte en la verdadera potencia constructiva, el estímulo para cultivar tenazmente la calidad de sus relaciones, la fuerza del auténtico acto oblativo.

Y Dios abre para ellos las alturas de la vida trinitaria, donde el perfecto amor de caridad constituye el fundamento último de la experiencia de la entrega, y les ofrece el don absoluto y libre del amor que cambia para siempre el destino y la vocación de aquella humilde familia. La economía del don supera todas las formas de la ética, es una expresión supra-ética que nace de las mismas relaciones trinitarias de Dios, donde radica el misterioso deseo/necesidad de dar y recibir por don. Joaquín y Ana encuentran en esta realidad divina del don un acontecimiento que les sustrae y les supera, que ilumina las regiones de los sentidos y abre la historia a la experiencia de lo definitivo.

Texto de Caterina Foppa Pedretti
Fotos de Giovanni Zennaro